Se habla de un Estado judío y democrático. La confrontación entre estos dos valores adquiere vigencia en estos días a través del petitorio de los rabinos prohibiendo vender o alquilar casas a los ciudadanos árabes de Israel. Hace más de un mes, presenté una protesta al Fiscal del Estado contra Shmuel Eliahu (foto), rabino de Safed, por sus palabras y actos racistas e instigadores.
Mi petición no obtuvo respuesta hasta el día de hoy. Muchos otros también lo hicieron, pero nada se hizo. El rabino siguió despotricando. Sus amigos y colegas, rabinos en otras ciudades, comprendieron que se puede ofender, odiar y provocar, ganar titulares y puntos en el marco de sus seguidores sin recibir castigo alguno a pesar de la prohibición estricta de las leyes israelíes de instigar a discriminaciones.
50 de esos mismos rabinos firmaron una demanda que prohibe alquilar o vender casas a los árabes, que ya es muy grave y tuvo lugar últimamente. Esta es un bofetada en la cara de la ley y el sistema judicial y principalmente un escupitajo hacia atrás en la historia judía, en la que judíos de Europa fueron víctimas de prohibiciones, ostracismo y discriminación de este tipo.
Aquella víctima de entonces desapareció; actualmente encontró un nuevo damnificado que pasó a ser presa de la víctima. ¡Que cruel! ¡Que doloroso!
Hoy en día ellos pregonan el mismo odio contra los otros, contra los árabes. Ellos nos recuerdan a las cabezas rapadas del Ku-Klux-Klan, con una sola diferencia: los delincuentes del Ku-Klux-Klan temían ponerse al descubierto y por eso ocultaron sus rostros con máscaras.
Estos rabinos de Israel bailan su danza racista en la plaza de la ciudad con sus rostros descubiertos, son entrevistados en todos los medios y exigen más. El número puede ascender de 50 a 500.
El primer ministro protestó y bien que hizo, el presidente se excluyó, el presidente del Parlamento, a su manera, se enardeció, y asimismo el ministro de Educación se encolerizó. Pero ellos no son personas comunes, son jefes del sistema gubernamental de Israel y deben actuar por sobre las manifestaciones de repudio.
El primer ministro debe orientar al asesor jurídico, Yehuda Vainshtein, a iniciar una investigación delictiva contra estos empleados del Estado que reciben dinero público del bolsillo de cada uno de nosotros.
Qué podemos decir de estos rabinos que decidieron competir con los nuevos racistas del Parlamento, aquéllos que este año rompen récords inundándonos con leyes racistas e instigadoras y que forman parte del gobierno.
El ministro Eli Yishai desde el púlpito salió de sus casillas para defender a los rabinos que firmaron el petitorio.
Legislación racistaOtros ministros quieren obligar a los árabes a declarar fidelidad al sionismo y al judaísmo bajo amenaza de ser traspasados a otro mandato. Antes dudaban del nacionalismo de los árabes en Israel, actualmente le temen a su ciudadanía.
Las palabras de los rabinos son peligrosas, pero la política del gobierno es aún más comprometedora. La ley de las comisiones de recepción en las poblaciones comunitarias destinadas a filtrar árabes, es el espejo de un grupo de "rabinos de cabezas rapadas" contra los árabes.
Liberman e Yishai en el gobierno, Rotem, Ben Arí y Levín en el Parlamento, 50 o más rabinos en las ciudades de Israel, ordas de público racista y primitivo en el equipo de Betar Jerusalén en el Estadio Teddy y los revoltosos de cualquier feria, son los flancos del cuadrado de racismo israelí.
El racismo es una enfermedad mortal. Al comienzo las víctimas son, en este caso, los árabes. Pero inmediatamente el virus pasa a otros seres diferentes: etíopes, orientales, pobres, indigentes o marginados.
En Israel se debe destruir al racismo. No lo digo como representante de la víctima de la discriminación, la minoría árabe palestina en Israel exclusivamente, sino como alguien que teme por la forma de vida en este país, que debería imponer la cooperación mutua sobre las bases del respeto nacional, político y civil.
Se habla de un Estado judío y democrático. La confrontación entre estos dos valores adquiere vigencia en estos días a través del petitorio de los rabinos.
Democracia no es sólo el privilegio de la mayoría de gobernar y oprimir, sino esencialmente el derecho del otro, el árabe, nacido en este país - que jamás emigró - de ser distinto pero meritorio.
Supremacía y preferencia de un pueblo o nación frente a su gloria, la desigualdad y la pose autoritaria hacia la nación diferente, no son valores que pueden conjugarse al unísono.
El racismo se destruirá en una lucha común, mía, nuestra, con amplias proyecciones, fuerzas y personalidades ilustradas de la sociedad israelí. De no ser así, el fuego que nos devoró hasta el presente, fagocitará seguramente también a aquellos sentados en los palcos, en silencio o aplaudiendo.
Fuente: Yediot Aharonot - 9.12.10
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il