La reciente visita del emir de Qatar, el jeque Hamad bin Khalifa al-Thani, a la Franja de Gaza, fue la primera de un jefe de estado a ese territorio desde la sangrienta toma del poder de Hamás en 2007.
Mucho se habla desde hace años del programa nuclear de Irán y conceptos diversos relacionados al mismo son mencionados por doquier, como si fuera lo más común comprender qué es «uranio enriquecido», qué son «centrifugas» y dónde está Busher.
El mundo árabe parece descubrir tardíamente que sus males no provienen de conspiraciones externas ni que sus problemas se deben a la diabólica presencia de un Estado judío en Oriente Medio.
La ola de furor islámico se ha tranquilizado después de dejar un saldo de más de 50 muertos, la mitad de ellos en Pakistán. También fue un jerarca pakistaní, el ministro de Ferrocarriles, quien instituyó un premio de 100.000 dólares a quien ajusticie al autor del video ofensivo contra el Islam.
En noviembre de 2002, el entonces primer ministro israelí, Ariel Sharón, alertó a sus aliados norteamericanos sobre el peligro que suponía para la seguridad de los países de Oriente Medio el relativamente poco conocido programa nuclear iraní.
Un recorrido por los medios de prensa del último año nos mostraría una incesante presencia de debates e interrogantes acerca de la proximidad o no de un ataque israelí contra las instalaciones nucleares de Irán. Más precisamente de cuatro plantas fundamentales, dos de las cuales están altamente protegidas bajo tierra y blindajes varios.
Recientemente un alto jefe de la Guardia Revolucionaria iraní advirtió a quienes llamó «árabes odiados» de las consecuencias de su eventual intervención en los asuntos sirios.
En los últimos años los analistas de política internacional se han interrogado una y otra vez por la mayor o menor proximidad de un ataque aéreo y misilístico de Israel y Estados Unidos sobre centros vitales del programa nuclear iraní. Diversas fechas y momentos se han barajado sin que finalmente eso ocurra.
Todos los esfuerzos diplomáticos que se han ensayado para poner término a la crisis en Siria no han llegado a destino. El propio Kofi Annan ha debido reconocer que sus esfuerzos han sido hasta ahora estériles y que las partes en conflicto se resisten a deponer las armas, acordar un alto el fuego e iniciar un proceso de diálogo en busca de una solución.