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Después de 18 años de duras negociaciones, la Iglesia Católica aceptó renunciar a su demanda para obtener la soberanía sobre el Cenáculo (la ubicación de la "Última Cena") ubicado en el Monte Sión, en Jerusalén.
A cambio, Israel aceptó darle libre acceso al lugar e incluso considerar una opción de arrendamiento. También se acordó que la Santa Sede comience a pagar un impuesto de propiedad reducido para sus activos en Israel.
A través de los años, el Estado hebreo sufrió la pérdida de decenas de millones de shekels debido a la negativa, por parte del Vaticano, de pagar impuestos a la propiedad.