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¡Pobre Leo!



A la inmensa mayoría de los latinoamericanos en Israel nos gusta el fútbol, pero nos gusta más si en el partido juegan astros rutilantes y más todavía si tenemos algún interés preferencial por ellos.



Después de todo, Messi, Forlán, Agüero o Dany Alves son una auténtica muestra para que podamos presumir ante los diferentes grupos nacionales que conforman esta colorida y variada sociedad israelí.

En ese sentido, esta última Copa América nos prometía atractivos especiales: Messi, que siempre lo es; Neymar, la nueva estrella emergente de Brasil; Alexis Sánchez, un fenómeno chileno que el Barcelona quiere pero no encuentra el dinero para pagarlo; y el Kun, que está en boca de cualquier afición.

Pero parece que en el 2011 nuestro planeta nos depara sorpresas inimaginables: Primaveras árabes, terremotos que casi acaban con Japón, River que desciende a la liga inferior y, por si eso fuera poco, ninguna de estas cuatro estrellas mencionadas llegó esta semana a las semifinales. Ninguna de sus selecciones pasó de los cuartos de final.

Aunque parezca mentira, los supervivientes son Venezuela - una cenicienta que ve convertida la calabaza en carroza de cristal -, Paraguay, Perú y el eterno Uruguay. Cuatro selecciones serias, tácticamente bien armadas, capaces de aislar a las estrellas del rival y, de ser posible, con un buen arquero. Los porteros han tenido mucho que decir en esto.

¿Suerte? ¿Penales? Puede que sí; puede que no. De todas maneras aparenta ser más un premio al trabajo de grupo frente a la brillantez del talento poco respaldado por el juego colectivo.

Durante el periodo clásico - los '50 y los '60, cuando se completó la explosión del fútbol - la gran preocupación en Sudamérica era alcanzar el desarrollo táctico y físico de los jugadores europeos. Eso era lo que se tenía por serio. Se exportaban jugadores e importaban técnicos y métodos.

Ahora parece que se ha cerrado el círculo. Las figuras no remedian el descuido de sus entrenadores cuando enfrente hay equipos bien hechos.

"Fracaso", repiten a coro los medios argentinos. "Vergüenza", sentencian en Brasil, después de fallar cuatro penales seguidos. "Dolor", sienten en Chile. Todos los favoritos fueron cayendo. ¿Quién se atreve a estas alturas a lanzar pronósticos?

Messi llegó a este torneo por ese pedacito de gloria que hasta ahora se le escapa. La Pulga fue lo más vistoso de un equipo errante y sin identidad: ¡18 años sin ganar nada!

"Pobre Leo", se escucha decir, con algo de ese ademán tanguero que suele llorar lo que no ha sido y se creyó ser. Una cosa es cierta: si Argentina no pasó a semifinales es porque la Pulga es su excepción y no la regla.