La escritora judía holandesa Berthe Meijer, cuya vida se cruzó con la de Ana Frank, falleció a causa de un cáncer. Tenía 74 años.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, Meijer vivió en la misma calle de Amsterdam del vecindario judío donde residía Frank y asistió a una escuela Montessori. Sus familias intentaron esconderse durante la ocupación nazi en Holanda, pero fueron capturadas y deportadas. Ambas fueron encarceladas en Bergen-Belsen al mismo tiempo, aunque Meijer era algunos años menor.
Mientras Frank murió a tan sólo dos semanas de que el campo de exterminio fuera liberado en 1945, Meijer sobrevivió.
En 2010, Meijer publicó sus memorias bajo el título de «Life After Anne Frank« (La vida después de Ana Frank), con la intención de comparar su propia fortuna en la postguerra con el que quizás habría sido el destino de Frank, de haber sobrevivido.
La vida de Meijer después de la guerra no fue para nada fácil. Tuvo algo de éxito como escritora, pero sus heridas emocionales nunca sanaron.
Para bien o para mal, la decisión de Meijer de compararse con Frank - cuyo diario se convirtió en el documento más leído que emergió del Holocausto - opacó el resto de sus memorias, al menos inicialmente. Meijer enfrentó un fulminante escepticismo debido a su afirmación en el libro de que Frank la entretuvo a ella y otros niños que hablaban holandés contándoles cuentos de hadas en el campo de concentración.
Sin embargo, partes clave de su historia salieron bien paradas de las investigaciones, y fueron confirmadas por testimonios de otros sobrevivientes de que Ana y Margot Frank, entre otros, a veces cuidaron de niños holandeses en Bergen-Belsen.
Por otra parte, además de su diario, Frank una vez intentó escribir cuentos de hadas y Meijer, quien entonces tenía 7 años cuando el campo fue liberado, pudo de hecho formarse recuerdos de la experiencia, habiendo conocido a Frank brevemente antes de la guerra.
Con sus padres muertos, Meijer creció en un orfanato judío y tuvo relaciones incómodas con parientes que sobrevivieron; pero dijo que estaba resuelta a salir adelante por sus propios medios.
«Pensé que dejarme destruir sería un honor demasiado grande para la gente que me causó tanto dolor», dijo cuando se publicó su libro.
Meijer odiaba las multitudes, y viajar en tren o autobús eran experiencias que podían terminar en pánico.
En una entrevista en 2010, dijo que uno de sus principales requisitos para una casa era que tuviera buenas vías de escape y escondites.
Al preguntársele entonces si su casa tenía un escondite, exclamó con regocijo: «¡Uno de los mejores que haya tenido!».
En el sótano, mostró con orgullo un ducto de ventilación anodino que se extendía en un área lo suficientemente amplia como para albergar a tres o cuatro personas.
Meijer señaló que una de las cosas que esperaba lograr con el libro era simplemente mostrarle a gente con traumas del pasado que otros atravesaron experiencias similares. «Eso ofrecería algo de consuelo. Un poquito», afirmó.
Meijer decidió escribir sus memorias tras una visita a Bergen-Belsen, aunque no creía en la escritura como terapia. «Todos los que me aseguraron que esta era la oportunidad de hacer paz con mi pasado no sabían de lo que estaban hablando», escribió en las últimas líneas del texto. «No hay paz. Seguiré en guerra hasta el día de mi muerte».
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