El cálculo de probabilidades para ser elegido Papa, tendía a cero. La sanción de la ley del matrimonio igualitario y de identidad de género en la Argentina, uno de los pocos países en el mundo que lo había concretado, lo desubicó. En términos futbolísticos quedó en off-side.
Disgustado declaró: «Es la destrucción al plan de Dios, es una movida del diablo. Está en juego la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre. Está en juego un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada además en nuestros corazones».
Viajó a Roma con pasaje de vuelta. En el avión habrá recordado su apoyo a las patronales del campo o cuando recibió al héroe provisorio del establishment de aquellos días, el pequeño Cleto. Sus encuentros con todo el arco político desde Mauricio Macri a Daniel Scioli, desde Gabriel Mariotto a Elisa Carrió, desde Julio Bárbaro a Gabriela Michetti, desde Claudio Lozano a Eduardo Duhalde. El único Tedeum que celebró con la presencia del matrimonio Kirchner, allá por 2004. Sus pedidos de «diálogo sincero» y a «dejar de lado la confrontación entre diferentes sectores de la sociedad». La imposibilidad de cohesionar a una oposición deshilachada. Sus encontronazos con Néstor Kirchner, una confrontación entre temperamentos duros. Cada uno quería jugar de local en el encuentro: él en la Curia y el santacruceño en la Casa Rosada. Su relación conflictiva de menor intensidad con Cristina, precedida por un intento de acercamiento.
En este viaje sin esperanzas, tal vez recordó que su gran oportunidad fue en el 2005, cuando fue elegido Ratzinger. En varias votaciones compitió cuerpo a cuerpo con el cardenal alemán hasta que se bajó de la competición.
Antes de encerrarse en el cónclave, los artículos de Horacio Verbitsky denunciando su comportamiento dudoso con los curas Jalics y Yorio, que estuvieron desaparecidos en la ESMA, circularon ampliamente en el Vaticano.
A los 76 años su vida pastoral parecía cumplida. Seguramente sonrió cuando rememoró el cariño de los curas villeros a los que apoyó incondicionalmente. A 10.000 metros de altura, se sintió acompañado por Pepe Di Paola, Joaquín Giangreco, Martín Carroza, Martín de Chiara, Jorge Torres Carbonell o José Zámolo, entre tantos otros que fueron a vivir a las villas a su pedido.
A su regreso de Roma, volvería a viajar en el subte de la línea A, a mirar en Fútbol para Todos a su querido San Lorenzo, a continuar con la vida austera de los jesuitas, y a recordar, cuando lo acometiera la nostalgia, su paso por el grupo Guardia de Hierro del Justicialismo en su ya lejana juventud. Esa agrupación de la que salieron tantas figuras conocidas, estaba dirigida por Alejandro Alvarez y tomó su nombre de una organización rumana creada por el capitán Corneliu Zelea Codreanu de fuertes rasgos antisemitas. Tal vez medite que sus llamados al consenso entraban en contradicción con la aseveración del General Perón que «para hacer una tortilla hay que romper los huevos».
A fin de año se retiraría y se iría a vivir a la casa que posee el clero para jubilados. Seguramente una sonrisa le atravesó el rostro cuando recordó una de sus homilías: «Nos acostumbramos a levantarnos cada día como si no pudiera ser de otra manera; nos acostumbramos a la violencia como algo infaltable en las noticias; nos acostumbramos al paisaje habitual de la pobreza y de la miseria caminando por las calles». Obviamente esto no ayudaba en la relación con el gobierno y era injusto con el kirchnerismo que había bajado significativamente la pobreza.
Recuerda con una profunda satisfacción su apoyo al combate de la trata de personas, su contención a las víctimas de Cromañon, su aliento hacia las víctimas de otras tragedias como la del Once, su apoyo irrestricto sobre la recuperación de las Malvinas y a los combatientes, su promoción del diálogo interreligioso.
En ese vuelo con pasaje de retorno, el Cardenal Jorge Mario Bergoglio iba hacia el ocaso, acompañado por sus recuerdos y los fantasmas de su pasado, hacia una Europa sacudida por la crisis.
Los fantasmas
Se lo ha denunciado periodísticamente por no haber protegido a dos curas que realizaban su tarea pastoral en el bajo Flores; o más grave aún haberlos denunciado. Se trata de Orlando Yorio y de Francisco Jalics (quien vive en Alemania) y que estuvieron desaparecidos durante seis meses en la ESMA.
Según relata Horacio Verbitsky en su libro «El Silencio», «Orlando Yorio nunca se recuperó por completo. Trabajó en el Obispado de Quilmes pero se sentía amenazado y se radicó en Uruguay, donde murió en 2000. Poco antes evocó su relación con Bergoglio: «No tengo ningún motivo para pensar que hizo algo por nuestra libertad, sino todo lo contrario». Los sacerdotes fueron liberados por las gestiones de Emilio Mignone y la intercesión del Vaticano y no por la actuación de Bergoglio, que fue quien lo entregó», sostiene Angélica Sosa de Mignone. Según la esposa de otro desaparecido, que hizo gestiones ante el nuncio, Laghi le contó que él fue quien consiguió «sacar de la ESMA a los dos sacerdotes». …Según Yorio «el peligro era obvio para todos. No era necesario que nadie avisara. En mayo de 1974 habían ametrallado a Carlos Mugica, poco después mataron a otros dos sacerdotes villeros, en San Isidro y en Bernal. A comienzos de 1975 yo fui separado de mis cátedras de teología en la facultad de los jesuitas de San Miguel sin proceso y sin razones académicas por adherir a la teología de la liberación. Solamente se me dio un mandato de obediencia, cuando Bergoglio era el provincial. El mismo Bergoglio reconoció luego que eso fue muy injusto, pero lo decía como si él hubiera sido un tercero ajeno. Desde San Miguel y el provincialato se hacía correr por debajo, sin darme lugar a defenderme, que yo era comunista, subversivo y guerrillero y que andaba con mujeres, rumores que llegaban de inmediato a los sectores sociales que en ese momento manejaban el poder y la represión. Francisco Jalics varias veces hizo notar el peligro. En ese sentido advirtió por escrito a varios jesuitas que el responsable era Bergoglio... En cambio Alicia Oliveira, ex secretaria de Derechos Humanos de la Cancillería, cree que su amigo el cardenal, es un hombre noble y valiente: «Cuando comenzó la represión militar hubo quienes sostenían que lo mejor tanto para los militantes como para la gente de la villa era que quienes iban allí a hacer trabajo de alfabetización y evangelización se alejaran por un tiempo. Yo he participado en discusiones con catequistas que se negaban a hacerlo porque decían que tenían mandato de Dios, y en ese caso no había como obligarlos. Con el mismo criterio de preservar a la gente, Bergoglio les ordenó a los sacerdotes que se alejaran de la villa. Pero la Compañía de Jesús es una orden organizada en forma militar desde San Ignacio de Loyola. No le obedecieron y los separó de la Compañía. Yo no afirmo que ésa haya sido la mejor actitud posible, pero no puede confundirse con entregarlos». (Páginas 101 y 102).
A su vez, el actual Papa recuerda que se entrevistó dos veces con Videla y Massera y de esa forma le salvó la vida a ambos religiosos. En el juicio en que fue requerido lo hizo como testigo y no como imputado.
La parte más dura de la denuncia de Verbitsky contra Bergoglio es aquella que figura en su extensa historia de la Iglesia Argentina en varios tomos y que consta en numerosos artículos periodísticos: «Al quedar en libertad, en noviembre de 1976, Jalics se marchó a Alemania. En 1979 su pasaporte había vencido y Bergoglio pidió a la cancillería que fuera renovado sin que volviera al país. El director de Culto Católico de la Cancillería, Anselmo Orcoyen, recomendó rechazar el pedido «en atención a los antecedentes del peticionante», que le fueron suministrados «por el propio padre Bergoglio, firmante de la nota, con especial recomendación de que no se hiciera lugar a lo que solicita». Decía que Jalics tuvo conflictos de obediencia y una actividad disolvente en congregaciones religiosas femeninas, y que estuvo «detenido» en la ESMA junto con Yorio, «sospechoso de contactos con guerrilleros». Es decir, los mismos cargos que le habían formulado Yorio y Jalics (y que corroboraron muchos sacerdotes y laicos que entrevisté) mientras aparentaba ayudarlos, Bergoglio los acusaba a sus espaldas. Es lógico que este hecho de 1979 no alcance para una condena legal por el secuestro de 1976. El documento firmado por Orcoyen ni siquiera fue incorporado al expediente, pero perfila una línea de conducta. Sumar al director de Culto Católico de la dictadura a una conspiración contra la Iglesia sería demasiado. Por eso, Bergoglio y su portavoz callan sobre estos documentos y prefieren descalificar a quien los encontró, preservó y publicó».
El otro caso que no deja bien parado al Papa Francisco, está vinculado a la primera presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, Licha de la Cuadra, que perdió a un hijo de nombre Roberto José, a una hija de nombre Elena, la cual tuvo a su bebé en cautiverio a la que le habría dado el nombre Ana Libertad. El esposo de Licha hizo gestiones ante Bergoglio en octubre de 1977. Éste escribió una nota al obispo auxiliar de La Plata, Mario Picchi, y se desentendió del caso. Estela de Carlotto agregó que la respuesta fue: «No busquen más que la niña está en buenas manos» Estela, la tía, declaró esto en sede judicial. La presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo agregó: «Él tuvo que ir a declarar y dijo desconocer la charla. Además aseguró, ya en los '90, que desconocía el tema de los desaparecidos».
Queda claro entonces que Bergoglio, como muchos otros religiosos tuvo una actitud contradictoria en una institución como la Iglesia cuya complicidad con la dictadura establishment-militar no ofrece dudas.
Ya cardinal, no adoptó ninguna medida de orden religioso contra el cura Cristian Von Wernich condenado por la justicia en virtud de delitos de lesa humanidad, y otro tanto hizo con el cura Julio Grassi condenado por delítos en perjuicio de menores.
La sorpresa
Contra todos los pronósticos, Jorge Bergoglio fue coronado Papa, y la alegría y el estupor cubrieron el territorio nacional. La oposición y los medios dominantes lo tomaron como un triunfo, mientras en el gobierno la sorpresa desconcertó y dividió a sus seguidores. La presidenta reaccionó con rapidez y emitió un comunicado preciso y carente de adjetivaciones elogiosas para su destinatario.
En el Frente para la Victoria hubo un sector alineado con la presidenta que reivindicó el pasado peronista de Bergoglio y el hecho de ser argentino, el primer Papa no europeo. Un sector minoritario, recordó el rol opositor del ex Cardenal y su complicidad durante la dictadura establishmet-militar. De éste sector surgió la hipótesis que su papado sería para los gobiernos populares de América Latina el equivalente al papel que cumplió Juan Pablo II en la demolición del bloque soviético. Y desde las filas opositoras, hay quienes alientan las mismas expectativas, como el periodista Roberto García, quien en Perfil escribió: «El recuerdo de otro papa que, luego de ser ungido volvió a su tierra polaca, hizo más líder a un sindicalista como Lech Walesa y sin duda contribuyó al desmoronamiento del gobierno comunista. Repasar la historia, a veces genera estremecedoras pesadillas, hasta en los iniciados en el relato».
Tal vez no toman en cuenta la importante influencia que sobre Bergoglio ha ejercido el ensayista Alberto Methol Ferrer, un referente de la izquierda nacional uruguaya, que siempre levantó la bandera de la unidad latinoamericana.
La oposición al kirchnerismo acaricia la esperanza que la vertebración de su unificación será conducida y bendecida desde San Pedro. La idea de un nuevo Corpus Christie, 57 años después, circula por algunas cabezas calenturientas, entre los que se encuentran los terroristas de estado sometidos a juicio. Sería conveniente advertirles que a Bergoglio no se le reconocen aún milagros. La sobreactuación superlativa quedó evidenciada por el habitualmente inexpresivo jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que exhibiendo una alegría superlativa formuló declaraciones estruendosas: «Es la noticia más importante de la historia argentina». Y decretó el asueto escolar para el día martes en la ceremonia de asunción, que empezó a una hora desusada para la audiencia televisiva infantil y juvenil.
La historia es imaginativa
La historia es imaginativa y muchas veces sorpresiva. Bergoglio deberá cancelar su pasaje de retorno. Es una personalidad compleja, un conservador popular, un cuadro político. Eso ha dividido el posicionamiento de mucha gente vinculada a los derechos humano: Graciela Fernandez Meijide, Pérez Esquivel, Alicia Oliveira y el reconocido religioso brasileño, Leonardo Boff, se han manifestado positivamente.
El cura Eduardo de la Serna, que no es precisamente un admirador del pontífice escribió: «Sabe moverse en los pliegues como nadie... Te entrega los alfiles y la reina porque tiene el jaque mate en la cabeza... Mirando los cardenales de San Pablo, Budapest, Milán, que resonaban, uno tiene la tentación de decir que al lado de ellos Bergoglio es Messi, Maradona, Cristiano Ronaldo y Pelé juntos».
Sin caer en el ombliguismo, su papado tendrá repercusiones en la política de nuestro país. El periodista Carlos Barragán imaginó una escena tal vez fantasiosa, tal vez un adelanto de alguna foto futura: «…un sueño, no un sueño mío porque últimamente la realidad parece sueño y pesadilla, lo cual me viene quitando las ganas oníricas. Se trata de un sueño evidente, elemental. Un sueño que podría ser de Carrió, o Biolcatti, o Morales Solá, o Binner, o Aguad, o Altamira, o todos ellos juntos. Sería así: que dentro de unos años, 2015 sería una fecha a soñar, antes de las elecciones, venga el Papa Francisco a Argentina, y en una multitudinaria misa en el monumento a la bandera - Rosario sería el lugar ideal - hablara sobre los pobres, los desposeídos, los que no tienen justicia, los que sufren, los que son víctimas de la violencia y la corrupción de los políticos, de un gobierno autoritario, antidemocrático, que no escucha ni dialoga, que no atiende a los más débiles, que quiere el poder eterno, que es soberbio y que degrada la vida y las almas de los ciudadanos. Amén. Y los stickers en los autos «Yo voto al Papa porque soy argentino». Porque como Dios no los viene ayudando, el Papa parece ser una esperanza».
A su vez, periodistas que no se había pronunciado durante años por la seriedad de la investigación de Horacio Verbitsky sobre Bergoglio, salieron a defender al Papa y a atacar despiadadamente al autor de «Robo para la Corona». Desde esa vereda, disparó Alfredo Leuco en el bisemanario Perfil del 17 de marzo: «Horacio Verbitsky se convirtió en el mariscal de la derrota del ala más impopular y dogmática. Impulsado por sus odios ancestrales, intenta manchar las manos de Bergoglio con sangre, pero está flojo de papeles». Clarín ha salido a blanquearlo, elevándolo casi a la condición de santo. Joaquín Morales Morales, desde La Nación del 17 de marzo, calificó a las denuncias como «Una campaña argentina contra el Papa».
Bergoglio llega a dirigir una organización que pierde adeptos, que está involucrada en hechos penosos que van desde violaciones a protección de pederastas, lavado de dinero, escándalos financieros, asociaciones con la mafia, que sufre además la falta de vocaciones sacerdotales. Una religión que atrasa, con práctica de reminiscencias medievales.
Un milagro digno de su fe lo ha puesto en un lugar privilegiado en circunstancias particularmente adversas.
Conviene no tomar posiciones apresuradas en función de un pasado con agujeros negros. Basta pensar en nuestra propia historia reciente donde también se han registrado sorpresas en la última década.
Cuando un cardenal se convierte en Papa, en circunstancias que obligan indefectiblemente a un cambio, puede suceder que muera el cardenal y nazca un Papa que niegue en su accionar aspectos de su propia historia. Más si proviene de una orden con esquema militar, como la jesuita, acostumbrado a obedecer al superior y ahora encumbrado a mandar sin tener a nadie humano por encima.
Es conveniente no enarbolar un optimismo tonto ni un pesimismo ideologizado.
Como bien sostiene el ensayista Alejandro Horowicz en el diario Tiempo Argentino del 18 de marzo: «El Papa no jugará sus naipes en el tablero global según la lógica local».
Sus primeros pasos son interesantes y promisorios, poblados de gestos a los cuales ha sido también muy afecto el kirchnerismo.
La historia es imaginativa y sorpresiva, con la misma frecuencia que suele transitar por los caminos previstos.
Bergoglio y Cristina no se reunían cuando estaban a pocos metros de distancia, distanciados políticamente, y se encontraron en Roma, el primero convertido en el Papa Francisco, en la primera y extensa audiencia papal. La historia es imaginativa.
Como dicen en el campo hay que esperar que el Papa camine. Al rengo sólo se lo advierte cuando se echa a andar.