El Muro de los Lamentos en la Ciudad Vieja de Jerusalén es considerano el lugar más sagrado del judaísmo, pero pocos conocen que alberga también entre sus milenarias piedras casi un centenar de nidos de vencejos (sís o sisim en plural, en hebreo).
«No existen registros que indiquen desde cuándo estas aves están presentes en la zona, pero ya el profeta Jeremías las menciona en la Biblia y señala su llegada a Jerusalén», explicó el presidente de la Asociación de Amigos de los Vencejos en Israel, Amnón Hahn.
El profeta bíblico se valió del vencejo como ejemplo para reprender al pueblo de Yehudá por no discernir el tiempo del juicio de Dios: «Hasta la cigüeña en los cielos... bien conoce sus tiempos señalados; y la tórtola y el vencejo y el benteveo... observan bien el tiempo de la venida de cada uno. Pero en cuanto a mi pueblo, no ha llegado a conocer el juicio de Jehová», (Jeremías; 8-7).
Estas aves migratorias, conocidas por su velocidad que llega a superar los 100 kilómetros por hora y su grito melancólico que se asemeja a una lamentación, peregrinan una vez al año desde el sur del continente africano a regiones del hemisferio norte para anidar.
«Generalmente llegan a Jerusalén el 28 de febrero y abandonan la zona el 6 de junio, transcurridos 100 días, aunque algunos ejemplares se adelantan o retrasan su partida», indicó Hahn.
Su presencia en el Muro de los Lamentos no pasa desapercibida a los responsables religiosos, a los devotos ni a las autoridades locales, que todos los años convocan una ceremonia para darles la bienvenida a la Ciudad Santa.
El Muro de los Lamentos es uno de los lugares más antiguos que albergan a estos pájaros durante su período reproductivo.
Un estudio elaborado en 2002 por expertos en estas aves localizó 88 nidos alojados en los intersticios de las viejas piedras que conforman la gran pared, principal santuario del judaísmo y vestigio del muro que circundaba y soportaba el antiguo Templo de Jerusalén que mandó reconstruir el Rey Herodes.
La investigación sirvió como guía de base para labores de rehabilitación posteriores destinadas a preservar los huecos para la anidación de los vencejos.
Estos singulares pájaros están especialmente adaptados para el vuelo, de hecho son conocidos por sus acrobacias en el aire gracias a sus alas en forma de hoz, cola corta de horquilla poco profunda y una boca ancha y grande rematada con un pico pequeño.
De pequeñas dimensiones y un peso de entre 34 y 45 gramos, este volador se caracteriza por tener un plumaje negruzco con una pequeña porción blanca o gris bajo el pico, patas muy cortas y garras diminutas pero de presa extraordinariamente fuerte que le permiten asirse a sitios elevados ya que si cae al suelo experimenta gran dificultad para remontar el vuelo.
Esta circunstancia lo convierte en una especie que desarrolla la mayor parte de su vida en el aire - donde se alimenta de insectos voladores - que caza, bebe, duerme e incluso se aparea en pleno vuelo.
La mayor parte del año vive en importantes grupos de población en Sudáfrica y Tanzania y cada primavera emigra miles de kilómetros durante el período reproductivo para alimentar a sus crías y, una vez que los polluelos se cubren de plumas, regresa a su lugar de origen.
La Asociación de Amigos de los Vencejos, la Sociedad para la Protección de la Naturaleza y la Universidad de Tel Aviv trabajan en coordinación para asegurar el futuro de estas aves mediante campañas de preservación de los lugares de anidación existentes, el diseño y construcción de nuevos y programas de concienciación sobre la importancia de conservar la fauna salvaje.
«Los vencejos están presentes aquí desde hace miles de años y tratamos de preservar sus nidos y garantizarles una coexistencia pacífica con el hombre», agregó Hahn.
La vida del vencejo común y del ser humano está ligada prácticamente desde que el hombre comenzó a construir edificios, y así, muchos santuarios como iglesias, sinagogas, mezquitas o templos se convirtieron en sus refugios.
Y es que un pájaro que desarrolla gran parte de su vida en las alturas y emite un graznido parecido al lamento, no podía encontrar otro lugar de peregrinaje y reproducción más elevado que el Muro de los Lamentos.
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