Una investigación recientemente publicada por el Instituto para la Democracia en Israel determina que Jerusalén, con 770.000 habitantes, es la mayor ciudad de Israel, pero también la más pobre en términos relativos. A ello contribuye la presencia de 230.000 palestinos en la zona oriental, de los que 160.000 son considerados estadísticamente indigentes.
Jerusalén tiene una inmigración negativa, pero una elevada tasa de fertilidad.Según el informe, en Jerusalén trabajan más mujeres (50%) que hombres (46%). A ese singular fenómeno contribuye la presencia de una creciente población de judíos religiosos ultraortodoxos, comunidades donde por lo general la mujer sale a buscar empleo mientras el hombre se dedica al estudio de las sagradas escrituras.
El reporte contiene una encuesta según la cual el 72% de los judíos ultraortodoxos que viven en Jerusalén se opone a que los árabes habitantes de la ciudad tengan los mismos derechos que los demás ciudadanos. Entre los laicos, el porcentaje del rechazo se reduce al 54%.
El sondeo muestra la radiografía de una urbe que no evoluciona hacia la tolerancia. La mayoría de la población judía (53%) cree que debería fomentarse la emigración de los árabes de la ciudad, y casi la mitad (46%) no quiere vivir cerca de ellos.
Aunque parezca mentira, entre los árabes, la máxima intolerancia no se dirige hacia los judíos sino a los homosexuales: el 70% afirma no estar dispuesto a admitir en su vecindario una pareja gay. La mayoría de ellos (67%) tampoco desean vivir cerca de judíos ultraortodoxos y casi la mitad (46%) no quieren como vecinos a trabajadores extranjeros. No obstante, en caso de crearse un Estado palestino, el 77% de los árabes que viven en la zona oriental de la ciudad desearían continuar bajo la soberanía israelí
Pese a la celebración, Jerusalén sigue siendo una ciudad dividida, tensa, áspera y abundante en temores.
Para que una sensación de unidad sea posible, los palestinos tendrán que renunciar algún día a la esperanza de recuperar todo lo perdido y los judíos a la ilusión de poder conservar todo lo ganado.