No se puede ni se debe predicar sobre la forma en que las víctimas sobrevivientes y los familiares de los desaparecidos procesan el dolor. Es un camino individual que cada ser humano metaboliza conforme a su conciencia.
En esa misma línea de pensamiento, me pareció una posición principista irreprochable que Hebe de Bonafini decidiera en su momento no cobrar las indemnizaciones por sus dos hijos desaparecidos o que considerara que no le interesaba encontrar sus restos. Lo que siempre me pareció muy criticable es que esa posición la intentara generalizar como norma de conducta única y que tuviera caracterizaciones peyorativas y descalificatorias para quienes tenían un comportamiento diferente.
Cuando se decidió qué debería hacerse con la Escuela de Mecánica de la Armada, con la participación de diferentes organismos vinculados a los derechos humanos, se privilegió la idea que en ese lugar donde la muerte y el terror se enseñoreó, sería un espacio donde florecería la vida con expresiones artísticas y culturales de características variadas.
Al mismo tiempo se conservó el casino de oficiales donde funcionó específicamente el campo de concentración, como un testimonio de lo que muchos denominaron el Auschwitz argentino. Ahí donde desaparecieron alrededor de 5.000 personas. Ahí donde el mal absoluto tomaba nombres como Capucha, Capuchita, y lo robado a los secuestrados se concentraba en el pañol. Ahí donde en habitaciones minúsculas, las mujeres embarazadas tenían a sus hijos en condiciones de precariedad absoluta, sabiendo que ese momento único era su sentencia de muerte.
Es posible que esta situación de convivencia geográfica indeterminada entre el campo de concentración emblemático del terrorismo de estado y las exteriorizaciones actuales de la vida recuperada en plenitud, haya creado una zona híbrida que afecta sensibilidades dignas de respeto.
En un espacio de 17 hectáreas con 35 edificios, hubiera sido prudente recurrir a arquitectos especializados en estos temas para que convivan armónicamente pero con la separación prudente, la memoria indispensable sobre un pasado nefasto y el fluir de la vida.
Incluso en la actualidad hay un desbalanceo muy grande entre el espacio destinado a la vida actual y el reservado a la memoria a favor de la primera.
Me pasó algo similar al visitar el Palacio de Invierno en San Petersburgo. La toma de la residencia de los zares en octubre de 1917 fue para millones de militantes en todo el planeta, el símbolo de la toma del poder en un proceso revolucionario. Pero de las 1.000 habitaciones que tiene el edificio, sólo dos recuerdan aquél hecho histórico que marcó la mayor parte del siglo XX. El resto es un museo similar al del Prado en Madrid o al Louvre en París. Cuando se lo destinó como museo se minimizó el hecho fundamental que lo diferenciaba significativamente de cualquiera de los más importantes museos del mundo. En la ex ESMA, hasta ahora, y sin que haya sido considerado museo, pasa algo parecido.
Indudablemente si la ex ESMA, más allá de cómo se lo designe, es un espacio destinado en parte a testimoniar lo que sucedió en Argentina en su etapa más penosa, es inadecuado y chocante destinarlo a fiestas o ágapes. Y el casino de oficiales, tiende hasta ahora, con precariedades expositivas, a cumplir ese papel. Pero eso es un edificio en un predio que contiene 35. Y todo el resto del espacio ha sido destinado al presente. Y ahí la vida también se manifiesta en alegría y fiestas.
Por eso creo que mientras se superpongan dos destinos antagónicos y al mismo tiempo complementarios como son la muerte y la vida, lo que ahí se haga estará sujeto, en algunas de las víctimas, familiares y ciudadanos en general que actúen de buena fe, a un conflicto que es necesario atender.
Si se delimita la ex ESMA, como aquí se propone, el espacio destinado a la memoria debería ser mucho más amplio, con testimonios filmados de sobrevivientes y familiares, de los nietos restituidos, con los libros que se han publicado, con testimonios que han dejado los desaparecidos asesinados, con la explicitación de posiciones diferentes sobre el accionar de las organizaciones armadas, con la presencia también de la bibliografía crítica sobre su accionar, de las referencias fílmicas sobre otros campos de concentración, etc. De manera similar a como sucede en los diferentes museos referidos a la Shoá, para que el visitante tenga un conocimiento amplio de lo sucedido o mejor aún que le despierte el interés por seguir informándose.
El dolor y la ingenuidad
Esta discusión se da en medio del agudo conflicto del gobierno con los intereses afectados por la ley de medios. Entonces dos sobrevivientes, Carlos Lordkipanidse y Enrique Fukman, que han pasado por la ESMA, expresan su dolor en el programa de Nelson Castro en TN, por el acto que realizó el ministro de Justicia, Julio Alak, para la presentación de un plan estratégico sobre derechos humanos por el período 2013-2015 según información oficial, al que calificaron de horripilante, difundido periodísticamente como un asado, con la enorme carga trágica que tiene esa denominación en ese lugar.
Es legítimo que lo exterioricen en ese escenario, cuando desde los medios oficiales no recogen su queja. Lo que es de una ingenuidad inadmisible, siendo militantes políticos, que no señalen la complicidad de ese grupo que hoy funcionalmente le ofrece cámara y que ocultaba lo que sucedía cuando ellos eran torturados en la ESMA, o decían en el colmo de la hipocresía que era un spa de recuperación. Son los mismos medios que hoy ocultan o minimizan hasta lo imposible los juicios a los genocidas o a los instigadores del poder económico.
La instrumentación hipócrita del dolor
Es obsceno encontrar en las cartas del diario La Nación, preocupación por el uso que se le hado a la ESMA, ahí precisamente donde se reivindica el terrorismo de estado, en consonancia con la línea editorial del medio que no se anima en calificar de dictadura establishment-militar al período 1976-1983, y acaba de salir en defensa de abogado Jaime Smart, condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad.
Es hipócrita la irritación de la diputada del PRO Laura Alonso, integrante de un partido cuyo referente máximo elogia aspectos de la dictadura establishment-militar.
Ni hablar de la súbita preocupación de Patricia Bulrich o Margarita Stolbizer.
Incluso comentarios increíbles sobre los derechos humanos mancillados hoy en la ex ESMA de parte de Cecilia Pando que llegó a justificar hasta la apropiación de bebés.
La ola oportunista y tendenciosa incluye a militantes de las organizaciones armadas devenidos hace muchos años en periodistas jerarquizados de Clarín como Ricardo Roa («Fue un agravio al dolor de los familiares de quienes fueron asesinados o torturados allí») o Susana Viau («Hebe de Bonafini lo expresó en una frase contundente: 'En la ESMA se puede hacer de todo'. Eso es, exactamente, lo que creían el Negro Massera y Rubén Jacinto Chamorro»). Ambos han recorrido un camino que ha ido de dar la vida por Firmenich, el primero, y por Santucho, la segunda, en aras de la revolución, a ofrecer actualmente sus sobreactuados servicios para Héctor Magneto, para defender una corporación hegemónica.
Desde un punto de vista diferente, afirmó el nieto restituido Horacio Pietragalla, actualmente diputado: «Se puede no estar de acuerdo con la resignificación de los sitios del terror como lugares llenos de vida… La ex ESMA no es dato menor, es hoy gestionada por personas que toda su vida lucharon por el juicio y el castigo, por personas que perdieron a sus familiares, por otra que de ahí sobrevivieron; en definitiva, por personas que pusieron su vida al servicio de la lucha contra la impunidad y que nunca fueron noticia. Pero hoy es noticia un asado. Tal vez mañana se ataque por uno de los mayores logros de los organismos: haber transformado la ex ESMA en un lugar lleno de jóvenes donde se hace política. Esta es, a mi criterio, la mejor manera de honrar, recordar y reivindicar la lucha de nuestros viejos. ¿Será el próximo zócalo de TN? ¡Hacen política en la ex ESMA!»
El dolor, la memoria y la vida
Cuando se entra en el territorio del dolor, cuando la memoria está a flor de piel, se debe tener un tacto muy cuidadoso. Sin ignorar que el ministro de Justicia es una de las principales caras actuales del gobierno referido a la ley de medios, todo lo cual lo coloca en medio del fuego cruzado de los intereses afectados que utilizan el tema sólo para erosionarlo, no actuó con el cuidado que la cuestión ameritaba, tal vez porque no es precisamente un funcionario con antecedentes en derechos humanos y fue blanco del carácter híbrido actual de la ex ESMA. Tal vez ello le hubiera permitido advertir el sendero pantanoso en el que se introducía y hubiera elegido otro lugar amplio pero sin esta carga de dolor y memoria y emblemático del gobierno como puede ser Tecnópolis.
Cristina Fernández respaldó enfáticamente a su ministro y reafirmó la actual conformación y uso del predio.
Para que el dolor tenga su paliativo en la justicia y la memoria, mientras la vida nos celebra y la celebramos, el debate sobre la ex ESMA y su utilización está abierto, o mejor dicho, debe estar abierto.