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El monstruo volvió a despertar

antisemita77El 1° de noviembre de 2005, la Asamblea General de la ONU mediante la Resolución 60/7 decidió señalar el 27 de enero de cada año como el «Día Internacional de Conmemoración en memoria de las Víctimas del Holocausto», por lo que desde hace más de una década en esa fecha se realizan actos de corte político donde se hace alguna mención a la conmemoración, aunque por lo general en ciertas esferas, se pretende manchar la memoria de las víctimas al mezclar la Shoá con los conflictos actuales de Oriente Medio o con el insistente negacionismo que toma fuerza entre grupos principalmente de carácter judeofóbico, algunos de los cuales ocultan su odio al judaísmo criticando la ideología política del sionismo de forma general; en general desconocen que existen diferentes ramas de dicha ideología, pero eso es tema de otro artículo.

En este año 2016, se puede señalar una desagradable diferencia a otras conmemoraciones. La persecución contra los judíos en Europa preocupa a esta minoría que ve el despertar de una gran bestia que nunca ha sido exterminada; el antisemitismo. Éste duerme por épocas, sus crías eventualmente atacan y ante las grandes crisis sociales, económicas y culturales se levanta con gran fuerza, bien alimentada por las circunstancias que vive esa región.

Ese terrible monstruo, se hace acompañar en la actualidad de otra criatura que no tiene un amo fijo y que sirve a los intereses del odio; ese ente inestable es la islamofobia. Su volatilidad sirve para los intereses de los antisemitas de todos los bandos; le funciona a la extrema derecha europea, blanca, cristiana y, aunque parezca mentira, también judía.

Le sirve a la izquierda «progre» y radical que mezcla el supuesto apoyo de la causa palestina y la defensa de la naturaleza «humanitaria» de los inmigrantes musulmanes hacia Europa, y quienes en sus discursos usan el antisemitismo solapado de «anti sionismo» junto con el discurso de que los europeos deben tener las puertas abiertas a esos «infiltrados» como compensación a décadas de colonialismo y acusando de islamofobia a quienes no quieren permitir esos éxodos masivos.

También le favorece a los grupos islamistas que estuvieron absorbiendo grandes masas de musulmanes inmigrantes que llegaron al viejo continente, algunos en carácter de «refugiados» y otros como parte de una campaña de islamización promovida por clérigos musulmanes de Oriente Medio y otros que se encuentran en Europa expandiendo el germen del odio.

El resultado de este antisemitismo en el último año generó oleadas de inmigrantes desde Europa hacia Israel y otros países occidentales no europeos, ejemplo de Francia donde en cerca de 5 años salieron cerca de 13.000 personas, movidos por los actos de odio contra la comunidad francesa que es la más grande de Europa y la tercera más grande del mundo.

Los atentados terroristas contra el colegio de Toulouse en 2012, el ataque contra la sinagoga Don Itzjak Abravanel en julio de 2014 durante una marcha pro palestina, también el atentado contra el Super Casher (junto con el ataque a la revista «Charlie Hebdo») en enero de 2015, así como el ocurrido en París el 13 de noviembre del mismo donde se incluyeron objetivos judíos, se convirtieron en algunos de los detonantes para una masiva salida de judíos de ese país.

Pero en otras naciones europeas, la actitud antisemita y los actos violentos también fueron frecuentes. En Ucrania en la región de Donetsk donde los mensajes contra los judíos preocupan a la comunidad. En marzo de 2014, el rabino Hillel Cohen de la organización Hatzalá fue agredido en Kiev. En febrero del mismo año, la sinagoga Gymat Rosa en Zaporizhia fue atacada con bombas incendiarias.

En Alemania en 2015 se reportó un crecimiento de ataques de corte judeofóbico en un 25% principalmente a manos de turcos y de inmigrantes árabes. La Liga Anti Difamación (ADL) reportó que para ese mismo año, el porcentaje de antisemitismo ubica a Europa Occidental con un 24% de población con actitudes antisemitas siendo Grecia con un 69% el país con mayor cantidad de población que tienen ideas negativas sobre los judíos y Suecia el de niveles menores (4% de la población). Por su parte en Europa Oriental, los polacos con el 45% son quienes presentan el mayor nivel de judeofobia de la zona y la República Checa con 13% los que menos posiciones contra el judaísmo presenta, del poco alentador 34% general de la región.

Y es determinante que además de los actos de los judeofóbos locales, las poblaciones inmigrantes que se están ubicando en Europa traen también el virus del odio judío. El mismo análisis del 2015 indica que al menos un 74% de los ciudadanos de Oriente Medio y el Norte de África tienen ideas negativas del judaísmo, una actitud que acarrean desde la conquista islámica de la región donde, por ejemplo, en el siglo XVI los judíos de Persia eran obligados a vivir en zonas separadas de la ciudad (guetos) por considerarlos impuros, además de vivir otras vejaciones y sometimiento a la legalidad islámica por su condición de «dhimmis»; no musulmanes que pueden vivir bajo la tutela islámica con una normativa diferenciada.

La mayoría de musulmanes de Oriente Medio y Norte de África casi nunca vio un judío, la cantidad de judíos en la región no es tan amplia como para mantener contacto con ellos; salvo Irán con 10.000 judíos aproximadamente, los demás países no cuentan con un número considerable de esta población para decir que saben de qué se trata, pero la propaganda y las enseñanzas de clérigos generan conceptos muy negativos, al punto que se les compara con monos o cerdos, por ejemplo en el sistema educativo de Arabia Saudita, algunos religiosos egipcios o en la Autoridad Palestina, entre otros.

Ocurre también donde la hostilidad no permite que sean muy abiertos a expresar su fe o donde al sufrir alguna violencia no tengan muchas posibilidades de declarar para evitar hostilidades, como ocurrió a mediados del mes de enero cuando en una sinagoga en Teherán sucumbió una de sus paredes y se dañaron varios rollos de la Torá, pero por temor, los dirigentes de la comunidad no se quisieron referir a ello como una situación «no accidental», o la disminuida comunidad judía libanesa que prefiere mantener el anonimato y orar en silencio en sus hogares temerosos del ostracismo y la hostilidad.

Este pensamiento es el que muchos inmigrantes que se movilizaron a Europa llevan como elemento adicional, y que atiza el odio y los ataques contra comunidades que intentaron levantarse después de la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial, por lo que desde varias esferas políticas y religiosas del liderazgo judío se predica, que ahí ya los judíos no tienen nada qué hacer, que salgan ya, como la advertencia que se hizo previo a que los nazis comenzaran su plan de conquista y exterminio.

Esa bestia sólo parecía muerta, en realidad se conservó alerta esperando una nueva oportunidad para dar un nuevo zarpazo con sus afiladas garras y de nuevo intentar arrasar con los valores humanistas.