La muerte del preso palestino Arafat Jaradat, bajo custodia en una prisión israelí, encendió la mecha de la violencia en Cisjordania. Paralelamente, la huelga de hambre iniciada por reclusos palestinos desde hace semanas así como las multitudinarias manifestaciones en solidaridad por sus condiciones, pusieron nuevamente de relieve la fragilidad del ambiente en el que palestinos e israelíes se encuentran.