Esta semana, el presidente egipcio, Mohamed Mursi, realizó un aterrizaje de pocas horas en Irán, a la cumbre de Países No Alineados, donde se reunió con su homólogo, Mahmud Ahamadinejad, para luego llegar en visita oficial de tres días a China.
Las viajes de Mursi surgieron como parte de una diversificación de agendas diplomáticas que impulsa Egipto luego de que los Hermanos Musulmanes se hicieron con el poder, desplazando así a los remanentes del gobierno de Mubarak - la junta militar - que hasta hace poco tiempo eran punta de lanza de las políticas de Washington y Jerusalén en Oriente Medio.
Durante la misma semana el canciller israelí, Avigdor Liberman, invitó a Mursi a visitar Israel con el objetivo de mantener los acuerdos de paz entre El Cairo y Jerusalén en los que el país musulmán reconoce la existencia del Estado judío.
Pero en un giro, que muchos consideraban previsible, Mursi decidió realizar su primera visita a Irán y China y no a Israel, lo que en política exterior tiene un gran significado; en principio el líder egipcio trata de desmarcase de Occidente y busca alianzas económicas y políticas en Asia.
Muestra de ese giro de política es que a principios de agosto Egipto decidió reabrir, aunque temporalmente, su frontera con Gaza, controlada por Hamás, para que los palestinos tengan permitido el paso hacia su país, acción que es una piedra más en los zapatos de EE.UU e Israel.
Otro roce surgió cuando un grupo de yihaistas asesinaron a 16 soldados egipcios en la frontera del Sinaí que Egipto comparte con Israel.
Luego del atentado, y con la aceptación de Israel, movilizó las tropas de su Ejército dentro de la península.
Tiempo después Israel exigió su retirada, aferrándose a los acuerdos de paz de Camp David de 1979. La semana pasada lo consiguió; sin embargo, el costo político estuvo presente y no hace más que recalentar una zona ya convulsa.
Fricciones como esas podrían revivir la idea de un panarabismo modelo siglo XXI, influenciado por un hecho sociopolítico pero de impacto geopolítico llamado «La Revolución de Tahrir».
Egipto representa un aliado estratégico para cualquier potencia, controla el Canal de Suez por donde transita el petróleo desde el Golfo Pérsico a Europa.
Este accionar de Mohamed Mursi puede significar un grave error. Egipto, en la situación económica y social en la cual se encuentra, debería enfocar su mirada principalmente hacia EE.UU para asegurar su supervivencia y hacia Israel para garantizar su soberanía.
Para Mursi, que apenas inició su mandato, deberán pasar varios años para ver si realmente está dispuesto a desmarcarse de Washington y Jerusalén.