Los egipcios tienen ante sí dos malas opciones para elegir justo ahora. ¿Ofrecerá alguien una tercera?
De todas las inquietantes imágenes que surgen de El Cairo en las últimas fechas, ninguna podría ser peor que las de las muchas bajas civiles. Sin embargo, las de la hace tres días atras que mostraron el lanzamiento de un vehículo de la policía desde el Puente 6 de Octubre, que se extiende a través del Nilo en el centro de El Cairo, fueron casi igualmente perturbadoras.
Versiones noticiosas diferían con respecto a si el vehículo fue empujado por manifestantes o si el chofer, en un ataque de pánico, se lanzó con fuerza a través de al baranda del puente y cayó al río. Como sea, el puente terminó seriamente dañado, el vehículo se hundió en la profundidad y se desconoce la suerte de sus pasajeros.
Esa imagen es una miniatura de un país que en decadencia que enfrenta enormes desafíos ambientales y poblacionales, ya con una desesperada necesidad de desarrollo y reparación, destruyéndose incluso más.
¿Quién pagará para sanar las heridas humanas y materiales que Egipto se está infligiendo? Incluso miles de millones de dólares de naciones del Golfo Pérsico no pueden apuntalar indefinidamente a un país de 85 millones de personas, donde casi la mitad de las mujeres son analfabetas. Lo que los egipcios le están haciendo a su nación es locura pura.
En particular, resulta deprimente que el liderazgo y opciones necesarias para revertir estas tendencias al parecer no están presentes. Actualmente, los egipcios están enfrentando la alternativa entre unas fuerzas armadas que a toda costa parece que quieren regresar a 1952, cuando el ejército tomó el poder por primera vez - y mantuvo a los Hermanos Musulmanes en jaque - y los Hermanos Musulmanes, que desean regresar a 622, al nacimiento del islam y a una estrecha sociedad contraria a la pluralidad, que reprime a las mujeres y dominada por la sharía (ley islámica), como si esa fuera la respuesta a todos los males de Egipto.
«La impactante lección del Egipto actual es que sus dos grupos más poderosos, organizados y con mayor confianza - los Hermanos Musulmanes y las fuerzas armadas - demostraron que son incompetentes en el campo de gobernar», escribió el politólogo Rami Khouri en el diario «The Beirut Daily Star» hace pocos días. «Esto no se debe a que ellos no tengan individuos capaces y partidarios inteligentes y racionales, sino a que tanto las costumbres de los militares como las de la espiritualidad están diseñadas para mundos diferentes al del Gobierno y al del suministro equitativo de servicios y oportunidades para millones de personas de diferentes religiones, ideologías y etnias. La falta de otros grupos tradicionales de ciudadanos organizados y con credibilidad que puedan comprometerse en el proceso político y moldear nuevos sistemas constitucionales es mayormente una consecuencia de cómo oficiales castrenses, miembros de tribus y fanáticos religiosos dominaron la vida pública de los árabes a lo largo de varias décadas».
Es verdad. Los europeos orientales tuvieron experiencia con la democracia parlamentaria en el periodo entre guerras. Así que cuando la Unión Soviética se desmoronó en 1989, con la ayuda de la Unión Europea, ellos hicieron transiciones relativamente fáciles al capitalismo democrático. Los asiáticos del Lejano Oriente tuvieron décadas de dictadores, pero, a diferencia de aquéllos en el mundo árabe, en su mayoría fueron modernizadores que se concentraron en construir infraestructuras, educación, espíritu emprendedor y economías que, con el tiempo, produjeron clases medias tan amplias y cultas que consiguieron arrebatar su libertad de los generales de manera relativamente pacífica. Los asiáticos del Este también tuvieron a Japón como modelo, país cuyo lema era: «Estamos rezagados, ¿en qué estamos mal? Necesitamos aprender de aquellos que están obteniendo mejores resultados».
El mundo árabe nunca tuvo raíces democráticas que podían florecer rápidamente o autócratas modernizadores, que construyeran amplias clases medias con educación que tomen gradualmente el control de la sociedad. Además, no tuvo una Unión Europea que actuara como imán y modelo. Así que cuando se destapó la «primavera árabe», no existía ni un solo movimiento progresista de amplias bases que compitiera efectivamente con los mismos de siempre: las fuerzas armadas y los Hermanos Musulmanes.
Entiendo porqué tantos egipcios se volvieron contra la Hermandad. El grupo estaba robando su revolución para su propia agenda islámica radical. Sin embargo, la mejor forma de justificar su expulsión era que los militares instauraran un Gobierno que realmente colocara a Egipto al inicio de una larga marcha a la modernización, el espíritu emprendedor, alfabetización para la mujer y política consensual e incluyente - incluyente incluso con los islamistas -, no otra marcha bajo los generales.
El general Abdel Fatah Al Sissi armó un Gabinete con algunas personas capaces; tenía el potencial de dar a luz a una tercera vía. Sin embargo, antes de que pudiera dar dos pasos, el ejército y la policía lanzaron una campaña para acabar con los Hermanos Musulmanes que involucró, para gran consternación, asesinatos indiscriminados de cientos de personas sin armas. La Hermandad provocó parte de esto; feliz de tener algunos «mártires» para deslegitimar la toma del control de las fuerzas armadas y cambiar los titulares respecto de su propia responsabilidad en el mal Gobierno. Seguidores de los Hermanos Musulmanes también quemaron 40 iglesias y mataron a algunos agentes de policía.
Así que, una vez más, los egipcios y sus amigos en el extranjero están siendo polarizados entre las dos mismas dos opciones de siempre, ambas malas. Ya es tarde.
Al Sissi tiene que contenerse y facultar al Gabinete que nombró para que produzca una tercera vía; un Gobierno auténticamente modernizador e incluyente. Esa fue la intención de la revolución de 2011. Si él desvía a Egipto de ese objetivo, de la manera que lo hicieron los Hermanos Musulmanes, si su única ambición es ser otro Nasser y no un Mandela, Egipto se dirige a una gran caída, igual que ese vehículo de policía que se hundió en el Nilo.
Fuente: The New York Times
Traducción:www.israelenlinea.com