El sangriento ataque terrorista al semanario francés Charlie Hebdo internacionalizó un modelo de identificación y protesta frente a crímenes y atropellos. La pancarta con el tipo de consigna «Todos somos Charlie Hebdo» se convirtió, por elección, en el medio preferido del reclamo de justicia. No por esta vía en Israel. En estos días se le impuso al pueblo judío que debe marchar enarbolando carteles con una nefasta consigna: «Todos somos Rabino Yosef».
Itzjak Yosef es el Gran Rabino Sefaradí de Israel, la jerarquía religiosa más alta dentro del judaísmo oficial, cargo que cuenta con el apoyo y financiamiento de las arcas del Gobierno hebreo. En una reciente filmación del Canal 10 se lo ve arengando a sus feligreses en el sermón semanal. En esa oportunidad afirmó: «Según la Halajá (ley rabínica), a un no judío le está prohibido vivir en Israel. Sólo sería posible si está dispuesto a acatar las 7 leyes básicas de la religión judía. Si no está en condiciones de hacerlo, inclusive a una de ellas, que no se suicide, será deportado a Arabia Saudita. Si tuviésemos un poder con suficiente fuerza, los no judíos no tendrían que vivir en Israel. Sólo que no somos lo suficientemente fuertes. Esperamos a nuestro sagrado mesías. Cuando seamos testigos de la redención total y verdadera, entonces sí se podrá concretar».
Repitiendo los mensajes de su padre, el Gran Rabino Ovadia Yosef, su hijo Itzjak se preguntó «¿Quiénes cuidarán de las sinagogas?, ¿Quiénes serán nuestros sirvientes?», para dar la aberrante respuesta: «por eso dejamos acá a los no judíos» [1].
En un intento de rectificar la complicada imagen que su arenga trasmitió al mundo, este alto jerarca de la religión judía dio a conocer un comunicado con una aclaración que no tiene mejor calificativo que aquel refrán «es peor el remedio que la enfermedad».
Según la versión de su oficina «las normas citadas en su exposición son sólo teóricas y se refieren al cumplimiento de las 7 leyes básicas del judaísmo cuando arribe el mesías, sin ninguna relación con el presente. Está claro que por el momento no hay norma alguna por la cual se pueda deportar de Israel a quien no es judío» [2].
Ahora la situación se aclara. La aterradora declaración que los no judíos no tienen derecho a vivir en Israel no expresa la idea personal de este Gran Rabino, sino que es el anhelo para el futuro de todos los judíos tal como se trasmite en las leyes religiosas que los rigen y a las que deben someterse. Para eso rezan y van a la sinagoga.
No judíos: tengan presente que el judaísmo no respeta normas democráticas. Por el momento no los podemos fletar de nuestra tierra santa, pero apenas llegue el mesías, a subirse a los aviones y dejar un Israel puramente judío y sin gentiles.
Parafraseando la versión del Moshé Yaalón, ministro de Defensa de hebreol, se puede afirmar que estas declaraciones del Gran Rabino Yosef son parte del proceso de bestialización que se está generalizando en la sociedad israelí [3].
Una sociedad que se considera tolerante con sus diferentes componentes étnicos no puede garantizar la inexistencia de individuos con concepciones discriminatorias. A su carácter de tolerante justamente se podrá hacer acreedora solamente por su lucha incesante e insoslayable contra todo tipo de manifestación de segregación y racismo.
Ese no es el ejemplo de Israel con su Gran Rabino Itzjak Yosef.
Lamentablemente, las declaraciones del Gran Rabino Yosef, de claro tinte racista, no sólo que no conmovieron ningún estrato del liderazgo judío o israelí, sino que el incomprensible silencio que las acompaña da a entender la existencia de una anuencia tácita.
No se escuchó crítica alguna del presidente Rivlin, no de Netanyahu ni de ninguno de sus ministros. El Parlamento no trató el tema ni al fiscal general se le ocurrió iniciar una investigación por incitar al racismo. La Fiscalía israelí continúa férrea tras su posición que, a diferencia de cualquier líder religioso árabe, rabinos judíos gozan de inmunidad ante declaraciones racistas.
La conducta en el judaísmo de la diáspora no difiere en absoluto de la indiferencia israelí. La DAIA está ocupada en flirtear con el nuevo gobierno y por sus anteojeras es incapaz de ver el grosero racismo israelí en nombre del judaísmo. Los rabinos de los denominados diálogos interconfesionales desaparecieron del escenario y brillan por su ausencia.
Sin duda, el personaje más insólito de la diáspora judía es Claudio Apelman, Director Ejecutivo del Congreso Judío Latinoamericano. Tratando de engañar a sus colectividades latinoamericanas de la triste realidad, se desentendió de los intentos del Rabino Yosef de dar una patada en el trasero a otras religiones para afirmar irrisoriamente que «las organizaciones religiosas continúan reafirmando el camino de la convivencia» [4]. Cuanta hipocresía.
El dedo acusador ya no se va a dirigir sobre el Rabino Yosef, tampoco al Gobierno de Israel, sino que ahora los acusados son la sociedad israelí y el judaísmo del mundo. La misma jerarquía del Gran Rabino, como el silencio del liderazgo israelí y judío, nos puso a todos los judíos del mundo detrás de la pancarta «Todos somos Rabino Yosef».
Si el Gobierno de Israel, presionado por las direcciones judías de la diáspora, no se preocupa de desalojar a este rabino de sus funciones y enjuiciarlo inmediatamente, que nadie se sienta molesto si en un futuro próximo la vieja acusación que el judaísmo es racismo se convierta en una verdad universal.
Ojalá me equivoque...
[1] «Gran Rabino aclara: No tenía intención de deportar a no judíos»; Haaretz; 29.3.16.
[2] Haaretz; Idem.
[3] «Ministro Yaalón: ¿Quieren un ejército que se bestializa?»; Walla; 28.3.16.
[4] Comunicado de Prensa Congreso Judío Latinoamericano; 29.3.16.