A diferencia de lo que estamos acostumbrados, estos días llegan buenas noticias desde Beirut: Después de reunirse con líderes libaneses, el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, afirmó ante los medios de comunicación, que está «muy preocupado por la capacidad militar de Hezbolá y la falta de progreso en la política de desarme». «Todo ese armamento fuera de control del legítimo Gobierno libanés, no puede ser aceptable», agregó.
Una noticia publicada el pasado 17 de enero en el diario israelí "Haaretz" llamó la atención de numerosos observadores de la situación de Oriente Medio en todo el mundo. Un grupo de 30 musulmanes chiítas devotos celebraron en Gaza el fin de los 40 días de duelo por la muerte del Imam Hussein - fundador de la corriente chiíta del Islam en el año 680 -, cuando activistas de Hamás irrumpieron violentamente en la casa donde se realizaba la ceremonia religiosa y arrestaron a catorce de ellos y golpearon a los demás.
La tierra en la que nació Jesús alberga hoy sólo a un relativamente pequeño número de cristianos. En Tierra Santa, término aplicable, según la tradición cristiana, tanto a lo que es hoy el Estado de Israel como a los territorios gobernados por la Autoridad Nacional Palestina, los cristianos constituyen una reducida minoría
Es un axioma que se repite con frecuencia en la historia: una cosa es la ideología en la oposición, otra, muy diferente, es la confrontación de la ideología con la realidad cuando se llega al poder. En el caso de Egipto, no cabe duda de que los islamistas, virtuales ganadores de las elecciones (a pesar de acusaciones fundadas de casos de fraude electoral) se encontrarán con el gran dilema: aplicar su estricto programa religioso o aceptar que para recuperar sus ingresos de turismo, el país debe abrirse al mundo con todas las consecuencias que esto puede acarrear.
Apenas si fue mencionado en los medios de comunicación israelíes e internacionales, pero lo que sigue concierne a la totalidad de la civilización occidental: El sábado pasado, grupos violentos de radicales islámicos salafistas quemaron el famoso instituto científico fundado por Napoleón en Egipto tras su primer encuentro con Occidente. Algunos historiadores lo consideran el principio de la época moderna de Oriente Medio.
Bashar al-Assad amenaza. Advierte. Pero cada vez está más acorralado. Vergüenza de Rusia y China, que todavía protegen el régimen y tutelan su impunidad sangrienta entre protocolos de muerte y martirio que se suceden cada día.
El resultado de las elecciones en Túnez, Marruecos y Egipto pone en evidencia una clara tendencia: el ascenso del islamismo militante. Las causas son comprensibles: la mezquita sigue siendo el centro de la vida comunitaria, las organizaciones religiosas han sustituido con éxito a los gobiernos en las tareas de ayuda social, las grandes masas viven en sociedades tradicionales apenas tocadas por los cambios sociales producidas en el mundo occidental en el siglo XX y la cultura que impregna todas las manifestaciones de la vida es la religiosa
"Si Egipto es la cabeza del mundo árabe, Siria es su corazón". Esta sentencia bien conocida en Oriente Medio planeó durante buena parte de la histórica votación de la Liga Árabe que, desde la "cabeza egipcia" atacaba directamente su corazón, contra el que impuso las primeras sanciones económicas contra un miembro en la historia de la organización.
Israel enfrenta la mayor erosión de su entorno estratégico desde su fundación. Se ha alejado de su antiguo aliado, Turquía. Su archienemigo, Irán, es sospechoso de desarrollar una bomba nuclear. Los dos estados más poderosos de su frontera - Siria y Egipto - se han convulsionado por las revoluciones. Los dos estados más débiles de su frontera - Gaza y el Líbano - están controlados por Hamás y Hezbolá
La cultura árabe musulmana se nutre del odio al otro, al diferente, al infiel, y particularmente al judío. En un mundo que no conoció ni el Renacimiento, ni la Ilustración, ni reformas religiosas genuinamente modernizadoras, la cultura del odio tiene raíces muy profundas