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Entre Esparta y Masada

Muchos ciudadanos israelíes suelen creerse amos de la tierra y del mundo, más astutos que cualquiera; después de todo, a quién le importa si plantamos otro olivo en Kedumim o Bet-El. Pues bien, el mundo nos permitió hacerlo durante 40 años. Ahora exige el pago.

Hace muchos años, a mediados de 1960, el entonces General Rehavam Zeevi elaboró un plan de contingencia al que llamó "Escenario total". Con él intentaba responder a la siguiente pregunta: ¿Qué pasaría si todos los estados árabes se unen contra Israel?

Del lado negativo del balance puso a los estados musulmanes, lejanos y cercanos, hasta Pakistán. Del lado positivo, Irán, Turquía y, por supuesto, Estados Unidos y los países europeos.

El balance jugó a favor de Israel. ¿Quién podía superarnos en ese entonces? El resultado de la Guerra de los Seis Días demostró evidentemente que las estimaciones de Zeevi eran correctas e inteligentes. Triunfamos a lo grande.

Sin embargo, poco a poco (y algunos dirán, rápidamente) nubes de guerra van cerniéndose sobre nosotros. Habría que ser sordo, tonto y ciego para ignorar lo que ocurre a nuestro alrededor. Ciertamente, algunos acontecimientos nada tienen que ver con Israel; no obstante, al final todo habrá de repercutir directamente sobre el Estado hebreo.

El odio a Israel es la única causa que puede congregar a los rebeldes libios y a los seguidores de Gaddafi, a los sunítas y a los chiítas en Siria y a los revolucionarios en Egipto. Un buen ejemplo de esto lo constituye Egipto. Cuando estalló la "primavera árabe", había gente en Israel que se consolaba diciendo: no hay manifestaciones anti-israelíes en El Cairo; no hay gente quemando banderas israelíes en las calles. Ahora nos damos cuenta de la insensatez de tales comentarios.

Sin embargo, a diferencia del "escenario total" formulado por Zeevi, esta vez Irán (que está cerca de obtener una bomba nuclear) y Turquía (con su enorme ejército) se encuentran del lado negativo del balance.

En este contexto, resulta gracioso escuchar a nuestros dirigentes cuando declaran su firme voluntad de recortar miles de millones del presupuesto asignado a la seguridad. A fin de cuentas, y luego de algunos apasionados parloteos, ni un solo centavo será recortado. Incluso, no debería sorprendernos si, en efecto, la partida presupuestaria destinada a la seguridad termina acrecentándose.

Ningún líder político desea tener que vérselas con soldados, quienes en la Guerra de Yom Kipur (1973) robaron (no cabe otra palabra para describir el suceso) equipos de otras unidades con el fin de unirse a los combates. ¿Qué hay de la educación y el bienestar social? Son cuestiones importantes, pero la vida es algo más importante.

También se le puede echar la culpa a Binyamín Netanyahu por la difícil situación que le toca enfrentar a Israel, pero hay que decir la verdad: Los culpables son casi todos los ciudadanos de Israel desde mucho tiempo ya, independientemente de su afiliación política, quienes durante muchos años creyeron que el mundo es idiota, que la comunidad internacional preferiría ignorar lo que sucede en los territorios, permitiéndoles a los judíos regresar a lo que hoy son comunidades árabes.

Las personas de por aquí suelen creerse los amos de la tierra y del mundo, más sabios y más astutos que cualquiera; después de todo, a quién le importa si plantamos otro olivo en Kedumim o en Bet-El.

Pues bien, el mundo nos permitió hacerlo durante unos 40 años, pero ahora nos exige el pago de un precio.

Próximamente, Tzáhal comenzará a preparar planes de contingencia en caso de que tengamos que luchar contra Egipto, Jordania, Libia, Irán, y posiblemente Turquía, los palestinos y Siria.

Dentro de dos meses nos dirán que es imposible recortar ni un solo centavo del presupuesto de seguridad, porque el camino a Masada exige una escala en Esparta.

Fuente: Yediot Aharonot - 2.10.11
Traducción: www.argentina.co.il