El «Daily News» de Egipto informó que la Corte Nacional Administrativa había fallado la semana pasada que el popular «canal de danza del vientre», Al-Tet, fuera sacado del aire por transmitir sin licencia.
¿Quién diría que Egipto tiene un canal de danza del vientre? Es evidente que es sumamente popular pero, al parecer, ofensivo para algunas de las fuerzas islamistas en surgimiento.
No está claro cuánto tuvo que ver el partido de los Hermanos Musulmanes con la prohibición sobre dicha danza, pero lo que es claro que nadie en Egipto se está divirtiendo en últimas fechas.
El país está más dividido que nunca entre islamistas y menos religiosos y partidos liberales, en tanto la divisa egipcia ha perdido 8% de su valor contra el dólar en los últimos dos meses.
Un aspecto incluso más perturbador es que últimamente se han dado marcados aumentos en casos de brutalidad policial y violación dirigidos a manifestantes de la oposición. Todo se está sumando hasta la primera impresión de que el presidente Mohamed Mursi y los Hermanos Musulmanes están desperdiciando su primera oportunidad en el poder.
En algún momento de los próximos meses, Mursi visitará la Casa Blanca. Él sólo tiene una oportunidad para dejar una segunda impresión si quiere continuar recibiendo ayuda del Congreso estadounidense. Pero, mientras más veo del mandato de los Hermanos Musulmanes en Egipto, más me pregunto si tendrá una segunda impresión que ofrecer.
Desde el comienzo de la revolución de 2011 en la Plaza Tahrir, cada vez que los Hermanos Musulmanes enfrentaron la disyuntiva de si se comportaban de una manera aislada o tomaban un poco más de poder, fiel a sus tendencias bolcheviques tomaron más poder y sacrificaron la inclusión. Esto fue cierto ya fuera con respecto a cuán rápidamente efectuar elecciones - antes de que la oposición se pudiera organizar - o cuán rápidamente trazaban y votaban por una nueva constitución - antes de que se pudieran resolver las quejas de la oposición - o cuán ampliamente se debería incluir a figuras de la oposición en el Gobierno - tan poco como sea posible.
La oposición no carece de responsabilidades - se ha tardado demasiado en poner la situación en orden - pero la toma de poder de Mursi lo perseguirá tenazmente.
Egipto está en mala condición económica. El desempleo juvenil es rampante, todo está en deterioro, el turismo, la inversión extranjera y las reservas han bajado marcadamente. Debido a esto, el país necesita un rescate del FMI. Sin embargo, cualquier rescate involucraría dolor económico - incluidos recortes en subsidios de comida y combustible para reducir el déficit presupuestario, siempre creciente. Eso dolerá.
A fin de que los egipcios se apunten para ese dolor, una gran mayoría necesita sentirse dedicada al Gobierno y su éxito. Y ese no es el caso actualmente. Mursi necesita con desesperación un gobierno de unidad nacional, integrado por una amplia gama de partidos egipcios pero, hasta la fecha, los Hermanos Musulmanes no han logrado alcanzar un entendimiento con el Frente de Salvación Nacional, la coalición opositora.
Además, Egipto necesita inversión extranjera para crear empleos. Actualmente hay miles de millones de dólares de capital egipcio yaciendo fuera del país, debido a que inversionistas egipcios, particularmente cristianos, temen que les confisquen dinero o que ellos mismos sean arrestados bajo cargos engañosos, como les ocurrió a algunos tras la caída de Mubarak.
Una de las mejores cosas que Mursi podría hacer por sí mismo y por Egipto sería anunciar una amnistía para todo aquel de la era de Mubarak que no tenga las manos manchadas de sangre o que no pueda demostrarse que robó recursos del Gobierno. Egipto necesita cada onza de su propio talento y capital que pueda movilizar de vuelta a casa. Este no es momento para vengarse.
Sin embargo, los Hermanos Musulmanes no sólo necesitan una nueva estrategia que los rija. Necesitan entender que su versión de islam político - que se resiste a darles poder a las mujeres y tanto al pluralismo religioso como al político - pudiera ser sostenible si esto fuera Irán o Arabia Saudita y tuvieran descomunales reservas de petróleo y gas para comprar todas las contradicciones entre tu ideología y el crecimiento económico. Pero, si uno es de Egipto y esencialmente su único recurso natural es su gente - hombres y mujeres -, necesita estar tan abierto al mundo y la modernidad como sea posible para desatar todo su potencial para el crecimiento.
En resumen: Ya sea que los Hermanos Musulmanes cambien o fracasen; y mientras más pronto se den cuenta de eso, mejor. Entiendo por qué el equipo del presidente Barack Obama prefiere transmitir el mensaje en privado: para que las fuerzas políticas en Egipto no empiecen a concentrarse en nosotros, en vez de en sí mismos. Eso es prudente. Sin embargo, no creo que estemos transmitiendo este mensaje con suficiente fuerza.
Además, ciertamente los defensores de la democracia egipcia no lo hacen. En una carta abierta dirigida a Obama la semana pasada en el semanario «Al-Ahram», el activista egipcio por los derechos humanos, Bahieddin Hassan, le escribió a Obama que las «posturas de silencio de su Administración han dado protección política al presente régimen autoritario de Egipto y permitido que, temerariamente, ponga en marcha políticas antidemocráticas y cometa numerosos actos de represión».
No sería saludable que nosotros recreáramos con los Hermanos Musulmanes el acuerdo que teníamos con Mubarak. Esto es, sólo pórtese bien con Israel y sea agresivo con los yihadistas y puede hacer lo que usted quiera a su propio pueblo allá lejos. Tampoco será posible. El pueblo egipcio toleró eso bajo Mubarak durante años. Sin embargo, ahora están movilizados, y han perdido su miedo.
Tanto nosotros como Mursi necesitamos entender que este viejo acuerdo ya no es sostenible.
Fuente: The New York Times
Traducción: www.israelenlinea.com