"Las chicas están aquí para cantar". Podría parecer una frase inofensiva, un mero anuncio sobre el programa cultural de un evento público. Pero hace unos días, esto fue presentado en Israel como una broma de mal gusto del Comandante en Jefe del Ejército, Teniente General Benny Gantz, que le costó algunas críticas en la prensa local .
Puede resultar difícil comprenderlo. ¿Qué tiene eso de broma y dónde está el motivo de la crítica?
Lo entiende al instante únicamente quien siguió de cerca en las últimas semanas la polémica que estalló en Israel a raíz de algunos incidentes en los que soldados religiosos exigieron se les exima de participar en actos en los que cantan mujeres. Alegando que ello atenta contra sus sentimientos religiosos y que el judaísmo lo prohíbe, pusieron así en aprietos a sus comandantes.
Algunos aceptaron eximir, otros les obligaron a permanecer en la sala y finalmente el ya citado Gantz dijo que cada oficial en una situación así deberá resolver según el caso puntual y que de todos modos, las mujeres son parte integral y clave de las Fuerzas de Defensa de Israel.
Pero evidentemente, el tema va mucho más allá de una ceremonia concreta en la que cantan mujeres soldadas. Lo que está en juego es el carácter de las Fuerzas de Defensa de Israel ante un evidente intento de sectores religiosos ortodoxos, de aumentar su influencia.
Quizás lo imprescindible sea aclarar que tanto las mujeres como los religiosos, fueron siempre parte integral de Tzáhal, la sigla en hebreo con la que se llama al ejército, que se traduce en Fuerzas de Defensa de Israel. La excepción son los religiosos ultraortodoxos, llamados en Israel "haredim", que en su enorme mayoría no hacen servicio militar obligatorio.
Sólo unos 2.000 soldados "haredim" se encuentran hoy en día en las filas del ejército. Y en algunos casos, se ha informado que el haber optado por ello, les significó un corte con su familia que se opone, aunque hay también casos totalmente distintos. Las mujeres constituyen la tercera parte del total de los soldados, en una enorme variedad de cargos, también en unidades de combate, aunque en menores porcentajes que los varones.
Un acuerdo histórico que cambió radicalmente
La problemática del servicio desigual se origina en un acuerdo que pactó en los primeros años del Estado, el entonces primer ministro, David Ben Gurión, con los partidos ultraortodoxos, permitiendo que una cantidad simbólica de jóvenes de esa corriente queden exentos del servicio militar, a fin de poder seguir estudiando las Sagradas Escrituras. Ben Gurión, respetuoso de la historia judía y del legado religioso del pueblo de Israel, intentó maniobrar así entre la necesidad de que la ciudadanía aporte para defender al Estado y el argumento de los judíos observantes, que lo que mantuvo durante milenios al pueblo judío fue, entre otras cosas, su apego al estudio de los textos sagrados.
El problema es que ese antiguo acuerdo se convirtió con los años en una exención al por mayor, debido a la creciente influencia de los partidos ultraortodoxos en el Parlamento israelí y su rol en los gobiernos de coalición.
El tema es, desde hace muchos años, uno de los puntos problemáticos en el debate interno israelí por el resultado más concreto de la exención de los ultraortodoxos del servicio militar: la carga de la defensa nacional recae sobre menos gente de lo que debería y ello significa, por ejemplo, que quienes van al servicio de reserva, tienen que hacer más días por año que lo que probablemente deberían, si hubiera más soldados para repartirse. Y ni que hablar del hecho que unos arriesgan sus vidas y otros no.
Religiosos de combate
Sin embargo, habiendo hecho este paréntesis y aclarado el tema singular de los ultraortodoxos y su relación con Tzáhal, cabe señalar que la intensa polémica, que no es nueva pero que se ha agravado en los últimos tiempos, sobre la creciente influencia religiosa en el ejército, no se refiere únicamente a la presencia de unos 2.000 soldados "haredim" en sus filas.
La tendencia cada vez más ortodoxa de algunos sectores es parte del problema. A ello se suma el fenómeno de interpretaciones más radicales de la religión, mezclada con expresiones nacionalistas y sumamente complejas de rabinos que tienen relación con soldados religiosos en servicio militar y que a veces hasta llegan a colocar al joven observante en uniforme en la disyuntiva entre la autoridad religiosa y la de sus comandantes; una receta segura para problemas.
Un grupo de 19 generales de reserva, que hace ya años no están en servicio activo y que fueron figuras claves en su momento, firmó recientemente una carta en la que protesta por varios de los fenómenos de los últimos tiempos en relación a los intentos de limitar el contacto con mujeres en el ejército, señalando que "este no es el Tzáhal que nosotros conocemos".
El analista de seguridad del matutino "Haaretz", Amás Harel, escribió al respecto, confirmando con cinismo que "en efecto, el ejército es otro". El ex Rabino Jefe del Ejército, Avijai Ronski, comentó que "muchas cosas han cambiado".
El problema de fondo es si el ejército se adapta a nuevas tendencias aunque las protagonizan minorías en sus filas y en la sociedad, porque son más avasallantes que la mayoría silenciosa y democrática, o si se logra mantener un equilibrio de mutuo respeto como hasta ahora.
Hay un ejemplo muy concreto. En el ejército israelí se come únicamente comida "kasher", o sea apta para ingerir de acuerdo a las normas de la religión judía. Ello comenzó en los años 50. Estaba claro que se buscaba el común denominador más bajo posible entre soldados religiosos y laicos, sacrificando algo cada una de las partes a fin de que todos puedan comer juntos. Pero la inclusión de 2.000 soldados ultraortodoxos ha llevado a que en el rabinato militar se esté considerando imponer medidas más estrictas de "kashrut", lo cual también significa mayores presupuestos. Y es sólo un ejemplo de cambios, aunque mucho menos complicados que los que quieren imponer los religiosos en relación a mujeres soldadas, exigiendo por ejemplo que no sirvan en unidades en las que hay soldados estrictos en su observancia.
Y cuando va en aumento el porcentaje de soldados y oficiales religiosos, porque muestra mayor disposición a servir y hasta a firmar más años en las filas de Tzáhal a fin de aportar al Estado, ello incide también sobre el equilibrio interno. Este se ve influenciado, además, por crecientes influencias de rabinos desde fuera del ejército.
No es casualidad que recientemente, al hablar ante la Comisión de Asuntos Exteriores y Seguridad del Parlamento, el Comandante en Jefe del Ejército, Tte. Gral. Benny Gantz, haya dicho que está sumamente preocupado "por Irán y Siria", pero también "por el tema del ejército y la sociedad".
El mencionado analista Amós Harel citó en Haaretz al Profesor Yedidia Stern, abogado, religioso, vice presidente del Instituto Israelí de Democracia: "Lo que necesitamos es una política multifacética que determine límites al permitir a los comandantes flexibilidad. El ejército necesita poner líneas rojas que no pueden ser transgredidas". Stern agregó: "La religion, por naturaleza, es imperialista. Tiene una tremenda energía, pero da marcha atrás cuando se enfrenta a una política decidida. Por otro lado, luego de determinar los límites, el ejército debe dar un paso adelante en nombre de los soldados religiosos y permitir a oficiales prudentes tener la libertad de lidiar con temas específicos".
En otras palabras: que puedan decidir en el momento, por ejemplo, si permiten o no a soldados religiosos retirarse de un acto en el que cantan mujeres si sienten que ello no va con sus convicciones. Pero que no lo conviertan en una victoria de la religión sobre Tzáhal.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay