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Juego de suma cero

¿Por qué Israel, una y otra vez, elige líderes incapaces de promover la esperanza? ¿Por qué resulta tan imposible para nosotros divisar la posibilidad de una cooperación constructiva? ¿Por qué Israel ha llegado a un punto donde sólo los políticos que se nutren del odio y el miedo son elegibles?

En las últimas semanas, un importante acontecimiento fue ampliamente ignorado por los medios de comunicación israelíes, ocupados como estaban en cubrir, entre otras cuestiones, el veredicto del caso Moshe Katsav y la movida de Ehud Barak.

El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbás, presentó a EE.UU su oferta para un acuerdo final con Israel, y ahora se encuentra a la espera de una respuesta israelí. Se ha informado que Itzjak Molcho, en nombre del primer ministro Binyamín Netanyahu, se negó a recibir el documento de parte de los norteamericanos. Su justificación fue que la publicación del mismo destruiría inmediatamente la coalición del gobierno.

En otras palabras, la oferta de la AP ni siquiera ha sido considerada aún porque, de hecho, podría ser del todo razonable. Y eso para Netanyahu sería una catástrofe. Ciertamente, es algo alucinante: el gobierno electo de Israel no puede tolerar una oferta presumiblemente racional que habría de otorgarle finalmente al país fronteras internacionalmente reconocidas, asegurándole, en el largo plazo, la normalización de las relaciones con todo el mundo árabe.

Tomemos en contraste un particular acontecimiento en Estados Unidos, las honras fúnebres por las víctimas de los disparos de Tucson, en las que el presidente Barack Obama pronunció un discurso inmediatamente aclamado como histórico por casi todos los expertos. Sus palabras fueron profundamente humanas, expresadas de una manera muy sencilla. Para Obama, la búsqueda de afinidades parece ser una inclinación natural; una visión global y no una táctica. En el fondo, él cree en la búsqueda de esas áreas donde los intereses particulares pueden concurrir y los objetivos comunes pueden hallar su correcta formulación. Y sabe que para salvar las diferencias verdaderamente se necesita escuchar a todas las partes involucradas.

Ese es exactamente el tipo de líder que Israel necesita, pero no tiene. Un líder capaz de tocar el sentido de humanidad que pervive en todos nosotros; que nos recuerde que más allá de las diferencias de opinión y de ideología, todos anhelamos una buena vida para nuestros hijos; todos deseamos que la próxima generación se preocupe por cuidar de nuestra sociedad en general, y muestre interés no solamente en su fortuna personal, sino en el bien público.

¿Por qué Israel, una y otra vez, elige líderes incapaces de promover la esperanza? ¿Por qué resulta tan imposible para nosotros divisar la posibilidad de una cooperación constructiva? ¿Por qué Israel ha llegado a un punto donde sólo los políticos que se nutren del odio y el miedo son elegibles?

La razón es que, durante muchos años, Israel ha actuado bajo el presupuesto de que no existen intereses comunes en Oriente Medio. Esta suposición deriva del comienzo mismo de nuestra historia: al no aceptar el mundo árabe la existencia de la patria judía, la ecuación básica quedó expresada bajo la siguiente fórmula: "Si Israel existe, los árabes pierden, y viceversa".

La psique israelí fue moldeada durante varias décadas por la prevalencia de tales sentimientos, y da por hecho que el bienestar de uno significa la desventaja del otro. La idea de un bien común, de un resultado donde todos ganan, donde todas las partes terminan favorecidas por igual con la cooperación, ha desaparecido de nuestro horizonte. A lo que más temen los israelíes es a quedar como "fraiers", la palabra hebrea para "idiota" o "perdedor". La idea misma de ganar mediante la cooperación, de que existe un bien común, es rechazada como ingenua y estúpida.

Este postulado, que hace del conflicto algo insoluble, ha dado forma a la relación entre todos los sectores de Israel: En primer lugar, claro, está el supuesto de que tanto judíos como árabes se enfrascaron en un conflicto sin esperanzas; un dogma que el ministro de Exteriores, Avigdor Liberman, ha convertido en la pieza central de su política. Los ultra-ortodoxos tienen en claro que ellos no comparten intereses comunes con el resto de la sociedad israelí, y en gran medida se mantienen fuera de ella en términos de cultura, educación y economía. Los religiosos creen en la necesidad de convertir a Israel en un estado halájico, lo cual pondría fin a éste como un país secular moderno. Y los habitantes de los asentamientos oponen sus intereses al resto de la sociedad israelí, ya que su proyecto socava la idea misma de Israel como Estado judío y democrático.

Tal es la tragedia de la psique de este país. Ha perdido la esperanza de que la política pueda ser todo excepto un juego de suma cero. Esa es la razón por la cual Israel sigue eligiendo líderes que promueven la división, que enfatizan el poder por sobre la cooperación y el conflicto por encima de la común sensibilidad humana. Por eso la derecha ha ido ganando poder de manera constante durante una década. Eso explica que Israel no haya producido líderes como Bill Clinton y Obama, que se han distinguido por la búsqueda de afinidades, y en su lugar hayan preferido a dirigentes como Netanyahu y Liberman, quienes basan su éxito en el miedo y la división.

No es sorprendente que cada vez más israelíes tengan una premonición de la fatalidad. Una sociedad sin ningún tipo de visión orientada hacia un bien común es improbable que prevalezca. Paradójicamente, sólo el esfuerzo para lograr la paz con los palestinos y el compromiso con la iniciativa de paz de la Liga Árabe pueden salvar a la sociedad israelí de la completa desintegración. Esto lograría neutralizar el supuesto básico que ha forjado la psique política de este país: que la existencia de Israel y el mundo árabe están condenados a un juego mortal de suma cero.

Lo tragicómico es que los líderes de Israel no sean ni siquiera capaces de abrir el sobre que contiene la oferta de paz de Mahmud Abbás.

Fuente: Haaretz - 23.1.11
Traducción: www.argentina.co.il