En el más amplio informe de prensa sobre el último ataque de terrorismo masivo en Irak, el diario panárabe de Londres «Asharq Alawsat» informó el 28 de enero pasado que un coche bomba estalló en medio de una procesión fúnebre. Es el segundo atentado de este tipo este mes y existen fundadas sospechas de que fue perpetrado por militantes de Al Qaeda para provocar un contraataque de milicias chiítas lo que llevaría una guerra sectaria abierta.
Más de 200 personas resultaron muertas en diferentes atentados desde que Estados Unidos se retiraron de Irak el 18 de diciembre. Muchos de los muertos fueron peregrinos chiítas, policías y soldados iraquíes. En un mensaje a sus partidarios, el líder del «Estado Islámico de Irak», la rama iraquí de Al Qaeda, Abu Mohamed al-Adnani, dijo a sus seguidores en un mensaje radial, que no se preocupen por el número de las tropas del gobierno y de sus partidarios chiítas ya que «son sólo abejas y moscas».
Los ataques mortales a chiítas y la discriminación contra los partidarios de la rama minoritaria del islam no son una novedad. Pero es indudable que en este último tiempo la hostilidad mutua se ha incrementado de manera dramática.
En un artículo publicado el 24 de enero, firmado por Murad Makhmudov y Lee Jay Walker, publicado originariamente en el «Modern Tokio Times» y difundido por la Agencia de Noticias Asiria Internacional, se traza un panorama inquietante sobre la creciente opresión de los chiítas en países dominados por sunnitas. Entre otros conceptos, el artículo señala que los chiítas no deben temer persecuciones en países cristianos, hinduistas o seculares.
Sin embargo, en el mundo sunnita la comunidad chiíta enfrenta una discriminación diaria y con frecuencia ataques mortales en Bahréin, Irak, Pakistán, Yemen y otras naciones. Luego de pasar revista a la situación en Irak, donde también la minoría cristiana se ha visto afectada a tal punto que la mayoría huyó del país, el artículo señala que en Pakistán hay muchos grupos terroristas sunnitas que consideran infieles a los chiítas.
Los articulistas recuerdan que cuando Al Qaeda desempeñaba un rol mayor en Afganistán, junto con el movimiento Talibán sunnita, mató a decenas de miles de chiítas. En Bahréin y Yemen también los chiítas han sido marginados por las fuerzas dominantes en ambos países. Durante recientes combates en Yemen, muchas aldeas chiítas fueron bombardeadas y entre las víctimas hubo muchas mujeres y niños. En Arabia Saudita, donde no se permite ni una iglesia cristiana ni un templo budista, la comunidad chiíta es duramente discriminada. En Malasia, la fe chiíta es ilegal.
El artículo afirma que desde el 11 de Septiembre, Balí, Londres, Madrid y demás atentados, el común denominador es que todos fueron obra de islamistas sunnitas radicales. Es evidente que para ellos todos los musulmanes no sunnitas y todos los no musulmanes son subhumanos y por lo tanto es justo matarlos en nombre del islam sunnita radical.
El artículo finaliza con un llamado a los dirigentes sunnitas moderados a hacer oír su voz en contra de las luchas fratricidas y la discriminación contra las minorías en el islam.
Por su parte, el semanario británico «The Economist» - edición del 21 al 27 de enero de 2012 -, en un artículo titulado «Un creciente sentimiento de aislamiento sangriento», contabiliza además de los ya citados ataques en Irak, un atentado contra un santuario chiíta en Afganistán con 19 muertos, una agresión contra una procesión chiíta en la provincia pakistana de Punjab con 21 muertos, el aplastamiento de la rebelión en Bahréin, las luchas entre sunnitas radicales y la gran comunidad Zaydi chiíta en Yemen, la embestida incendiaria contra propiedades chiítas en el este de Java en la habitualmente tranquila Indonesia y la irrupción de la organización terrorista palestina Hamás en una ceremonia chiíta en una casa privada en Gaza que llevó a varios de sus participantes al hospital.
El semanario británico agrega que incluso la pequeña comunidad chiíta de Egipto sufrió la intolerancia sunnita. En la fiesta de la Ashura, la policía egipcia obligó a centenares de chiítas a abandonar una ceremonia en la mezquita de Hussein en El Cairo, donde se dice que está enterrada la cabeza del mártir chiíta. Un funcionario del gobierno dijo que sus «bárbaros rituales» debieron interrumpirse para protegerlos de ataques de ciudadanos ofendidos.
¿En qué radica la diferencia entre la sunna y la chía y porqué la hostilidad mutua? La diferencia es histórica y teológica. Mientras la «sunna» (tradición) acepta la legitimidad de todos los califas que sucedieron a Mahoma, la chía sólo acepta a los descendientes directos de Alí ib Abu Taleb, primo del profeta y esposo de su hija Fátima. La diferencia entre ambas ramas del islam ha sido ocasionalmente comparada con la existente entre el judaísmo y el cristianismo. Del mismo modo en que se acusó a los judíos de la muerte de Cristo, los chiítas consideran culpables a los sunnitas de la muerte de Alí y de sus hijos. Las procesiones chiítas que recuerdan estos trágicos eventos son similares al culto de la crucifixión. Hay cierta semejanza entre las polémicas «pasiones» cristianas de Oberammergau y la «Tazya» (procesión de los dolientes) en Irán. Existe una semejanza aún mayor entre las ceremonias de Lucknow en la India y la «Semana Santa» de Sevilla. Ambas incluyen la flagelación, una práctica rechazada por los sunnitas y por los protestantes cristianos.
Mientras la sunna no tiene una jerarquía eclesiástica estructurada, la chía da títulos similares en su gradación a los universitarios. La sunna no comparte las tendencias místicas de la chía que cree en el retorno del «imán escondido» quien habría desaparecido en el siglo IX y presuntamente volverá al final de los tiempos como el «Mahdi», el iluminado, que impondrá la «justicia del islam en el mundo».
Sin embargo, ambas corrientes, la mayoritaria sunnita, que tiene entre el 85 y el 90% de la población musulmana del mundo y la minoritaria chiíta, que posee entre el 10 y 15%, comparten muchísimas características.
Ambas ramas creen en el carácter divino del Corán y están convencidas de que Mahoma es el último profeta. Asimismo recogen la tradición bélica del islam y creen que una tierra que fue musulmana alguna vez debe serlo para siempre. Las dos están convencidas de la superioridad del islam sobre todas las demás religiones y consideran que la verdadera justicia en la tierra sólo es posible bajo su hegemonía. Además, ambas están profundamente imbricadas en la política y propugnan la teocracia como forma ideal de organización del estado.
Todas las religiones están estructuradas en torno a sus mitos fundacionales, pero sin duda el islam es la que vive su historia con mayor intensidad. El tiempo de Mahoma es revivido una y otra vez, como si de alguna manera fuera el presente.
Ese es probablemente el gran problema que el islam tiene con el mundo contemporáneo. Cuando se vive espiritualmente en el pasado, no hay claridad de miras para ver el futuro.
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