Decididamente cuando André Malraux hizo su célebre predicción en 1955: "El siglo XXI será espiritual o no será" cometió una gran equivocación. El fanatismo religioso no es espiritualidad. Más bien es todo lo contrario.
El mundo oye desde hace meses que una nueva flotilla se organiza para emprender camino hacia Gaza con el declarado objetivo de romper el bloqueo impuesto por Israel a la franja, alegando sus participantes que la ayuda es esencial dado que en dicho territorio palestino se vive una seria crisis humanitaria.
Es muy probable que uno de los resultados positivos de las masivas manifestaciones contra el gobierno de Mubarak ocurridas en la plaza Tahrir sea el cambio en la política adoptada por el nuevo gobierno de El Cairo en lo relativo a la Franja de Gaza.
Los hechos que determinaron la realidad de Oriente Medio anterior a 1947, y que constituyeron el contexto de la Guerra de la Independencia y de la Nakba, fueron el resultado de la aceptación por parte de Occidente de la narrativa sionista tres décadas antes.
Obama se encontró con un gobierno palestino demasiado dividido como para tomar decisiones y con un esquivo gobierno israelí de derecha lo suficientemente fuerte como para tomarlas, pero sin ninguna voluntad de hacerlo. El refrán dice: "Cuando la vida te da sólo limones, haz limonada".
En lugar de una dirigencia israelí capaz de conducir disciplinadamente su política de ambigüedad, lo que tenemos es un estado de cosas cada vez más desenfrenado. Todo el mundo sospecha de los demás y aquella nube de ambigüedad necesaria termina evaporándose.
Cuando la ONU decida la creación de un Estado palestino, Israel descubrirá que la coexistencia con él es más fácil que la concesión de derechos individuales y colectivos a los palestinos como ciudadanos del Estado. Si Israel opta por otorgar derechos, ya no seremos un Estado judío.
Si los palestinos no fueran a la ONU, Netanyahu debería haber inventado por sí mismo dicha maniobra. El ineficaz intento de internacionalizar el conflicto sirve para rescatar a su gobierno de un curso acelerado sobre cómo negociar una mejor partición de Cisjordania y Jerusalén.
Indudablemente, los acontecimientos en el mundo árabe en el último medio año incluyen elementos "primaverales". Sin embargo, parecería que la metáfora de "las cuatro estaciones", así como la obra del compositor italiano Antonio Vivaldi, sería más adecuada.
La Guerra de 1967 no sólo modificó el mapa militar y político de Oriente Medio: el triunfo israelí introdujo en el discurso una concepción de expansión territorial como recurso de seguridad, idea que hasta la Guerra de los Seis Días era patrimonio del sionismo revisionista.