Finalmente, el plan de Avijai Mendelbit, ahora asesor jurídico del Gobierno israelí, de establecer una tercera zona en el Kotel para que puedan llevarse a cabo rezos mixtos fue aprobado esta semana por el Gabinete de Netanyahu, si bien con la oposición de Shas y Iahadut Hatorá, los dos partidos ultraortodoxos que integran la coalición.
Bibi calificó de justa y creativa la resolución adoptada, que pretende poner fin a un litigio que se remonta casi 30 años - desde que se fundó Mujeres del Kotel, la ONG que lideró la petición de pluralidad de rezos en el Muro de los Lamentos -, pero la polémica subyacente viene de mucho más atrás, de una tensión histórica en el seno del judaísmo.
En el mundo globalizado, las religiones someten su futuro a una dualidad complicada. Renovarse para no morir, pero sin abjurar del documento de identidad. Las religiones, especialmente la judía y la cristiana, evolucionan a lo largo del tiempo, la mayoría de las ocasiones mediante cambios profundos y dramáticos. Las que no lo hacen, o aquellos de sus adeptos que se niegan a hacerlo, son tenidas por inmovilistas, presas del fanatismo. Por otro lado, la pérdida de esencias y auras provoca que muchos fieles se queden en casa y no acudan a los templos.
Ciertamente, la primera religión en evolucionar y afrontar esta dualidad fue el judaísmo. De hecho, el judaísmo ortodoxo es una reforma, y no precisamente la primera. Según la Biblia, la primera la llevaron a cabo Ezra y Nehemia. Y es el judaísmo también una religión que constantemente intentó equilibrar su sentido de lo ancestral con su adaptación a un mundo cambiante. Este dinamismo es lo que lo caracterizó en los dos últimos 2.000 años.
Remontémonos al año 70 de nuestra era, cuando las tropas de Tito destruyeron Jerusalén. Entonces, el líder de la secta farisea, el rabino Yojanán Ben Zakai, reunió a lo que quedaba del Sanedrín en Yavne, a unos 60 kilómetros de Jerusalén, y, ante la pérdida de los ejes centrales del judaísmo de esa época - el territorio, el Templo, el sacerdocio y la monarquía -, emprendió una revolución para que el pueblo judío pueda sobrevivir en el exilio. Se adaptaron las leyes, la liturgia y el calendario y se creó un nuevo sistema de promoción dentro del pueblo basado en el estudio, la erudición, el rezo y la caridad.
Yavne dio origen al Talmud, el compendio legal, histórico y filosófico que, además de ser el relato de un pueblo errante, fue también su herramienta de supervivencia, la tierra de la que los judíos fueron despojados. Desde entonces, y hasta el surgimiento del iluminismo judío, en el siglo XIX, la ortodoxia tenía el completo dominio del judaísmo e hizo gala de una capacidad titánica de adaptarse para sobrevivir en un entorno hostil, dominado por persecuciones, guetos, lexpulsiones e intentos de exterminio.
Posteriormente, el resurgir nacional del pueblo judío mediante el movimiento sionista, la proliferación de corrientes religiosas distintas a la ortodoxa - la conservadora y la reformista, especialmente en EE.UU - y la creación del Estado de Israel dejaron en el escenario varias opciones potentes que la ortodoxia no legitima; opciones que, por su parte, entienden que la ortodoxia es una visión más de cómo practicar la religión y asumir la identidad judías. No obstante, en Israel, y gracias al acuerdo de Ben Gurión con el representante de los ultraortodoxos, el rabino Abraham Karelitz, la ortodoxia se convirtió en el establishment religioso, con privilegios y competencias.
Después de la Guerra de los Seis Días, la Rabanut, el ministerio religioso gestionado por los ultraortodoxos - una de las concesiones de Ben Gurión -, se hace con la competencia sobre el Kotel y establece el rezo segregado. El Muro de los Lamentos es más extenso de lo que muchos suponen - la zona a la que los famosos acuden a hacerse fotos es la más cercana a donde se situaba el Kodesh Hakodashim (Sancta Sanctorum) del Templo - y comprende toda su muralla occidental.
Antes de que la ortodoxia convirtiera el Kotel en una gran sinagoga ortodoxa en la que hombres y mujeres rezan por separado, ambos sexos acudían allí a rezar sin ninguna barrera que los separara. Andrew Kaplan, norteamericano que combatió en las filas de Israel en la Guerra de los Seis Días, tomó una foto de hombres y mujeres rezando juntos en el Kotel en cuanto las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) permitieron el acceso a la zona. La Librería del Congreso de EE.UU expuso fotos de judíos, hombres y mujeres, rezando juntos en el Kotel en 1917. El magazine «On Jewish Matters» recopiló fotografías que así lo demuestran tomadas desde 1859.
Según la ortodoxia, la separación en el rezo tiene por objeto evitar pensamientos impuros en un lugar que debe dedicarse sólo a la oración. Es el hombre el que dirige las plegarias, en un momento histórico en el que la mujer tiene un papel muy poco activo en la sociedad. Eso cambió, la mujer ahora es un igual, y su papel en la sociedad y en el liderazgo de la misma es notable.
El rol de la mujer evoluciona en la misma Torá. Así, el décimo mandamiento la considera una posesión del hombre (No codiciarás la mujer de tu prójimo), mientras que en el libro bíblico de Samuel Jana llora y reza junto al sacerdote Elí en Shiló, y en los libros de Ester y Rut las mujeres son auténticas protagonistas y heroínas de los relatos fundacionales del pueblo judío.
Sea como fuere, la ortodoxia siempre mantuvo la separación en el rezo como una garantía de respeto y santidad en la sinagoga.
La intervención ortodoxa en las instituciones y la sociedad israelíes - una sociedad predominantemente laica pero tradicional - gusta cada vez menos a los judíos estadounidenses. En 2013, un estudio del Pew Research Center sobre la población judía norteamericana reflejó que un 53% se definía como conservador o reformista y un 30% como secular. Sólo un 10% se decalraba ortodoxo. Una brecha que se acentúa en los más jóvenes, que cada vez se identifican menos con la religión y más con un conjunto de valores seculares o tradicionales alejados de los dogmas. Mientras tanto, en Israel se vive una polarización constante entre los que se definen como laicos y los que se identifican con una religión que está íntimamente ligada a la ortodoxia. En 2010, la Oficina Central de Estadísticas mostraba que un 42% de los israelíes se declaraba laico y un 50% religioso de alguna forma (ultraortodoxo, 12%; religioso tradicional, 13%; tradicional, 25%), y en 2015 Gallup informaba de que un 65% de los israelíes se declaraba laico y un 30% religioso.
En las luchas de poder, y esta es otra más, los símbolos son muy importantes. Los ortodoxos manejaron los símbolos religiosos en Israel, pero en Estados Unidos, donde vive la segunda comunidad judía más importante del mundo, que presta un apoyo vital al Estado Hebreo, el planteamiento es diferente. Acceder a un símbolo como el Kotel supone un gran paso para quienes quieren quebrar el monopolio de la ortodoxia y dar intensidad a la tensión histórica que siempre formó parte integral del judaísmo.