Alemania condenó al llamado «contador de Auschwitz», el ex miembro de las SS hitlerianas Oskar Gröning (94), a cuatro años de cárcel por complicidad en el exterminio de 300.000 judíos, una sentencia simbólica tras un proceso exponente de la justicia tardía contra los crímenes del nazismo.
La condena emitida por la Audiencia de Lüneburg (norte de Alemania) superó la petición de la fiscalía - tres años y medio de cárcel. Es probable que el procesado no llegue a ingresar en prisión, en atención a su precario estado de salud, cuestión ésta que corresponde evaluar a la fiscalía.
La defensa solicitó la absolución de Gröning, quien a lo largo del juicio admitió su «complicidad moral» en los asesinatos de Auschwitz, pidió perdón a los supervivientes y familiares de las víctimas y lamentó no haber actuado en consecuencia ante unos crímenes de los que fue perfectamente consciente.
Gröning ingresó con 20 años en las Waffen-SS, en 1941, y dos años después empezó a servir en Auschwitz, donde asumió el cometido de incautarse del dinero, el equipaje y demás pertenencias de los deportados que llegaban al campo de exterminio en la Polonia ocupada.
Desde esa posición contribuyó a financiar al Tercer Reich, ya que se encargaba de las transferencias de esos bienes a Berlín y fue cómplice del exterminio nazi, cuya aplicación discurría ante sus ojos.
En tres ocasiones se le destinó a trabajar junto a la llamada rampa de la muerte, pero según su testimonio no participó en la selección de presos a los que se destinaba a trabajos forzosos o los que iban directamente a las cámaras de gas.
La acusación se centró en su papel en la llamada «Operación Hungría», de mediados de 1944, cuando llegaron a Auschwitz alrededor de 450.000 judíos, de los cuales unos 300.000 fueron asesinados.
A diferencia de otros exponentes de justicia tardía por crímenes del nazismo - el más inmediato, el del ucraniano John Demjanjuk, condenado en 2011 a cinco años de cárcel - Gröning cooperó en el juicio con amplias declaraciones sobre el día a día de Auschwitz y su papel en la burocratizada maquinaria de exterminio.
Su relato estuvo acompañado por testimonios de los supervivientes que siguieron el juicio, tanto relativos a los experimentos humanos del médico Josef Mengele o a cómo se llevaban a cabo las operaciones de selección, gaseado e incineración de las víctimas.
Si Demjanjuk asistió a su largo juicio en silencio, Gröning acudió auxiliado de un andador, en un proceso dificultado por varias interrupciones por enfermedad del acusado y marcado por la confrontación entre el acusado y la reacción de los supervivientes o familiares de las víctimas.
En la apertura del juicio, en abril, pidió perdón a las víctimas, a lo que siguió el gesto de una testigo, Eva Kor (81), que tendió la mano al procesado, lo que desató las protestas de algunos representantes de la acusación particular.
A Gröning, quien tras la caída del nazismo pasó por un campo de internamiento británico y luego volvió a la vida civil como contable en una fábrica de vidrio, se le abrió sumario en 1977, pero quedó sobreseído en 1988.
Llevar ahora a Gröning ante un tribunal, 70 años después del fin de la Sedunda Guerra Mundial, fue posible gracias al instruido contra Demjanjuk, quien murió pocos meses después de escuchar su sentencia en una residencia de ancianos.
Con su condena se creó una jurisprudencia para juzgar por crímenes de guerra no sólo a quienes intervinieron directamente en éstos, sino también a los cómplices de la maquinaria nazi, lo que abrió la puerta a acusaciones formales contra casos similares.
Varios de esos procesos contra «cómplices de Auschwitz» quedaron sobreseídos, por no estar en condiciones los imputados de asistir a un juicio, o se cerraron con sentencias simbólicas contra otros nonagenarios.
Desde Jerusalén, el centro Simon Wiesenthal, instituido en memoria del caza-nazis austríaco, se elogió la sentencia, por considerar que «animará» a las autoridades alemanas a llevar adelante otros casos similares, por encima de las dificultades que lleva implícita la ejecución de la justicia tardía.
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