Israel quisiera sin duda en estos momentos poder dar marcha atrás en el tiempo. 25 años hacia atrás, o un poco más, cuando se estaba gestando el nacimiento de la organización fundamentalista islámica palestina Hamás.
En un primer momento, las autoridades israelíes la veían como un posible contrapeso a la fuerza de la OLP de Yasser Arafat, que era en aquel entonces su enemigo principal.
Hoy, lo ven como un monstruo peligroso, una organización terrorista que no sólo tiene una agenda radical abiertamente declarada, sino que, además, es quien gobierna en forma absoluta la Franja de Gaza.
Movimiento de Resistencia Islámica, ese es el nombre completo, traducido del árabe, de las siglas Hamás, fundada en diciembre de 1987, al comienzo de la primera Intifada palestina contra Israel, por el jeque Ahmed Yassín, Abd el-Aziz al-Rantisi y Mahmud al-Zahar. Este ultimo es el único que queda con vida, habiendo sido Yassín y Rantisi eliminados por Israel.
Hamás es una organización que desde un principio dejó en claro que no acepta términos medios. Su discusión con Israel no es sobre tal o cual frontera sino que se opone a la existencia misma del Estado judío y apoya la «lucha armada» como única opción contra «el enemigo sionista».
Cada tanto, distintos líderes de la organización dejan la impresión de una supuesta moderación, al conceder entrevistas a medios extranjeros occidentales, en las que hablan en favor de «un Estado palestino en las fronteras del '67».
Sus interlocutores lo interpretan como una aceptación de un Estado palestino «sólo» en dichos límites y por ende, un «Sí» a que Israel viva como Estado separado en el resto del territorio. Pero se trata, de hecho, de una ilusión que las propias figuras de Hamás no demoran en desmentir.
Hace unos años, una de las primeras veces que el jefe de Hamás en Gaza, Ismail Haniyeh, habló en esos términos, sobre las fronteras del '67, uno de sus propios asesores, Muhamad Madhun, admitió en una entrevista con este diario, al ser cuestionado insistentemente sobre la visión de fondo de lo planteado, que Hamás no reconocerá a Israel y que «no podemos ahora comprometernos al fin del conflicto».
Pero hay ejemplos mucho más recientes y tajantes. El mes pasado, el jefe del así llamado «departamento politico» de Hamás, Khaled Mashal, señaló en una entrevista con la CNN la posibilidad de una solución de paz al conflicto con Israel, que podrían terminar transando ambas partes.
Sin embargo, hace una semana y media en Gaza, durante los festejos por los 25 años de Hamás, el mismo Mashal, sintiéndose evidentemente en casa, en su medio, pronunció uno de los discursos más radicales en la historia de Hamás, reiterando explícita y categóricamente que la organización no renunciará «ni a una pulgada de Palestina», lo cual significa que para Hamás, también el Estado de Israel es «territorio ocupado».
La seria problemática es que no se trata meramente de una ideología de principios radicales, sino de una organización que por más que en el plano interno palestino se haya dedicado también a obras sociales - lo cual le ha servido como gran fuente de poder e influencia -, en el plano regional ha perpetrado numerosos atentados atacando intencionalmente blancos civiles israelíes.
La organización comenzó atacando blancos militares y policiales israelíes, secuestrando soldados y asesinándolos. Pero rápidamente convirtió a los civiles en sus blancos principales.
Especialmente notorio fue durante la segunda Intifada, en la que numerosos atentados suicidas fueron cometidos por terroristas de Hamás en autobuses, restaurantes, cafés, discotecas, hoteles y todo tipo de sitios frecuentados por civiles en ciudades y pueblos de todo Israel.
A comienzos del 2001 abrió un nuevo frente, al empezar el lanzamiento de cohetes y misiles desde Gaza hacia las localidades del sur de Israel.
Hoy, 25 años después de su fundación, Hamás, desde su punto de vista, es mucho más fuerte que en aquel entonces, al nacer. La propia visita de Mashal a Gaza es un símbolo de ello.
Hace 15 años, el también entonces primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, ordenó al Mossad eliminar a Mashal en Jordania, pero la operación fracasó, los agentes fueron detenidos y Netanyahu debió enviar el antídoto para el veneno que se le había inyectado a fin de evitar la ruptura de relaciones con Jordania. Además, tuvo que liberar de la cárcel al jeque Yassín a fin de que los miembros del Mossad pudieran regresar a Israel
Esta vez Mashal entró en Gaza como un verdadero héroe, bajo una recepción oficial, como si fuera un Estado quien lo recibía.
De fondo, la gran pregunta es qué pasará en el plano interno palestino, si acaso se logrará la reconciliación entre Hamás y Al Fatah y si, en caso de concretarse, ésta significará el comienzo de la cuenta regresiva hacia la victoria de Hamás también en Cisjordania, lo cual sería el fin de la Autoridad Palestina y el comienzo de nuevas y más preocupaciones para Israel.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay