El 18 de agosto pasado Oriente Medio volvió a una sangrienta rutina tristemente conocida: ataques terroristas contra Israel y represalias que terminan temporalmente con alguna frágil tregua.
Los diamantes bien pueden ser eternos, pero los tratados de paz firmados por Israel con dictaduras, no: su duración es limitada; persisten tanto como la dictadura misma, y en esta época precisa, eso está muy por debajo de lo que suele considerarse eterno.
Ni los expertos occidentales ni los árabes están seguros de la firmeza de las convicciones democráticas de los islamistas y de su disposición a respetar ideas frontalmente divergentes a las suyas. ¿En qué medida una religión exclusivista de fuerte identidad política es conciliable con la pluralidad de partidos y de ideas?
Ocho israelíes (seis civiles, un soldado y un policía) murieron y más de 30 resultaron heridos este jueves en una serie de atentados perpetrados en el sur del país, a unos 20 kms al norte de la ciudad de Eilat, por una o más células terroristas infiltradas al parecer desde el vecino territorio egipcio.
Nadie está feliz de cara a septiembre, ni los que amenazan ni los amenazados. Pero aún se puede hacer un cambio que mejore la situación. Es decir, una resolución equilibrada de la Asamblea General de la ONU que conceda a las dos partes la mayoría de sus exigencias.
Protestas callejeras, manifestaciones populares, miles y miles se molestan en salir de sus casas para exigir lo que consideran justo y quejarse contra lo que ven mal. Es bueno, es sano, es propio de democracia. Y está pasando hoy en Israel.
Las protestas populares sólo ponen en evidencia que Netanyahu carece de ejército que lo respalde. Quienes están enojados con él y sospechan que esconde segundas intenciones no le darán su apoyo para ir a la guerra, ni contra Irán ni contra la Autoridad Palestina.
El 30 de junio de este año, el Tribunal Especial para el Líbano, creado por las Naciones Unidas para investigar el asesinato del ex primer ministro libanés Rafic Hariri en febrero de 2005, entregó su acta de acusación al procurador general de Líbano, Said Mirza, así como las órdenes de detención para cuatro altos oficiales del Hezbolá.
El miércoles pasado la agencia de noticias independiente de Irán (INS) anunció que otro funcionario nombrado por el presidente Mahmud Ahmadinejad fue arrestado en Teherán. Se trata de Azadeh Arkadani, el director del Museo Nacional de Irán que fue acusado de tener vínculos con la "corriente desviacionista".
Si todo dependiera de Barack Obama, Binyamín Netanyahu y Mahmud Abbás, los tres estarían sumamente contentos en congelar el momento actual. Sólo que la realidad nunca respondió a aquellos que desearon congelarla.