Las tratativas entre israelíes y palestinos para llegar a un acuerdo permanente llevan casi dos décadas desde su iniciación; sin embargo, conseguir la ansiada paz parece estar ahora mucho más lejos que al principio.
La fórmula de dos Estados para dos pueblos que debería conducir a la definición de fronteras fijas y seguras para Israel y a la creación de un Estado independiente para los palestinos no consigue dar frutos a pesar de los esfuerzos de mediadores variados y de sectores sociales amplios de ambos pueblos comprometidos sinceramente con dicho proyecto.
Fue Itzjak Rabín quien determinó la estrategia de no debatir temas como Jerusalén, fronteras o refugiados hasta tanto las partes no lleven a cabo acciones que promuevan sinceros intentos de reconciliación y acepten estratégicamente dar por finalizado el conflicto. Rabín entendía muy bien que asuntos sensibles como Jerusalén, constituyen el volcán y la lava que enciende fácilmente tanto a células extemistas judías como palestinas y son caldo de cultivo para que éstas echen por tierra todas las buenas intenciones.
Rabín fue asesinado y a lo largo del tiempo se produjeron múltiples obstáculos y retrocesos, casi siempre generados por sectores adheridos a ideologías extremistas, que frustraron una y otra vez las expectativas pacificadoras.
El último de los tropiezos ocurrió hace apenas unos días, durante la visita a Israel y a la Autonomía Palestina del vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden. Éste llegó a la zona con objeto de coordinar esfuerzos con Israel para contrarrestar la carrera nuclear iraní y para anunciar el reinicio de conversaciones indirectas entre israelíes y palestinos, luego de más de un año de permanecer suspendidas.
El enviado de la Casa Blanca para Oriente Medio, George Mitchell, había conseguido convencer al presidente palestino, Mahmud Abbás, de retomar los contactos luego de largas tratativas que incluyeron una serie de maniobras para que la Liga Árabe respaldara las planeadas negociaciones.
Biden se encontró con que al mismo tiempo en que se le brindaba una cálida recepción en Jerusalén, una oficina de la municipalidad de la ciudad anunciaba la construcción de 1.600 nuevas viviendas para ampliar el barrio judío de Ramat Shlomó, lo que se interpretó como un claro desafío a la consigna esgrimida tanto por el gobierno de Obama como por los propios palestinos de no invadir más el sector oriental de la urbe en discordia en el que reside mayoritariamente población palestina.
El anuncio de la construcción representó un enorme golpe a la confianza que presuntamente se pretende establecer, esa misma de la cual hablaba Rabín, por lo que fue recibido con indignación por la administación americana, los más prestigiosos medios de comunicación y la opinión pública en general.
Todo intento del ejecutivo israelí de aminorar la gravedad del asunto, matizando los alcances y la temporalidad del proyecto, fue en vano; el reinicio de las negociaciones quedó en veremos sin poder hasta ahora calcular si el daño podrá ser reparado.
Israel resultó severamente afectado ante los ojos de sus interlocutores palestinos, de la comunidad internacional y muy especialmete ante la propia administración norteamericana, mostrando así el fuerte peso que el sector radical y utranacionalista posee dentro del actual gobierno de Netanyahu.
Por si esto fuera poco, recientemente fue publicada una encuesta dirigida por el Profesor Daniel Bar-Tal de la Facultad de Educación de la Universidad de Tel Aviv, en la cual se determina que el 52% de la juventud judía de Israel - alumnos de escuelas secundarias de 15 a 18 años - piensa que la población árabe de Israel no debe recibir los mismos derechos que la judía. El 56% cree que no se debería permitir a ciudadanos árabes de Israel ser miembros del Parlamento. Ambas posiciones son adoptadas por el 82% de los jóvenes judíos religiosos.
Además, el 91% de los encuestados afirmaron que se alistarán al ejército, pero el 51% de ellos (81% religiosos) aseguraron que no acatarán órdenes de sus comandantes en caso de que sean enviados a desmantelar asentamientos en los territorios ocupados. El 31% acentuó que se negará a servir en dichos lugares.
La encuesta pretendió revisar las posiciones de la juventud judía israelí, su relación hacia el Estado, los nuevos inmigrantes, la población árabe y sus ideas políticas. Los resultados no son nada alentadores en lo que respecta a la función del estado de derecho y hacia los ciudadanos árabes del país; la juventud judía de Israel no consigue interiorizar los valores cívicos y democráticos básicos de la sociedad.
La encuesta determina también un desprecio enorme por parte de la juventud judía israelí hacia sus instituciones gubernamentales democráticas y una gran falta de tolerancia y respeto especialmente hacia entidades encargadas de hacer cumplir las leyes.
El Profesor Bar-Tal aseguró que si se toma en cuenta el factor demográfico, que asciende en forma constante en poblaciones religiosas - en muchos casos fundamentalistas, nacionalsitas y xenófobas -, la situación se torna cada vez más preocupante; en apenas unos pocos años ese será el mensaje que adopte la población; para entonces la fórmula de dos Estados para dos pueblos dejará de ser relevante y dará paso a un Estado de apartheid. El gobierno de Israel podrá tener las mejores intenciones, pero ya no contará con quien quiera llevarlas a cabo.
La contrariedad generada por ambas noticias fue plenamente exhibida en los medios más importantes de Israel. En múltiples foros se desató una severa crítica que manifestó su desagrado por el hecho de que en esta ocasión, bajo la responsabilidad de Israel, se atenta tanto desde el gobierno así como desde el sistema educativo contra la posibilidad de emprender el camino de la pacificación.
Si en la mayoría de los episodios anteriores de este drama las fuerzas extremistas dentro del campo palestino, Irán y Hezbolá cumplían la función de sabotear cualquier negociación posible, esta vez es Israel quien incurre en esa práctica.
Lo ocurrido y publicado es representativo de la fragilidad de la situación de la que se parte. El volcán está a punto de estallar; esta vez su lava podría acabar incluso con el largo y accidentado camino que israelíes y palestinos deberán aún recorrer para vislumbrar una salida satisfactoria.