Israel enfrenta la mayor erosión de su entorno estratégico desde su fundación. Se ha alejado de su antiguo aliado, Turquía. Su archienemigo, Irán, es sospechoso de desarrollar una bomba nuclear. Los dos estados más poderosos de su frontera - Siria y Egipto - se han convulsionado por las revoluciones. Los dos estados más débiles de su frontera - Gaza y el Líbano - están controlados por Hamás y Hezbolá .
Fue en este contexto que el primer ministro Binyamín Netanyahu se presentó ante la Knéset argumentando que el despertar árabe era la causa del retroceso del mundo árabe y de su transformación en una "ola islámica, anti-occidental, anti-liberal, anti-israelí y antidemocrática". En un escenario así, ceder territorios a los palestinos era del todo imprudente, declaró: "No podemos saber a ciencia cierta en manos de quién habrá de terminar cualquier porción de territorio que cedamos".
Netanyahu agregó: "En febrero, cuando millones de egipcios se agolpaban en las calles de El Cairo, los comentaristas y algunos pocos miembros de la oposición israelí afirmaban que nos encontrábamos ante una nueva era de liberalismo y progreso. Ellos decían que yo estaba tratando de asustar al público, posicionándome en el lado equivocado de la historia, incapaz de captar la dirección en el curso total de los acontecimientos". Pero, según declaró ante la Knéset, los acontecimientos le han dado la razón. Según Netanyahu, cuando él se ocupó de advertirles al presidente Obama y a otros líderes occidentales de que no respaldaran el levantamiento contra el entonces presidente egipcio, Hosni Mubarak, la respuesta que recibió fue que era incapaz de comprender la realidad. "Yo pregunto hoy, ¿quién era el que no comprendía la realidad?"
El análisis de Netanyahu acerca de los peligros que enfrenta Israel es válido, y las cosas podrían ponerse todavía mucho peor. Lo que resulta equivocado es el diagnóstico que hace acerca de las causas y su receta sobre qué debe hacerse al respecto; y también esos puntos débiles pueden resultar muy peligrosos para Israel.
Diagnóstico: Desde el primer momento, los dirigentes israelíes han insistido en que Obama ayudó a expulsar a Mubarak en vez de salvarlo. Eso no tiene sentido. Los dictadores árabes fueron expulsados por su propio pueblo; no había forma de salvarlos. De hecho, Mubarak dispuso de tres décadas para lograr la apertura gradual de la política egipcia y así salvarse a sí mismo. ¿Y qué hizo? El año pasado, se ocupó de celebrar las elecciones más fraudulentas de la historia egipcia. Su partido ganó 209 de 211 escaños. Es increíble que el levantamiento no haya ocurrido antes.
El temor de Israel ante el poder que van adquiriendo los islamistas a su alrededor es algo que no puede desestimarse. Pero, si constituye una posibilidad cierta, es precisamente a causa de los últimos 50 años de dictadura árabe en los que sólo a los islamistas se les permitía organizarse en mezquitas, mientras que no se dejaba desarrollarse en el ámbito político a ningún partido independiente, laico y democrático. Para los partidos musulmanes, esto ha significado una temprana ayuda. Los dictadores árabes resultaban convenientes para Israel y los islamistas, pero letales para el desarrollo y la educación árabes. Ahora que se ha removido el obstáculo, la transición será muy complicada. Sin embargo, era inevitable, y la nueva política recién está empezando: los islamistas tendrán que competir ahora con los legítimos partidos laicos.
La prescripción de Netanyahu es no hacer nada. Entiendo la negativa de Israel a no ceder territorio en este período de incertidumbre a un movimiento palestino dividido. Lo que no puedo entender es el no hacer nada. Israel puede corroborar el fenómeno del despertar árabe en su propio patio trasero, en la persona del primer ministrode la Autoridad Palestina, Salam Fayyad. Él ha sido el líder árabe más radical de todos; es el primer líder palestino en declarar: que me juzguen por mi desempeño para mejorar la calidad de vida de mi gente, no por mi retórica. Su atención se ha centrado en la creación de instituciones - incluyendo lo que los israelíes reconocen como una fuerza de seguridad que ha ayudado a mantener a Israel en paz -, con el objetivo de preparar a los palestinos para una solución de dos Estados. En lugar de premiarlo, Israel decidió retener 100 millones de dólares en ingresos fiscales palestinos que Fayyad tanto necesita - en represalia por la presión de los palestinos ante la ONU exigiendo el establecimiento de un Estado propio – para pagar los sueldos de las fuerzas de seguridad que ayudan a proteger a Israel. Esa fue una locura que afortunadamente fue resuelta, pero el daño de la credibilidad será difícil de reparar.
La mejor defensa con que cuenta Israel es el fortalecimiento del fayyadismo - incluyendo el otorgamiento a los servicios de seguridad palestinos de más áreas de responsabilidad para incrementar su nivel de legitimidad y dejar en claro que ellos no son los custodios permanentes de la ocupación israelí. Esto no sólo ayudaría a estabilizar el propio patio trasero de Israel - evitando así otro levantamiento que habría de propagarse como un reguero de pólvora en el mundo árabe, sin dictadores que lo contengan -, sino que sentaría las bases para una solución de dos Estados y para mejorar las relaciones con los pueblos árabes. Se debe tener en cuenta que estos pueblos árabes tendrán ahora muchísimo más poder de decisión sobre la forma en que son gobernados y acerca de con quienes mantienen relaciones pacíficas. En ese contexto, Israel será mucho mejor si aparece como un Estado que se ocupa del fortalecimiento de líderes palestinos responsables y democráticos.
Es un momento sumamente delicado. Se precisa con urgencia de un liderazgo israelí inteligente, con visión de futuro. El despertar árabe coincide con las últimas esperanzas de una solución de dos Estados entre israelíes y palestinos. Los derechistas israelíes se verán tentados a no hacer nada; a insistir en que no es el momento adecuado para tomar riesgos - y nunca lo será -, por lo que Israel tiene que ocupar Cisjordania y a sus palestinos por siempre. Ese podría ser el mayor peligro de todos para Israel: despertar un día y descubrir que, en respuesta al confuso y turbulento despertar democrático árabe, el Estado judío ha terminado sacrificando su propio carácter democrático.
Fuente: The New York Times - 6.12.11
Traducción: www.israelenlinea.com