Si el espíritu y estilo de vida de los judíos ultraortodoxos no cambia, será del todo incierto que Israel pueda ser realmente una entidad política distinta a los estados vecinos: Una provincia teocrática, pobre en términos económicos y espirituales, atestada de gente y muy similar al aterrador Irán.
El ex jefe del Mossad, Efraim Halevy, ciertamente conoce algunas cosas acerca de los peligros que acechan a Israel. En una reciente conferencia, afirmó que el peligro de la radicalización de los ultraortodoxos es mucho mayor que la amenaza iraní.
Las palabras de Halevy provocaron protestas, por supuesto. Los miembros de los partidos Shás y Judaísmo de la Torá lo acusaron de recurrir a la provocación grave. Ellos están convencidos - o por lo menos eso pretenden - de que son los ultraortodoxos los encargados de mejorar la condición de los judíos ante Dios, y de que, mientras mayor sea el número de personas que estudien la Torá, mayor habrá de ser la seguridad del pueblo israelí.
Debemos tener en cuenta una y otra vez que la inmensa mayoría de los rabinos ortodoxos en la diáspora se opuso al sionismo, porque creían que los judíos debían permanecer en ella hasta que Dios los rescatara. Tras el Holocausto, afirmaron que se trató de un castigo divino por rehuir nuestra Torá.
Los líderes jaredíes de Israel no han cambiado este punto de vista básico, aunque prefieran no manifestarlo demasiado; la salvación de los judíos está en manos de Dios en los cielos y no depende de la habilidad de nuestros pilotos en el firmamento.
Esta percepción se integra cada vez más en los puntos de vista de los fieles que pertenecen al sionismo religioso. Ellos creen que mientras más estricta sea la adhesión a los mandatos religiosos, más próximo estará el momento de la llegada del Mesías. Los rabinos del campo mesiánico alientan a sus estudiantes a servir en Tzáhal y a convertirlo en el Ejército de Dios. El rechazo al canto femenino es una de las muchas manifestaciones de las tendencias mesiánicas en el ejército.
Conozco muy poco sobre las armas nucleares en posesión de Irán, los misiles a su disposición, su voluntad de atacarnos, y acerca de los medios de defensa y asalto a nuestra disposición. Sin embargo, tengo los suficientes conocimientos como para evaluar los perjuicios que entraña la radicalización de los judíos ultraortodoxos. Se trata de un peligro mayor e inminente. La demografía avanza rápidamente, a una velocidad similar a la de la carrera iraní hacia la bomba atómica.
Pronto, la Oficina Central de Estadísticas publicará sus cifras, incluyendo una previsión demográfica de la distribución sectaria. Logré recabar algunas cifras pertinentes (se redondean para hacerlas más fáciles de digerir). Corresponden a personas de hasta 19 años.
Según el pronóstico conservador, en 2034 habrá 1,4 millones de "judíos que no son jaredíes" dentro de este grupo etario. Los ultraortodoxos sumarán más o menos un millón, y los árabes, unos 750.000.
De acuerdo con un pronóstico moderado, la relación entre "judíos y otros" y los jaredíes y árabes será de 1.7 millones frente a 2 millones. Si nos basamos en un escenario más extremo, la proporción será de 2,2 millones "judíos y otros" frente a 2,5 millones de jaredíes y árabes.
A la luz de estas cifras, sólo un tonto sería capaz de desechar la suposición razonable de que en la próxima generación la proporción sionista de la población constituirá una minoría.
Si el espíritu y estilo de vida de la comunidad jaredí no cambian, será del todo incierto que Israel pueda ser realmente una entidad política distinta a los estados vecinos: Una provincia teocrática, pobre en términos económicos y espirituales, atestada de gente y muy parecida al aterrador Irán.
Si los iraníes demostraran ser pacientes, serían capaces de ahorrarse a sí mismos el esfuerzo inherente al desarrollo de una bomba nuclear.
Fuente: Yediot Aharonot - 16.11.11
Traducción: www.argentina.co.il