Israel espera un parón económico durante 2012 por las crisis en mercados vitales para sus relaciones comerciales y augura que sus buenos porcentajes de crecimiento económico entre 2010 y 2011 no se repetirán en el próximo bienio.
Las previsiones para 2012 y 2013 se ven afectadas por los datos del mercado en el último semestre de 2011, en los que los economistas detectaron un frenazo en todas las actividades económicas.
«No se trata de una recesión», aseguran los especialistas del Banco de Israel, «sino de un crecimiento más moderado que en 2010 y 2011».
Esos años Israel creció 4.8 y 4.7%, impensables para el actual ciclo fiscal, porque «las exportaciones se ven tocadas por la crisis en la eurozona y la lentitud en la recuperación global», según un comunicado de la principal entidad bancaria israelí.
Los principales mercados de los productos israelíes se encuentran en Estados Unidos y la Unión Europea, a los que llegan más de 60% de sus manufacturas.
La crisis en la eurozona por la deuda griega y la relativa lentitud en el desarrollo de Estados Unidos no deja espacio para la expansión de la producción israelí, lo que impactará en todos los sectores a pesar de que la economía local no arrastra grandes lastres de la crisis económica global.
Una de las previsiones más nefastas tiene que ver con el desempleo, que se estima crecerá hasta 1% durante este año para alcanzar casi 6%, principalmente porque en la primera mitad de 2011 el país llegó a pleno empleo, un récord en su economía.
En estas condiciones y teniendo en cuenta las coyuntura del pequeño mercado israelí, es casi inevitable que el porcentaje de desempleados no suba, afirman los economistas nacionales.
El principal problema de Israel en 2011 fueron las protestas sociales, repetición de otras que tuvieron lugar en países de Europa y Oriente Medio para denunciar la carestía de la vida, en un país donde la mitad de los trabajadores vive con sueldo mínimo - alrededor de 4.000 mil shékels, unos 1.050 dólares.
Se trata de un sueldo que difícilmente permite a subsistir a una familia promedio israelí, formada por dos cónyuges y tres hijos.
La vivienda fue el principal elemento distorsionador. Encarecimientos de varias decenas de puntos en cuestión de sólo dos años en los alquileres y en los precios de inmuebles en venta pusieron contra las cuerdas a las clases trabajadoras baja y media.
Al hacer frente a las protestas, el primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, respondió con políticas populares como la concesión de beneficios fiscales a las parejas jóvenes y necesitados, que condujeron a un endeudamiento público de 3.3%, en lugar de 2.9% que estaba previsto en 2011.
El gobernador del Banco de Israel, Stanley Fischer, pidió a todos los responsables políticos que en 2012 no se dejen arrastrar por decisiones populistas y que traten de mantener el endeudamiento por debajo del 3%.
Las protestas en el país se tranquilizaron poco antes de llegar el invierno, y cuestiones más trascendentales como una posible guerra con Irán ocupan ahora la agenda nacional, sin que se vislumbren a corto plazo nuevas manifestaciones.
Menos problemas encuentra Israel en su aparato financiero, completamente saneado y cuya excepcional situación alabó una delegación del Fondo Monetario Internacional (FMI) que visitó el país en febrero.
En su informe inicial, el jefe de la misión, Peter Doyle, felicitó al gobierno por su disciplina presupuestaria y por las políticas adoptadas que permitieron al país afrontar las protestas sociales. Doyle destacó que el lastre de la economía israelí es el altísimo presupuesto de defensa, por encima de 20% del Producto Interno Bruto, y rebajarlo es vital para reducir el déficit público de 75% a 60%.
El FMI vio altamente improbable que Israel pueda ejecutar esa demanda en los próximos años por las menos optimistas previsiones en su economía, que, dijo, «reducirán su capacidad de producción». Doyle respaldó la necesidad de que el gobierno israelí busque nuevos ingresos - es decir, impuestos - para afrontar sus necesidades presupuestarias y no violar las metas que se fijó en 2013.
Otro elemento en el que insistió el inspector del FMI es en la ineludible necesidad de incorporar al PIB nacional a dos colectivos que poco contribuyen a la productividad del país y que por tanto viven en condiciones de pobreza: árabes y ultraortodoxos judíos. Ambos grupos, que superan juntos el millón y medio de personas, se cuentan entre los círculos más pobres tanto por su baja formación educacional como porque tradicionalmente no trabajan.
En el primer caso es la mujer la que permanece en casa por motivaciones tradicionales, y en el segundo, el hombre dedica su vida al estudio de las leyes religiosas, viviendo únicamente de ayudas sociales y estatales que le brindan.
Yuval Steinitz, ministro de Finanzas de Israel, aseguró en nombre del gobierno que se adoptarán políticas para su admisión al mercado laboral, con medidas de formación vocacional que les doten de habilidades requeridas por el mercado. Para los expertos, la admisión de ambos grupos mejorará la productividad de la economía israelí y reducirá una vasta mano de obra desperdiciada.Notas relacionadas:
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