Más de 100.000 palestinos siguen sin hogar un año después de la última guerra que enfrentó a Israel y a Hamás en la Franja de Gaza. El enfrentamiento político y la falta de financiación impiden la reconstrucción de las viviendas que quedaron totalmente destruidas, informó la ONU.
Para la reconstrucción se necesitan urgentemente fondos, apuntó el comisario general de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA), Pierre Kraehenbuehl, que pidió «una acción política y humanitaria decidida».
«Israel debe permitir más exportaciones desde Gaza para estimular la recuperación económica, así como la libertad de movimiento para los civiles, ya que los pasos dados para relajar el bloqueo se quedan muy cortos de lo que se necesita para provocar un cambio fundamental», agregó.
«Con la lenta reconstrucción, el trauma que sufren muchos niños y el desempleo disparado, Gaza es una bomba de tiempo para la región», advirtió Kraehenbuehl.
Las familias de refugiados cuyas viviendas quedaron totalmente destruidas comenzaron a recibir esta semana ayuda de la UNRWA para la reconstrucción, pero se necesitan nuevos fondos.
La reparación de las viviendas dañadas ya está en marcha, pero hasta ahora no había comenzado la reconstrucción de las casas totalmente destruidas debido a que el proceso de construcción es mucho más complicado y ante la falta de dinero, explicó la ONU.
Además, el comité palestino establecido para supervisar la reconstrucción no está trabajando eficientemente en medio de las disputas entre Hamás, que gobierna la franja, y la Autoridad Palestina (AP) del presidente Mahmud Abbás, con base en Cisjordania.
A su vez, la subdirectora de la oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) en los territorios palestinos, la española María José Torres, señaló que «no sólo hay que reconstruir, sino recuperar la franja» un año después de la guerra.
«Tras la guerra llegó un año de dolor, pobreza y espera de una reconstrucción que apenas empezó porque la comunidad internacional sólo aportó un 28% de los 3,5 mil millones de dólares que comprometió para las obras».
«Ahora vemos a la gente de Gaza en una situación difícil y es muy importante mandar el mensaje de que no es suficiente que la población recupere el nivel de antes de la guerra. Cuando sucedió el conflicto ya estaba en condiciones extremas», opinó Torres.
«Hay más de 12.000 viviendas destruidas y 100.000 personas siguen desplazadas. Hubo una gran destrucción de infraestructura tanto a nivel de vivienda, hospitales, centros de atención primaria, escuelas o saneamiento. Sufrieron el impacto de la guerra. La estructura básica es una dimensión importante a recuperar», expuso.
«Pero también es necesario incidir en aspectos menos visibles. Hay otra cosa que debe superar la población, la parte más intangible pero la más impactante, que es el sufrimiento de la guerra. El trauma. Más allá de las cifra de 1.462 civiles muertos, entre ellos 300 mujeres y 551 niños», observó la funcionaria.
Hasta la fecha y según cifras de la OCHA, fueron tratados unos 86.000 de los 300.000 menores diagnosticados con síndrome postraumático o problemas de salud mental que necesitan de tratamientos específicos, así como de medicación que no siempre es posible encontrar a causa del bloqueo.
Las secuelas de la guerra se extienden y contaminan también otras esferas sociales como la del desempleo, estimado en un 43% por el Banco Mundial - el más alto del mundo - y que deja a un 80% de los 1,8 millones de habitantes del enclave costero en manos de la ayuda humanitaria.
«Hay familias que perdieron su vivienda o están en desempleo y viven en condiciones de hacinamiento, lo que tiene impacto en la violencia y abusos», afirmó Torres, y añadió que «aún no es posible ofrecer estadísticas sobre el tema pero que existen indicios suficientes para considerarlo un problema creciente».
«Los niños y las niñas son quienes más reciben el impacto y también las mujeres, porque son el punto más frágil de la cadena», valoró la experta, y explicó que, durante el verano, por ejemplo, la UNRWA organizaba campamentos para los menores, el 60% de la población del enclave, pero este año la falta de fondos que aqueja la organización le impide ofrecer alternativas de ocio.
«Los niños y niñas están ahora fuera del colegio. Pero para ellos su lugar de diversión son los escombros. Las niñas no pueden salir solas a las calles. La vida de una adolescente en Gaza es estar en casa, tiene que ir siempre acompañada y esto genera mucha presión, combinado con las condiciones inapropiadas de vivienda, un entorno sofocante, mientras que los niños afrontan otros riesgos», lamentó.
«Ante la falta de opciones, los niños que no son tan pequeños se sienten tentados por colaborar con los grupos armados. Son un objetivo fácil para esas bandas por no ser capaces de digerir lo ocurrido y sentir la falta de futuro. Estos niños pueden entrar en esquemas muy complicados para ellos», alertó.
«Todos estos factores provocan un deterioro importante en la calidad de vida que a su vez tiene un impacto humanitario en un lugar donde es imposible mantener a la gente en asistencia humanitaria permanente», sintetizó Torres.
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