Los analistas internacionales expresan distintos grados de preocupación ante la fulminante ofensiva en Irak de la organización terrorista ISIS - siglas en inglés de Estado Islámico en Irak y en Sham (expresión árabe para el Levante) -, pero aún los más cautos y los que creen que finalmente será derrotada, no son demasiado optimistas.
En un editorial titulado «El nuevo cuartel general del terror» escribe el semanario británico «The Economist»: «En las próximas semanas probablemente los yihadistas habrán de fracasar en su ofensiva, por conquistar demasiado territorio con pocos combatientes. Quizás un ejército iraquí humillado se reorganizará y recuperará posiciones y hasta logre reconquistar Mósul. Pero con sus victorias simbólicas y un suministro constante de jóvenes combatientes, esto no cambiará demasiado la situación. El objetivo de ISIS es rediseñar el mapa de Oriente Medio creando un Estado sunnita a partir del este de Siria y el corazón de Irak. Su militancia está difundiendo el terror y una ideología venenosa en el mundo árabe. Algún día, si la organización logra imponerse, los terroristas suicidas de ISIS también tomarán como blancos a Europa y Estados Unidos. Sin un cambio de actitud de Bagdad y Washington, ISIS y otros grupos afines, seguirán causando destrucción y muerte. Pero aún con una política más enérgica, será difícil detener la Yihad».
John Simpson, de la BBC traza un panorama menos apocalíptico: «Si uno lee los diarios o mira las noticias de la televisión es fácil llegar a la conclusión de que el ISIS es un Ejército victorioso, que barre con todo lo que está en el camino a Bagdad. Parece un panorama muy similar al del Vietcong avanzando hacia Raigón en 1975.
Es cierto que el ISIS está atacando a Baquba, a sólo 37 millas de Bagdad. También es cierto que aterrorizó al Ejército nacional la semana pasada y que divisiones regulares colapsaron ante el avance del ISIS. La organización es tremendamente rica - la captura de Mósul probablemente les permitió adueñarse de dos billones de dólares. Además es terriblemente brutal.
Sin embargo, la lucha en Baquba puede haber cambiado la situación. Las fuerzas que expulsaron a los combatientes del ISIS de la ciudad están integradas en parte por voluntarios chiítas que se movilizaron con entusiasmo para atacar a sus enemigos sunnitas.
En Bagdad, el costo de las pistolas y las balas triplicaron su precio y es muy difícil conseguir una ametralladora Klatchnikov. Pero ello no se debe a que ciudadanos nerviosos compran armas para su protección, sino a que hay una enorme demanda de voluntarios chiítas. Más importante aún es que en Baquba están llegando a los límites del Irak sunnita.
Hay dos grandes suburbios en las afueras de Bagdad: Amyria y Khadra, que pronto crearán un problema al Gobierno irakí, pero la ciudad tiene una abrumadora mayoría de población chiíta.
Para que una organización de menos de 10.000 combatientes pueda tomar Bagdad debería haber un colapso total de la moral de los chiítas iraquíes, algo difícil de imaginar, especialmente después de haber visto las terribles fotos en Internet de las masacres perpetradas por las combatientes de ISIS».
Ishan Taroor, en el «Washington Post», opina que Irak se está desintegrando y ofrece un retrato inquietante del ISIS: «El grupo yihadista, según mi colega Liz Sly, tiene una fuerza combatiente probablemente superior a los 10.000 miembros que le adjudican la mayoría de los informes. Está bien armado y ha inflado su arsenal luego de capturar los equipos de las principales bases del Ejército en Mósul. En cada ciudad que conquistan, liberan a centenares de criminales de las cárceles, muchos de los cuales probablemente sean militantes de su causa».
La evaluación de Steven Simon en «The New York Times» es un poco menos sombría. A su juicio «Un asalto a Bagdad, o incluso su captura, no puede sino ser una victoria ilusoria. Sólo puede terminar con una derrota y el fortalecimiento de sus enemigos chiítas en Bagdad y especialmente en Teherán. Por su carácter, la ofensiva sunnita movilizará no solo al Ejército. Las ejecuciones masivas mezcladas con el simbolismo religioso de los insurgentes, que hablan de extirpar la 'basura' de la herejía chiíta, desde Najaf a Kárbala, las dos ciudades santas de los chiítas. Para una minoría que lucha contra la mayoría de la población, es una táctica suicida».
¿Mi opinión? Sea cual sea el final de las terribles guerras civiles en Siria e Irak, la Yihad seguirá siendo una pesadilla para el mundo entero, y no sólo para los países musulmanes, por mucho tiempo.
Desde el 11 de setiembre de 2001, es bastante evidente que lo que Sayyid Qutb, el ideólogo de los Hermanos Musulmanes enviado a la horca por Nasser en 1966, llamó «el deber olvidado», refiriéndose a la guerra santa contra los infieles, es muy recordado.
Por encima de sus diferencias, los extremistas sunnitas y chiítas están de acuerdo en que el mundo se divide en dos clases de seres humanos: fieles e infieles. La división es absoluta y tajante y no hay discriminación alguna entre los desdichados que pertenecen a la segunda categoría, sean judíos o budistas, protestantes o agnósticos, católicos o ateos, de izquierda o de extrema izquierda, de derecha o extrema derecha, de centro o totalmente apolíticos. Todos automáticamente pertenecen a una categoría humana inferior y en la utopía de un mundo de verdadera justicia islámica sólo habrá para ellos tres destinos posibles: convertirse al islam, resignarse a vivir como ciudadanos de segunda categoría en un mundo islámico o morir por la espada justiciera de los seguidores del Profeta.