El resultado de las elecciones en Túnez, Marruecos y Egipto pone en evidencia una clara tendencia: el ascenso del islamismo militante. Las causas son comprensibles: la mezquita sigue siendo el centro de la vida comunitaria, las organizaciones religiosas han sustituido con éxito a los gobiernos en las tareas de ayuda social, las grandes masas viven en sociedades tradicionales apenas tocadas por los cambios sociales producidas en el mundo occidental en el siglo XX y la cultura que impregna todas las manifestaciones de la vida es la religiosa .
Votar por el islamismo para las grandes masas es votar por la continuidad de su estilo de vida. Es decir, se trata de un voto esencialmente conservador.
¿En qué medida esta votación teocrática es compatible con un futuro democrático? Al respecto varían muchísimo las apreciaciones. Uno de los analistas más optimistas es el iraní exilado, Amir Taheri. En un artículo publicado en el diario panárabe de Londres, "Asharq Alawsat", señala los siguientes aspectos positivos desde su punto de vista:
1) Ha sido desmantelado el modelo de regímenes militares creados por golpes de estado entre 1940 y 1960. Si bien es cierto que el modelo aún logra mantenerse en Siria y en Sudán, su continuidad parece problemática.
2) Los pueblos de Marruecos hasta Yemen, pasado por Túnez, Egipto e Irak, han acordado de hecho que la legitimidad institucional de los gobiernos se obtiene mediante la libre expresión de los ciudadanos en elecciones libres. Al aceptar estas reglas los partidos islamistas han abandonado la pretensión de que poseen la verdad absoluta y que por lo tanto todas las demás ideas son ilegítimas.
Taheri señala que los islamistas renunciaron a consignas tales como "El Islam es la solución" y que sus plataformas electorales no son muy diferentes de las de partidos conservadores que aceptan la economía de mercado en otros países. Con ello, el analista iraní admite que pueden subsistir dudas respecto a la sinceridad de los islamistas respecto a su valoración de la democracia y recuerda que hace tres décadas, los islamistas en Irán prometieron elecciones libres, pero una vez que estuvieron en el poder establecieron reglas que de hecho convirtieron los comicios en una farsa.
Otro aspecto importante es que hay todo un amplio espectro de partidos que se consideran islamistas. Por ejemplo, en Irak, 30 grupos diferentes pretenden representar al "Islam verdadero". Afortunadamente, señala con ironía Taheri, lo que define las elecciones es lo que la gente piensa de estos partidos, y no lo que éstos piensan de sí mismos.
Igualmente constituye un factor nada desdeñable el hecho de que el mito de la obtención del poder mediante la lucha armada se ha desinflado. El fundador de los "Hermanos Musulmanes", Hassan al-Banna, habló del "revólver y el puñal" como armas de lucha, pero durante ocho décadas estos implementos no acercaron lo más mínimo a la organización al poder. En cambio, ahora, gracias al voto, la Hermandad pronto podría encabezar una coalición de gobierno en El Cairo. Y lo que es válido para la Hermandad, podría serlo también para los grupos más radicales como la Sociedad Islámica (Gamaa al-Islamiyah).
El último aspecto considerado en este análisis, es la normalización de la vida política, lo que implica ocuparse de cosas prácticas como la seguridad, la administración, la educación, la economía, la protección de la ley, el bienestar social y la defensa. Durante décadas, los árabes no tuvieron acceso a la política en este sentido. Su vida política estuvo dominada por conceptos abstractos como la unificación pan-árabe, la renovación del califato y varias versiones de la utopía de izquierda. La política era dominada por déspotas y la política era sencilla: se estaba a favor o en contra.
Ahora la historia ha demostrado, que los árabes se han cansado de ser los objetos de la historia y que pretenden ser sus protagonistas.
No comparte en absoluto esta visión el periodista árabe-israelí Khaled Abu Toameh, quien critica duramente a la administración Obama por apoyar a los "Hermanos Musulmanes" y atribuirles la condición de "moderados". En un artículo en la revista norteamericana "Hudson" sostiene que la decisión de la "Hermandad" de presentarse en las elecciones parlamentarias egipcias bajo el nombre de "Libertad y Justicia" no significa que la organización haya cambiado su ideología. Su credo fue y sigue siendo "Alá es nuestra meta, el Corán es nuestra Constitución, el Profeta es nuestro líder, la jihad es nuestro camino y la muerte por Alá es la más alta de nuestras aspiraciones". La organización cree que la ley de la Sharia (la parte de Justicia de "Libertad y Justicia") debe ser la base de todo gobierno islámico, que los musulmanes deben reunificarse bajo un califato, uno de cuyos principios incluye la "liberación de los árabes y los musulmanes del imperialismo extranjero". Para Toameh, el gobierno de Obama deliberadamente ignora la táctica islamista de la "taqiyya" (disimulo) que consiste en dar una imagen inofensiva a los infieles hasta que es demasiado tarde para que éstos reaccionen ante el hecho de que han sido sometidos por el Islam. Quienes piensan que la Hermandad Musulmana va a abandonar la jihad y el extremismo se aferra a una ilusión.
El periodista árabe-israelí recuerda que en un acto en la universidad Al Azhar, bajo el lema "Un viernes de apoyo a la mezquita Al Aksa", los miembros de la Hermandad cantaron "Oh, Tel Aviv, tu día del juicio ha llegado" y "Marcharemos por Jerusalén y sacrificaremos a millones de márties".
A su juicio, los norteamericanos cometieron el error de permitir la participación de Hamás en las elecciones del 2006 sin ponerle condición alguna. Diez años más tarde boicotearon la realización de nuevas elecciones diciendo que éstas se realizaban en el marco de los acuerdos de Oslo que ellos no reconocen.
Las conclusiones de Toameh son terminantes: "Los que cantan "Muerte a los judíos" en El Cairo también quieren matar a todos los infieles; lo que incluye a norteamericanos y europeos; y tratando de lograr su objetivo, también matarán a musulmanes moderados, a los que consideran una quinta columna".
Mi posición es más cercana a la de Toameh que a la de Taheri quien, a mi juicio, confunde la táctica islámica con sus objetivos estratégicos. Pero hay un gran enemigo de los islamistas que el periodista árabe-israelí no tiene en cuenta y se llama: la realidad histórica. El siglo VII no puede ganar la batalla con el siglo XXI. Será una batalla épica, difícil y dolorosa porque una doctrina teocrática es por su propia naturaleza, totalitaria, intolerante e intransigente.
Al final terminará por ganar la realidad histórica. Pero hasta que llegue ese momento, el mundo árabe y la humanidad toda pagarán un muy alto precio.