Estimados,
Debo confesar que luego de haberme enterado sobre el extraordinario logro que significa para la ciencia el hallazgo de la «partícula de Dios», tuve que releer unas cinco veces la noticia para tratar de entenderla y anotar ciertas ideas para no confundirme.
Así, pude comprobar que se trata del descubrimiento físico más importante de las últimas décadas, que fue el centro neurálgico de casi todas las especulaciones sobre el Big Bang, que es una partícula y un campo ondulatorio que permea todo el espacio, que ayuda a explicar la existencia de la masa de las partículas elementales, que fue la primera cosa que existió una fracción de segundo después del origen de nuestro universo, y que explica no sólo las propiedades de este mundo sino también su mera existencia.
¿No lo entendieron? Trataré de ser más explícito. Las noticias sobre la «partícula de Dios» apuntan al hecho de que es un punto de partida de la investigación del universo más allá de la física conocida, habiendo señalado un famoso científico que el siguiente reto es estudiar «los desconocidos no conocidos»; es decir nuevas partículas y fenómenos que pueden ir surgiendo luego de este fantástico descubrimiento científico. Ahora está más claro, ¿no?
Pero ahí no acaba la cosa. Resulta también que tras el hallazgo de la «partícula de Dios», el modelo estándar puede considerarse completo, pero que sólo se refiere a la materia visible del universo, toda vez que ahora se conoce que la materia ordinaria de la que nosotros estamos hechos sólo está incorporada en un 4% de la masa del universo y que el restante 96% está formada por materia oscura (23%) y energía oscura (73%), bien oscura, cada vez más oscura.
Me tomé, por lo tanto, el trabajo de leer algo sobre estos temas y de esa forma pude enterarme de que el término materia oscura se refiere a materia cuya existencia no puede ser detectada en procesos asociados a la luz y que la evidencia más fuerte de su existencia se encuentra en las curvas de rotación de las galaxias espirales, habiendo aprendido también que se llama oscura porque no podemos ni verla ni detectarla con ninguno de nuestros instrumentos y que simplemente sabemos que está ahí por los efectos gravitatorios que ejerce sobre la materia ordinaria; ¡sí, sí; aunque no lo crean!
Respecto a la energía oscura, es algo así como un campo de energía que obliga a las galaxias a separarse siendo el componente dominante del universo, debiendo agregar que para establecer realmente una teoría de la energía oscura se necesita un concepto de física radicalmente nuevo, por lo que virtualmente todos los científicos coinciden al señalar que la energía oscura, de la cual sabemos nada o cada vez menos, es el mayor misterio de la ciencia actual.
Bueno; después de todo este acercamiento a la «partícula de Dios», me convencí más que nunca de la inmortalidad de esa frase de Sócrates cuando aseguró «Sólo sé que nada sé».
Admito, por lo tanto, que soy un gran ignorante en la medida en que desconozco cada vez más cosas de las que tenía certeza que sabía, lo que me lleva a una reflexión práctica y saludable: desconfiar radical y absolutamente de todo, especialmente de politicos, policías, periodistas, rabinos, dirigentes religiosos y abogados en Israel llenos hasta la coronilla de esa materia y energía oscura, que ya desde hace mucho se jactan de ser una «partícula de Dios» y de saber suficienmente todo como para convertise, al mismo tiempo, en investigadores, acusadores, jueces y verdugos, violando todas las reglas del juego democrático, especialmente esa sagrada que determina que toda persona es básicamente inocente hasta que se demuestre lo contrario.
Con todo, algo positivo podemos aprender del «Putsch Olmert»: Hasta que no se modifique nuestro sistema gubernamental y existan verdaderas garantías de que quien gobierna es el elegido por la ciudadanía, y que su proyecto político enunciado es el que será vigente, en lugar de ser «la única democracia de Oriente Medio», no nos diferenciaremos de ninguna repúbica bananera.
¡Buena Semana!