Casi en el inicio del Seder decimos señalando a la matzá: «Este es el pan de la aflicción que nuestros padres comieron en la tierra de Egipto. Quienquiera esté hambriento, déjenlo venir y que coma. Quienquiera que esté necesitado, déjenlo venir y que se una en la celebración de la Festividad de Pesaj».
Esas palabras y esa acción, cuando podemos llevarla a cabo, nos enseña que al compartir nuestro pan con los demás, damos el primer paso en la salida de la aflicción en dirección a la libertad.
Cuando podemos participar nuestras vulnerabilidades, descubrimos nuestra propia fuerza.
La solidaridad humana es el principio de la libertad.
Pésaj es la fiesta de la esperanza.
Nosotros tenemos necesidad de esperanza.
Sobrevivimos a cada imperio que quiso destruirnos, a las adversidades que hubieran acabado con cualquier otra nación.
El mundo necesita esperanza.
Las dificultades por delante son formidables.
Es fácil caer en la desesperación. Es cómodo decir que nada cambiará y pensar en D-os como una realidad remota.
Lo difícil, pero obligatorio, es tener fe en un futuro mejor.
Al celebrar junto a familiares y amigos, recordemos que el Seder comienza con las palabras: «Este es el pan de aflicción», pero termina con el vino de la libertad y con una cantilena infantil en la que D-os derrota al ángel de la muerte.
¡Jag Kasher Vesameaj!