Cientos de miles de manifestantes protestan contra el presidente egipcio, Mohamed Mursi, tras haber pernoctado en tiendas de campaña en la cairota plaza Tahrir, mientras la oposición dio de plazo al mandatario hasta mañana martes para que dimita.
El movimiento Tamarrud (Rebelión), que aseguró haber recogido 22 millones de firmas para pedir la renuncia de Mursi, fijó un ultimátum para mañana a las 17:00 hora local para que éste deje su cargo y convoque a elecciones.
De no lo acatarlo, el grupo opositor llamará a comenzar una campaña de desobediencia civil, según un comunicado difundido en su página web.
«Ya no es posible una solución intermedia y no hay alternativa al final pacífico del poder de los Hermanos Musulmanes, representado en Mursi, y al llamamiento a elecciones anticipadas», señaló Tamarrud, antes de instar a la policía, al ejército y a la justicia a que «tome partido de manera clara» por sus demandas.
«Mursi perdió la legitimidad. La economía está peor que cuando llegó. Hay escasez de gasolina. El desempleo no para de subir. ¿Cómo vamos a ser una nación próspera con este presidente?», añadieron.
Un signo de protesta preferido estos días por los egipcios es el de mostrar una tarjeta roja, como las del fútbol, dirigida simbólicamente a Mursi, con el lema «out» impreso en ellas. Otras pancartas muestran la cara del presidente tachada en rojo o dibujos en los que se le muestra con el atuendo de un faraón, como los que se utilizaron para ridiculizar a Mubarak hace dos años.
La voluntad en la plaza de Tahrir, en la que se concentraron más de 500.000 personas, era que el 30 de junio de 2013 fuera un nuevo 25 de enero de 2011, el día en que se iniciaron las protestas que acabaron con el anterior régimen.
La noche de este domingo acabó con enfrentamientos en distintos puntos de Egipto que causaron al menos siete muertos, aunque las informaciones sobre la cifra de víctimas son todavía confusas.
Según las autoridades, al menos siete personas murieron y cientos resultaron heridas en enfrentamientos en las ciudades de Asiut, Beni Suef y Fayoum.
La sede en El Cairo de los Hermanos Musulmanes fue atacada con rocas y bombas incendiarias por un grupo de opositores, sin que la policía o las fuerzas armadas la protegieran.
Mursi, por su parte, movilizó a sus propios apoyos. Sus partidarios se atrincheraron en las inmediaciones de una mezquita cairota, desde donde prometieron dar sus vidas si es necesario para mantener en el poder al primer mandatario elegido democráticamente en la historia del país.
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