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Es hora de abrir los ojos

Durante años, Occidente se dedicó a vender la idea de paz como un puente entre culturas diversas. El caso de Egipto y Jordania sirve como prueba. Mientras los líderes hacían la paz, Israel continuó siendo el blanco para la furia de las masas.

El famoso libro de Samuel Huntington, "El choque de civilizaciones", incluye una sombría predicción sobre el mundo post-Guerra Fría. En contradicción con lo que se consideraba políticamente correcto, Huntington prefirió centrarse en lo diferente y problemático, y de ese modo, suscitar un debate acerca del peligro inherente del aislacionismo cultural, entre otras cosas, con relación a la distancia entre el islam y Occidente.

Huntington recibió una andanada de críticas por parte de aquellos que no son capaces de reconocer las diferencias como producto de la naturaleza humana; esas personas prefieren ignorar los siglos y siglos de oscurantismo en los estados árabes. Si se quiere, fue algo parecido al viejo debate entre pesimistas y optimistas.

Esto quedó de manifiesto en Europa cuando, frente al fenómeno de inmigración incesante, se optó por hacer la vista gorda. Entonces pudimos apreciar el famoso enfoque multicultural, lo que permitió a los inmigrantes musulmanes vivir su vida con total libertad, presuponiendo que eso habría de inducirlos al abandono de su antigua cultura para adoptar calurosamente el estilo de vida de la Europa liberal.

Este enfoque, por cierto, fue el que ha llevado finalmente a la formación de la actual Europa asustada y pisoteada por el gigante musulmán, que optó por una nueva conquista en lugar del crisol de culturas.

El enfoque optimista también se manifestó a través de la política exterior de Occidente, sobre todo en lo que respecta a Oriente Medio. El viejo conflicto árabe-israelí fue rebajado a una categoría de disputa menor sobre territorios, sin tener en cuenta sus profundas raíces culturales y religiosas, y, en particular, el odio tan extendido que lo constituye.

Durante años, Occidente se dedicó a vender la idea de paz como un puente entre culturas diversas. El caso de Egipto y Jordania sirve como prueba. Sin embargo, la paz no se convirtió en un puente, sino más bien en un interés pasajero. Mientras los líderes hacían la paz, Israel continuó siendo el blanco para la furia de las masas.

El enfoque adoptado por quienes rechazan la noción de "choque de civilizaciones" ha permeado vigorosamente la política israelí. En vez de examinar Oriente Medio con un enfoque amplio, nuestros dirigentes (algunos de ellos, valientes y llenos de buenas intenciones) prefieren examinar la realidad según el prisma de las fronteras, las retiradas y los congelamientos en la construcción. En resumen, han terminado adoptando una estrecha visión de acuerdo con la retórica de aquellos que ahora se afanan por lograr la paz.

Me gustaría dejar en claro que mis palabras no pretenden dar un nuevo portazo a los partidarios de la retirada. Hay situaciones en las que sería conveniente evacuar algunas comunidades con el fin de ampliar otras y crear fronteras viables. No existen fórmulas mágicas imposibles de analizar cuando se trata de tomar decisiones estratégicas. Por otra parte, hasta aquí, las cosas en Israel se habían hecho pensando en un nuevo Oriente Medio o en un gran avance que lograra superar los obstáculos de la civilización.

La paradoja radica en que, precisamente ahora cuando el mundo árabe está cambiando y aparentemente comienza a adoptar por fin la raíz de la cultura occidental, la democracia, el choque de civilizaciones parece más tangible que nunca.

El mejor ejemplo de ello lo constituye el discurso pronunciado hace apenas unos días por el jeque, de 84 años de edad, Yusuf Qaradawi. Después de largos años en el exilio como consecuencia de sus opiniones radicales, el líder de los Hermanos Musulmanes finalmente ha regresado a Egipto en las alas de la democracia. En una sola alocución, cuyo elemento más práctico fueron expresiones anti-israelíes, se las arregló para convocar más de dos millones de personas en la Plaza Tahrir.

Este número se supone que reviste un gran interés para los asesores del presidente Barack Obama, que estimó que sólo medio millón de personas apoyan a los Hermanos Musulmanes. Qaradawi, cuyo programa semanal en Al-Jazeera es visto por 40 millones de personas (mucho más que cualquier "reality show"), dejó en claro de qué se trata su civilización.

Pero Egipto, el histórico anclaje de la paz, no está solo en esto. El proceso de radicalización también se está propagando por las calles de Jordania y Palestina. No obstante, en Israel, ahora escuchamos llamamientos que aseguran que "este es el momento para hacer la paz".

Sin embargo, yo sugiero leer a Huntington y abrir los ojos.

Fuente: Yediot Aharonot - 1.3.11
Traducción: www.argentina.co.il