El mundo, con razón, se ha horrorizado por los eventos de los últimos días en Siria, especialmente por la masacre de más de cien civiles, entre ellos por lo menos 30 niños, en la localidad de Hula. Diez países expulsaron de sus respectivos territorios al embajador sirio. España, por ejemplo, ha ordenado la partida en el plazo de 72 horas también de otros cuatro funcionarios de la embajada siria en Madrid.

También nuestro país ha manifestado su horror, a través de un comunicado de condena del ministerio de Exteriores.

Lo que no deja de sorprender es  la dinámica de la conmoción internacional. Parecería que alguien quedó auténticamente boquiabierto ante las nuevas matanzas de Assad; como si hubiera comenzado ahora.

Naciones Unidas y diversas organizaciones de derechos humanos estiman que más de 13.000 personas, por lo menos 9.200 de ellas civiles, han sido asesinadas en Siria desde el  comienzo del levantamiento en marzo del año pasado. Los patéticos argumentos del presidente Bashar al-Assad son que «grupos terroristas» atacan desde adentro para desestabilizar al régimen.

En el cruento circo de alevosas mentiras, participa también la República Islámica de Irán. El general Ismail Qaani, sub-Comandante de la Fuerza Al Quds de las Guardias Revolucionarias, fue citado por la agencia de noticias iraní ISNA confirmando que Irán había enviado tropas para ayudar a Assad a reprimir las manifestaciones. «Si la República Islámica no hubiera estado presente en Siria, la masacre de civiles hubiera sido doble», enfatizó. Increíble. ¿Realmente se lo creerá al menos él o aspira a que le crean también todos aquellos que no saben que Teherán apoya con armas y logística, desde siempre, al régimen represor de Assad?

Como decíamos, esto no comenzó con Hula, ni tampoco hace un año. Desde el levantamiento de habitantes valientes contra el régimen, Bashar al-Assad ha perdido todo freno. Tal como dijo el presidente de Israel, Shimón Peres, «El presidente Assad, que supuestamente debe ser el padre de la nación, se ha convertido en su asesino». Pero no es que antes de la insurgencia reinara una gran libertad en siria. Con esos padres, más vale la pena ser huérfanos.

Y a decir verdad, la indignación por la matanza de Hula es fuerte, pero nada de eso logra sorprendernos. Quizás sí el abierto desafío de Assad a la comunidad internacional y a la propia Liga Árabe que lo ha condenado; pero que él sea capaz de hacer lo que está haciendo, era previsible.

Soldados israelíes que caían prisioneros de Siria durante una guerra, sabían que estarían en las peores manos. Sus torturas eran las más sanguinarias; su crueldad, indescriptible. Periodistas que visitaron Siria en distintas oportunidades, y expertos en la zona, comentan que el régimen sirio, tanto en los tiempos de Assad padre como en el de su hijo Bashar, era y es de los más represores y oscuros de la región.

Y con todo esto de fondo, nos preocupan dos puntos concretos: ¿Acaso todos se limitarán a seguir hablando sin que nadie haga algo concreto para poner fin a las matanzas? Y además, ¿será siempre este el vecindario de Israel? ¿Cómo podrá aspirar a vivir en paz en la zona si estas son las normas que rodean al Estado hebreo?
 
Es que, no nos engañemos, la Liga Árabe condena, Turquía pone el grito en el cielo, pero el mundo árabe que rodea a Israel no se ha destacado jamás ni por la libertad que da a sus ciudadanos, ni por el respeto a sus derechos. Con diferentes matices y distintos grados de represión y opresión, los vecinos inmediatos y más lejanos de Israel, han actuado siempre muy distinto de lo que concibe como aceptable el Estado judío. Claro que ahora ver a un alawita masacrando tantos musulmanes ya les resulta incómodo.

Pero debemos finalizar con una confesión. Nos es más fácil plantear el problema que hallarle una solución.

Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay

Notas relacionadas:

Consejo de Seguridad condenó masacre de Hula cometida por régimen sirio

Arabia Saudita pone precio a cabeza de Assad

La ONU acusa a Siria de crímenes contra la humanidad