Apenas si fue mencionado en los medios de comunicación israelíes e internacionales, pero lo que sigue concierne a la totalidad de la civilización occidental: El sábado pasado, grupos violentos de radicales islámicos salafistas quemaron el famoso instituto científico fundado por Napoleón en Egipto tras su primer encuentro con Occidente. Algunos historiadores lo consideran el principio de la época moderna de Oriente Medio.
L'Institut d'Egypte conservaba unos 200.000 libros originales antiguos, documentos, mapas, hallazgos arqueológicos y estudios de Egipto y Oriente Medio, todo ello producto del trabajo de generaciones de investigadores occidentales. La mayoría de estos invalorables objetos se han perdido para siempre, quemados o saqueados.
Resulta muy difícil entender el moderno Oriente Medio sin estos estudios, sepultados ahora bajo las cenizas de un inmenso incendio. El gran edificio estaba situado en el centro de El Cairo; incendiarlo constituía sin duda un acto simbólico, intencional. Aquellos que quemaron el edificio y sus artefactos pretendían prender fuego a la era de la lógica toda, a la Ilustración, a la investigación y el individualismo.
Ese ataque constituye una grave provocación hecha a la civilización occidental en su conjunto; es el deseo de desvincularse de la ciencia, la investigación y la modernidad, mientras cínicamente se continúa usando medios occidentales - la democracia - con el fin de tomar el poder.
No es necesario llegar hasta el extremo de volar las pirámides, tal como algunos de los salafistas egipcios pretenden hacer luego de haber alcanzado el 35% de los escaños del Parlamento (junto con el 40% de los Hermanos Musulmanes); tampoco hay necesidad de llegar tan lejos como Afganistán, donde los talibanes hicieron estallar las enormes estatuas de Buda. La eliminación del pasado no musulmán de Egipto ha dado inicio.
Cualquier cosa que se remonte a la época de los faraones, es decir, cualquier cosa que pertenezca a la antigüedad, o bien, cualquier cosa occidental, está destinada a ser destruida, y tal misión se ha iniciado ya de la manera más simbólica: El comienzo de la era moderna de Egipto, que los salafistas quieren borrar, y de hecho, reescribir. Se trata de una batalla por escribir la historia de Egipto y la del mundo árabe y musulmán.
No es un fenómeno nada nuevo, y en Jerusalén también podemos ver los elementos asociados con el Islam político que pretenden eliminar todo rastro de la presencia de 3.000 años de existencia judía allí, como en el caso del Monte del Templo, por ejemplo, cuya existencia es anterior al Islam.
En 1258, los mongoles quemaron la inmensa biblioteca de Bagdad conocida como la "Casa de la Sabiduría". Albergaba entre sus muros raros manuscritos ya desaparecidos para siempre: Platón, Aristóteles, Pitágoras y otros pilares de la civilización occidental. Todo lo que sabemos hoy es que aquellos libros existieron, pero que se han perdido irreparablemente tras el terrible incendio de Bagdad. Los mongoles perseguían el mismo objetivo que los salafistas de Egipto: Borrar el pasado y mantener únicamente su propio presente.
Todo esto sucede mientras un confuso occidente se ocupa de alabar la nueva democracia establecida en Egipto sin comprender que esta democracia está borrando el Egipto histórico, íntimamente conectado con Occidente y su cultura; un nuevo Egipto habrá de levantarse sobre las ruinas del gran incendio. Lo que estamos presenciando ahora no es una batalla por el poder, sino más bien, una lucha por la percepción, la memoria, el patrimonio y la historiografía; es decir, la escritura de la historia.
Curiosamente, esto ocurre en todos los lugares de Egipto, un estado que siempre exigió la devolución de los hallazgos arqueológicos encontrados allí porque los consideraban parte de su identidad nacional. Reliquias de la época de los faraones se conservan aún en Londres y en París; sin embargo, Israel se ocupó de devolver todos los hallazgos arqueológicos descubiertos en el Sinaí. Ahora, es bastante dudoso que Egipto sea capaz de salvaguardar sus propios museos, que enfrentan también la amenaza de incendios y saqueos.
¿Y quién se supone que habrá de poner el grito en el cielo ante la quema del pasado occidental de Egipto? ¿A quién habrá de turbársele supuestamente el ánimo ante el hecho de que las autoridades egipcias tienen serias dificultades para proteger sus propios museos?: Pues, la UNESCO, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Sin embargo, no parece que se esté haciendo mucho en el lugar.
Bueno, no podemos culpar a esta organización; después de todo, está sumamente ocupada actualmente en la tarea de admitir a "Palestina" entre sus filas.
Fuente: Yediot Aharonot - 23.12.11
Traducción: www.israelenlinea.com