Los israelíes creen que en el país no hay volcanes activos. Quien no tiene alternativa más que vivir en la cercanía de un volcán, sabe muy bien que no se puede proteger de los riesgos de una erupción tapando el cráter. El magma candente siempre encontrará cualquier otra vía para erupcionar.
Tierras para vivienda de ciudadanos no judíos en Israel, principalmente árabes, son volcanes que los sucesivos gobiernos de Israel trataron de tapar donde explotan para que al poco tiempo entren nuevamente en erupción en otro sitio.
A la Comisión Oficial de Investigación de los trágicos sucesos de Octubre 2000 en Israel bajo la dirección de Theodor Or, juez retirado de la Corte Suprema, le fue necesario sólo un par de frases y un ejemplo para resumir con precisión la caótica situación habitacional de ciudadanos árabes en Israel.
En su informe se menciona: «En sus primeros años de existencia, Israel se apoderó de grandes extensiones de tierras de propiedad árabe. Los actos de confiscación estaban evidente y declaradamente unidos a intereses de la mayoría judía. En las tierras expropiadas se erigieron cientos de poblaciones judías, inclusive ciudades como Nazaret Illit y Carmiel» [1].
El ejemplo señala el destino de las tierras de la aldea árabe Sajnín. Durante el Mandato británico, a esta población le pertenecían 7.000 hectáreas, en su mayoría tierras agrícolas, como fuente de ingresos de sus habitantes. Hoy en día la jurisdicción municipal de esta localidad comprende 970 hectáreas de las cuales sólo la mitad son aprovechables. Conclusión: el territorio a disposición se redujo en un 94% como resultado de expropiaciones masivas. Hoy Sajnín sólo dispone de 191 metros cuadrados por habitante, en relación a los 524 de la ciudad judía de Carmiel, que se construyó en tierras que pertenecían a Sajnín [2].
En el pasado, esta problemática fue la mecha que encendió violentos estallidos populares de árabes israelíes que fueron sofocados con mayor violencia por el Estado. En estos días la sociedad israelí muestra su enraizado racismo e intenciones discriminatorias cuando sectores de la población árabe israelí buscan soluciones pacificas a sus anhelos de progreso o penurias habitacionales.
La Oficina Central de Administración de Tierras de Israel licitó la venta al mejor postor de 48 terrenos de propiedad del Gobierno para la construcción de viviendas en un barrio de la ciudad de Afula. Al finalizar el proceso se informó que los favorecidos de la contienda comercial son todos árabes, ciudadanos de Israel que viven en las aldeas de la región.
De inmediato parte de la población judía de esta ciudad norteña se organizó en manifestaciones de protesta con consignas de alto contenido racista. «La población de Afula se opone a vivir al lado de árabes»; «No queremos perder el carácter judío de Afula»; «Vivimos en paz con nuestros vecinos de aldeas de la región, pero no los queremos aquí»; «Toda casa que construyan será incendiada»; «La ciudad no está en condiciones de ofrecer servicios de educación y culto a una población distinta»; «Un barrio árabe creara problemas especiales, como asimilación» [3].
La clamorosa reacción de los pobladores judíos de Afula se propagó como reguero de pólvora provocando al día siguiente otra airada protesta en Ofakim, ciudad del sur de Israel. «Parte de residentes de Ofakim que adquirieron parcelas en el barrio Nevé Yaakov en las licitaciones de la Oficina Central de Administración de Tierras de Israel, congeló las tramitaciones una vez que se enteraron que 14 familias beduinas, ciudadanos israelíes, también adquirieron tierras en el barrio» [4].
Los argumentos racistas de los judíos sureños, en este caso, compiten por su ignominia con los de sus pares de Afula. «Los beduinos no van a respetar nuestra zona»; «Ellos van a cortejar a mujeres judías y nosotros no queremos que ningún árabe salga con una judía»; «No somos racistas, pero cada uno tiene que vivir en el lugar más apropiado para él»; «Viviendas beduinas bajarán el precio de nuestras propiedades».
Lo más alarmante de esta situación no emana del hecho de tratarse de acontecimientos racistas en una sociedad que sus líderes se empecinan en declarar que se rige por valores judaicos. El espanto es mayor por el desinterés general que demuestra la mayoría de la sociedad cuya consecuencia casi automática es la normalidad de lo degenerado.
En verdad, no hay que ir muy lejos para detectar el faro que ilumina este vicioso camino del racismo en el Estado judío. La misma Corte Suprema de Justicia dio luz verde a un proyecto edilicio en tierras licitadas por la nombrada Oficina Central de Administración de Tierras de Israel destinado «sólo para judíos» en la ciudad de Yaffo, mayoritariamente habitada por árabes. Lo más bochornoso de la resolución fue basarse en un argumento técnico y no sustancial: Se trata de un atropello, pero «es un hecho consumado» [5].
En una sociedad como la israelí de estos tiempos, es muy difícil suponer que aquellos árabes que ganaron la licitación en Afula lleguen a festejar la inauguración de su nuevo hogar. En una ciudad que otorgó en las últimas elecciones más del 70% de sus votos a los partidos de la actual coalición de Netanyahu, muy probablemente diferentes fuerzas subterráneas ya estarán operando con el objetivo de garantizar una «Afula judía». Ciudadanos árabes israelíes, sobre la base de las normas del Estado judío, deberán recurrir a la ayuda de Mahoma.
Los volcanes sociales continuarán en erupción.
Ojalá me equivoque...
[1] «Comisión Oficial Investigadora de los trágicos sucesos de Octubre 2000»; Informe final; Agosto 2003.
[2] «Israel es responsable del extremismo de árabes israelíes»; The Marker; 3.6.10.
[3] «Toda casa que se construya será incendiada»; Walla; 7.12.15.
[4] «Beduinos compraron tierras en Ofakim: los pobladores están furiosos»; Walla; 8.12.15.
[5] «La Corte Suprema autorizó: Proyecto sólo para judíos en Yaffo»; Sociedad de Protección de Derechos de Ciudadanos; 7.11.10.