La blasfemia, es decir, la falta de respeto a dogmas o símbolos religiosos, hace tiempo que no es un crimen en el mundo occidental. Gracias al iluminismo y a la Revolución Francesa, la tolerancia hacia ideas polémicas desde el punto de vista religioso, se ha convertido en parte inseparable de la vida de las sociedades democráticas.
La situación es muy diferente en los países islámicos en los que la religión sigue dominando la vida social. Hasta hoy existe la pena de muerte por blasfemia en Afganistán, Bahrein, Irán, Mauritania, Omán, Pakistán, Yemen, Arabia Saudita y Gaza. Un poco más liberales pero no mucho son Argelia, Bangladesh, Egipto, Irak, Kuwait, Libia, Malasia, Maldivas, Marruecos, Somalia, Túnez y Emiratos Árabes Unidos donde la blasfemia es castigada con penas diversas de prisión.
¿Cómo se manifiesta esto en la práctica?
Un extenso y detallado informe del diario pakistaní en inglés «Dawn» del 19 de setiembre de este año, brinda una idea de lo que significa la aplicación de la ley contra la blasfemia en ese populoso país musulmán. Lo que sigue es una pequeña selección de los numerosos datos brindados por el informe preparado por Tabinda Siddiqui.
Las leyes contra la blasfemia datan de 1988 y fueron incluidas en la Constitución por la dictadura del general Zia ul Haq. Desde el año de su implantación hasta 2010 hubo 1.274 personas acusadas bajo esas leyes. El Código Penal de Pakistán es muy antiguo ya que data de 1860 cuando aún el país estaba unido a la India bajo el protectorado británico y en él había una cláusula contra las ofensas religiosas destinada a evitar la violencia. Pero antes de 1988 sólo se informó de 14 casos de blasfemia.
De hecho, nunca se aplicó la pena de muerte. Sin embargo, 51 personas fueron asesinadas antes de que sus juicios llegaran a su fin.
En 1990, Tahir Ikbal, un ex musulmán convertido al cristianismo y residente en Lahore, fue acusado de insultar al profeta Mahoma y de impartir educación anti-islámica a niños de los cuales era el tutor. Ikbal fue ingeniero aeronáutico y trabajó en la Fuerza Aérea de Pakistán antes de quedar paralizado en un accidente y obligado a moverse en silla de ruedas. Él vivía cerca de una mezquita y su cambio religioso fue profundamente resentido por un clérigo local que lo acusó de insultar al profeta Mahoma, dar enseñanza anti-islámica a niños y profanar el santo Corán por subrayar las páginas con una lapicera de color verde. La Corte le negó el derecho de salir en libertad bajo fianza y falleció en la prisión en julio de 1992, presuntamente por haber sido envenenado.
En 1991, Chand Barkat, un vendedor de brazaletes en Karachi fue acusado de blasfemia por otro similar, Arif Hussain, por celos profesionales. A Barkat le fue negada la libertad bajo fianza durante 15 meses a pesar de que seis testigos musulmanes dijeron en la Corte de que no existían pruebas válidas de parte de la acusación. Finalmente fue liberado en 1993 pero tuvo que esconderse debido al acoso de sus vecinos. Conocedores del caso afirman que el acusador formó un grupo que quería matar a Barkat, por lo cual él debió fugarse de Karachi y esconderse.
En 1993 Salamat Masih, de 11 años, Manssur Masih de 38 y Rehmat Masih de 44 fueron acusados de escribir observaciones blasfemas en una pared perteneciente a una mezquita. La queja fue presentada por un predicador que los acusó de escribir insultos contra el Islam y de arrojarlo al interior de la mezquita y luego escribir los mismos insultos en la pared. Salamat Masih, y Manssur Masih eran analfabetos pese a lo cual los tres fueron arrestados en el mes de mayo. El niño Salamat fue liberado bajo fianza por ser menor y también lo fueron en enero de 1994 los otros acusados. Sin embargo, Mansur fue asesinado fuera del tribunal luego de comparecer ante los jueces en abril. Los restantes fueron heridos pero sobrevivieron. En febrero de 1995, Salamat y Rehmat fueron condenados a muerte pero fueron luego perdonados por la Corte Suprema de Lahore, que aceptó el argumento de que como eran cristianos y no estaban familiarizados con el idioma árabe no sabían como escribir el nombre de Alá en árabe. Más tarde huyeron del país al recibir amenazas de muerte. En 1997, el juez Arif Iqbal Shatti fue asesinado por haber defendido a Rehmat y Salamat Masih. En 1998 la policía arrestó a un hombre llamado Sher Khan, que confesó haber matado al juez por haber otorgado una amnistíaa Rehmat y Salamat Masih. Pero días después del arresto, el hombre desapareció misteriosamente de la custodia policial.
En 1996, Ayub Masih, un obrero de construcción, fue arrestado cuando sus vecinos lo acusaron de propagar el cristianismo y de inducir a sus amigos a leer el libro «Versos satánicos» de Salman Rushdie. Un vecino musulmán presentó la acusación diciendo que durante una conversación privada, Masih afirmó que el cristianismo es mejor que el Islam y elogió la novela de Rushdie. Según Masih, el objetivo de su vecino al hacer la falsa acusación fue apoderarse del pequeño terreno junto a su casa. En 1997, el acusador disparó contra Masih fuera del tribunal pero la bala no dio en el blanco. En 1998, Masih fue condenado a muerte, pero en abril su sentencia fue suspendida luego del suicidio del obispo John Joseph quien puso fin a su vida en protesta por la sentencia a Masih. En 1999 fue atacado en la cárcel por cuatro personas sentenciadas a muerte pero no se adoptó ninguna medida contra los atacantes. En 2002, Masih fue declarado inocente luego de que su abogado alegara que toda la acusación sólo se basaba en el testimonio de una persona que carecía por completo de pruebas.
En 2003, Samuel Masih, un cristiano, fue arrestado bajo la acusación de escupir en la pared de una mezquita. Mientras estuvo bajo custodia policial se enfermó de tuberculosis y fue enviado al hospital para ser tratado. Fue asesinado en el hospital por el oficial de policía Faryad Alí, uno de sus escoltas. El asesinato fue cometido con un martillo en presencia de otros oficiales. El asesino se justificó diciendo que había cumplido con su deber como musulmán. La familia fue notificada dos días después de la muerte y el matador fue formalmente acusado de asesinato.
El mismo año, el periodista Munawar Mohsin publicó en el diario «Frontier Post» un artículo titulado «Porqué los musulmanes odian a los judíos», y en el cual, al parecer, criticó al Islam, fue sentenciado a cadena perpetua. El diario tuvo que publicar una disculpa y el periodista, además de ser sentenciado a cárcel de por vida, tuvo que pagar una multa de 500.000 rupias.
En 2006, Qamar David fue arrestado luego de que algunos musulmanes denunciaron que habían recibido mensajes de texto blasfemos suyos. Fue sentenciado a cadena perpetua en 2010 y murió en la cárcel de un ataque cardíaco en 2011.
En enero de 2011 el ministro Salma Taseer fue asesinado por su guardaespaldas porque censuró la aplicación de la ley de blasfemia contra una mujer, Asia Tibi, en un veredicto que provocó una ola de protestas en el mundo.
La situación en Pakistán no es la peor. En julio de este año, en Arabia Saudita, luego de la detención del blogger Hamza Kashgari, de 23 años, el consejo religioso ultra-conservador de la Shura resolvió hacer aún más severa la legislación ya de por si draconiana contra la blasfemia. En 2009, Amnesty International, denunció que «por lo menos 102 hombres y mujeres, 39 de ellos extranjeros, fueron ejecutados en 2008; muchos de ellos por delitos no violentos, lo que incluye venta de drogas, sodomía, blasfemia y apostasía.
Por otra parte, el lobby musulmán en Naciones Unidas trata de obtener una resolución criminalizando la «islamofobia», un concepto muy elástico en el que se pueden toda clase de críticas que no complazcan a dirigentes o clérigos islámicos. Hasta ahora no lo ha logrado pero el tema se plantea en cada Asamblea General.
Por otra parte, en 2009, una organización liberal norteamericana, el «Center for Inquiry» (Centro pro investigación) creó el Día Internacional de Derechos de Blasfemia. La fecha elegida fue el 30 de setiembre, el aniversario de la publicación de las caricaturas danesas que fueron el pretexto para una ola de violencia en el mundo musulmán que provocó 137 muertes.