Una de las consecuencias de la guerra entre Israel y Hamás fue la de forzar al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbás, tomar la decisión de desbloquear las negociaciones con el Estado hebreo recurriendo al Consejo de Seguridad de la ONU a fin de programar un calendario para la retirada israelí de Cisjordania.
Nabil Shaat, uno de los líderes palestinos más próximos a Abbás, explicó que se trata de establecer con precisión un calendario para acabar con la ocupación, y que esta cuestión se abordará en primer lugar en el transcurso de la reunión de la Liga Árabe prevista para el 5 de septiembre.
Fuentes palestinas indican que el plan de Abbás consta de tres fases. En la primera, los palestinos presentarán esta iniciativa en los próximos días a los países árabes, a Estados Unidos y a la Unión Europea (UE), con el fin de recabar su apoyo.
Las mismas fuentes prevén que Estados Unidos rechace el plan y que la UE se divida al respecto. Si esta primera iniciativa no prospera, la segunda fase consistirá en presentar la misma demanda al Consejo de Seguridad, donde tampoco está previsto que progrese debido a que Washington la vetará con toda seguridad.
La tercera y última fase, que se aplicará en el caso de que las dos anteriores no funcionen, consistirá en apelar a los organismos internacionales, incluida la Corte Internacional de Justicia, ante la que se denunciarán los presuntos crímenes de guerra cometidos en Gaza según la AP, especialmente por parte del primer ministro Binyamín Netanyahu y por el titular de Defensa Moshé Yaalón.
En Ramallah se reconoce que esta iniciativa política responde a que Abbás se dio cuenta de que Hamás está capitalizando la guerra como un éxito propio, y de que la gran mayoría de palestinos, y no solo en la franja, lo ven de esa manera.
Abbás, que pronto cumplirá 80 años, está convencido de que perdió una década tratando de negociar con Israel bajo los auspicios de Estados Unidos sin ningún resultado. De la misma manera, antes que Abbás, el presidente Yasser Arafat perdió otra década sin conseguir más que vagas declaraciones de sus contrapartes israelíes.
Tal y como fue elaborado en Ramallah, el plan contempla también una revisión de las relaciones bilaterales con Israel, especialmente en materia de seguridad. Con Abbás fueron muy estrechas y la policía palestina colaboró minuciosamente con el Ejército y los servicios secretos israelíes para combatir a Hamás, y lo hizo hasta extremos que una buena parte de la población palestina desaprueba.
Abbás quiere aprovechar la «inercia» del operativo en Gaza para acabar con la parálisis política. Según expertos, la guerra le hizo ver que las negociaciones bilaterales con Israel están «exhaustas» puesto que Estados Unidos no tiene ninguna capacidad, o no quiere aplicar la ley internacional para obligar a Israel a retirarse de los territorios.
En Ramallah se cuenta con que Netanyahu hará todo para frenar la iniciativa palestina, y en medios políticos israelíes se comenta que el primer ministro ya reclutó a Estados Unidos para la lucha diplomática que se prevé en las próximas semanas.
Los palestinos creen que Netanyahu no cederá ni entrará en una negociación seria para resolver el conflicto, de manera que lo más probable es que Abbás no tenga más remedio que recurrir a la Corte Internacional de Justicia, lo que en Ramallah se ve como la última carta que le queda al presidente de la AP. Ciertamente es una jugada arriesgada, pero Abbás no cuenta con muchas más posibilidades.
En el entorno de Abbás no quieren hacer pronósticos más allá de los próximos días, aunque en privado se reconoce que si esta iniciativa no prospera en alguna de las tres fases previstas, Abbás se vería obligado a dimitir, o, como él dijo en más de una ocasión, a «entregar las llaves de Cisjordania a Netanyahu para que Israel se haga cargo de la ocupación», como es la obligación de la potencia ocupante según las convenciones internacionales.
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