Estimados,
Israel sabe muy bien qué es el sufrimiento. Los pogromos antijudíos empezaron hace casi cien años, mucho antes de que el moderno Israel existiera o de que los asentamientos, hoy tan discutidos, hubieran comenzado a desarrollarse.
Si en Haifa o Hebrón se quiso acabar en 1921, o en 1936 y 1939, con las comunidades judías fue porque los árabes nunca aceptaron que el pueblo judío hunde sus raíces en la Tierra de Israel desde tiempos inmemoriales.
La misma causa explica por qué los árabes no quisieron aceptar el plan de partición en dos Estados de 1947, porque uno de ellos era para el pueblo judío. La misma causa explica todas las otras guerras, las intifadas y el terror, las inmorales campañas de deslegitimación sobre el derecho a existir de Israel y las repetidas amenazas de borrar al Estado judío del mapa.
Desgraciadamente, estos tres nuevos asesinatos se producen en un contexto cada vez más problemático, tanto para Israel como para muchas comunidades judías en el mundo. Israel es una isla de libertad y prosperidad en medio de un mar cada vez más amenazante y turbulento. Las banderas negras del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) se ven en funerales en Gaza; la guerra de Siria desestabiliza Líbano, Jordania e Irak; Al Fatah y Hamás forman un nuevo Gobierno de coalición sin que el mundo reaccione con firmeza y coherencia contra una Autoridad Palestina que se alía con el terrorismo; y el acuerdo con Irán que Obama está cocinando no garantiza que Teherán abandone sus actuales capacidades para fabricar una bomba atómica.
Al mismo tiempo, las campañas de manipulación informativa llevadas a cabo con gran éxito por los palestinos, el odio de una izquierda lunática que no entiende el sentido identitario de Israel ni su voluntad de defenderse cuando las circunstancias lo exigen y el tradicional antisemitismo de cierta derecha carpetovetónica están alimentando una auténtica guerra legal y económica contra los intereses de Israel, en forma de denuncias, boicots y presiones para que académicos y artistas no pisen su suelo. Nunca ningún país tuvo que combatir a sus enemigos en tantos frentes simultáneamente.
El secuestro de los tres adolescentes pasó sin pena ni gloria fuera de Israel. Muchos dirán que otras noticias tenían más relevancia, como el colapso de Irak. Pero estoy convencido de que eso es sólo otra excusa. Insultar, amedrentar, atacar e incluso asesinar a judíos pasó a ser algo cada vez más habitual. Y rara vez se condena. Ahí están las autoridades belgas intentando negar que el ataque al Museo Judío de Bruselas fue un atentado terrorista antisemita, por ejemplo.
El silencio de los corderos es producto del miedo. Y en el mundo se tiene miedo, y mucho, a ser visto como projudío y proisraelí. La semana pasada se expulsó a una delegación norteamericana de judíos de la Cumbre de Estados Africanos, a la que habían sido previamente invitados. Los expulsaron porque los delegados de la Liga Árabe no soportaron verles cubrir sus cabezas con la kipá.
¿Algún líder hizo el más mínimo gesto de disgusto o reprobación? No. Demasiados intereses, demasiados temores.
Pero asesinar judíos no puede pasar inadvertido ni quedar impune. Y no es algo que pueda quedar únicamente en las manos de las autoridades israelíes. Los cadáveres encontrados en Hebrón son como los previamente encontrados en Bélgica y en Francia.
Hoy hay una nueva esvástica, anidada en una irracional extrema derecha, alimentada por una izquierda descreída, pacifista y multiculturalista aprovechada por palestinos, Hermanos Musulmanes, salafistas y yihadistas en el mundo. Incluidas muchas universidades norteamericanas.
Por eso este horrorso e injustificable asesinato de tres jóvenes cuyo error fue hacer autoestop para volver a casa no nos puede dejar indiferentes. El pueblo judío tiene todo el derecho a vivir en paz, e Israel a defenderse para poder también lograrlo.
Hace 70 años el mundo consintió el horror nazi de la Shoá. Es nuestra obligación moral no permitirlo nunca más. Es más, es nuestro propio interés lo que debería llevarnos a defender a Israel frente a la barbarie.
Que los jóvenes descansen en paz y mantengámoslos en nuestros corazones.
¡Buena Semana!