La opinión pública mundial se halla conmocionada ante los informes de observadores de la ONU según los cuales el ejército sirio de Bashar al-Assad ha torturado y usado como escudos humanos en sus carros de combate a niños, para evitar ser atacados por las tropas rebeldes.
Mientras áreas como Homs y Haffa siguen siendo batidas por la artillería pesada, helicópteros y morteros del ejército, ignorando la propuesta de paz de Kofi Annan, la diplomacia internacional sigue esperando que China y, muy especialmente Rusia, den un paso al frente para frenar la matanza de civiles.
Desde la primavera del 2010, cuando estalló la rebelión en varios países árabes, el régimen de Damasco se ha empleado brutalmente para reprimir lo que juzga un ataque exterior en su contra y que contabiliza más de 13.000 muertos civiles.
Los informes de Naciones Unidas ahora publicados explican que, según varios testigos, en el ataque contra la ciudad de Ayn l'Arouz, en la provincia de Idlib, el pasado 9 de marzo, «los niños fueron sacados por la fuerza de sus hogares y utilizados por los soldados y milicianos como escudos humanos, colocándolos frente a las ventanas de los autobuses que transportaban al personal militar en la incursión en la aldea».
Otros niños cuentan que fueron golpeados, con los ojos vendados, sometidos a posiciones de estrés, atados con cables, quemados con cigarrillos y en algunos casos sometidos a descargas eléctricas durante los interrogatorios.
También algunos niños fueron atados en el exterior de los carros de combate para ser utilizados como escudos humanos en las incursiones en zonas rebeldes.
La representante de la ONU para Niños y Conflictos Armados, Radhika Coomaraswamy, explicó que nunca había visto algo así en ningún otro conflicto.
El conflicto sirio está llegando a un nivel de crueldad que golpea las conciencias de la opinión pública mundial. Es preciso acabar con esas matanzas de civiles y el uso de niños para proteger a los soldados en combate.
Rusia y China tiene una enorme responsabilidad en la prosecución de un conflicto que clama al cielo e impensable en el siglo XXI.
El plan de paz de Kofi Annan, que obtuvo en su momento un gran respaldo internacional, es un buen instrumento para detener esa inhumana masacre, pero se convierte en escritura sobre el hielo si Moscú y Pekín siguen mirando hacia otra parte y alentando la implementación de una mesa de negociación entre las partes que acabe con las matanzas.
Es preciso que la ONU y la diplomacia internacional presionen al límite a los dirigentes rusos y chinos para conseguir que se ponga fin a esas masacres.
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