La tierra en la que nació Jesús alberga hoy sólo a un relativamente pequeño número de cristianos. En Tierra Santa, término aplicable, según la tradición cristiana, tanto a lo que es hoy el Estado de Israel como a los territorios gobernados por la Autoridad Nacional Palestina, los cristianos constituyen una reducida minoría .
En Israel son el 2% de la población y en los territorios palestinos aproximadamente el 1%.
Según la Oficina Central de Estadísticas de Israel, las cifras justo al celebrarse la última Navidad en diciembre, indicaban que hay en el país 154.500 cristianos, el 80.4% de ellos ciudadanos árabes y el resto más que nada inmigrantes de la ex Unión Soviética y en menor cantidad de Etiopía, que vinieron con familiares judíos amparados en la Ley del Retorno.
Del lado palestino, de algo más de 4 millones de habitantes entre Cisjordania y la Franja de Gaza, aproximadamente 40.000 son cristianos, aunque sólo una pequeña cantidad -alrededor de 3.000 - viven en Gaza.
La crisis central
La emigración de la población cristiana es un hecho desde hace muchos años, especialmente de Cisjordania, de donde numerosos palestinos cristianos viajaron a instalarse en el exterior, gran parte de ellos en América Latina.
En 1948, al estallar la guerra contra el entonces recién naciente Estado de Israel, entre los refugiados que perdieron sus hogares debido a los enfrentamientos, había también árabes cristianos. Según el Dr. Bernard Sabella, catedrático de Sociología en la Universidad de Belén y diputado en el Consejo Legislativo Palestino, cerca de 60.000 de los refugiados eran cristianos.
Los problemas de seguridad, la inestabilidad que deriva del conflicto entre Israel y los palestinos, épocas de crisis económicas y la falta de perspectivas de cara a un futuro mejor, han sido los problemas principales que motivaron la emigración.
"Lo que más nos hace sentir la problemática actual es el muro de separación", dice en Belén un joven palestino, que pide identificarse sólo con su nombre propio, Elias. "Esto causa serias dificultades en la ciudad y los cristianos somos parte de ella al igual que los musulmanes", sostiene.
Lo que para Israel fue un obstáculo que construyó para frenar la infiltración de terroristas suicidas a su territorio, para los palestinos se convirtió en una pesadilla.
En Navidad, Israel emitió permisos de entrada a su territorio a todos los cristianos que lo solicitaron, según informaron en la Administración Civil. Por más de un mes, los palestinos de fe cristiana podían pasar a territorio israelí, tanto a Jerusalén como el resto del país sin limitación ninguna a sus movimientos.
Entre quienes aprovecharon esos permisos había varios familiares de la joven Amira Farhud, quien relató que "es cierto que pudieron pasar y para ellos fue una gran cosa". Pero lo que a ella más le emocionó es que contrariamente a lo que indican las reglamentaciones israelíes -que permiten sólo a palestinos mayores de 35 años pasar a la Franja de Gaza - ella y otros 14 de sus compañeros del Coro del Colegio Bíblico de Belén recibieron autorización.
"Acabo de volver de Gaza, todavía no puedo creerlo, fue una experiencia increíble", dice feliz por haber logrado llegar hasta allí. "Pero también muy preocupante", agrega con tono triste. Amira y su grupo fueron a cantar en una iglesia de Gaza, pero sintieron que más que nada, llegaron a apoyarles.
"Me encontré allí con jóvenes de mi edad, que me cuentan cuán difícil les resulta vivir allí como cristianos. La presión es constante", revela Amira. "En la universidad tienen problemas si van con jeans; no pueden ir con cruces en la calle; y ni siquiera una pareja casada puede ir a pasear por la playa porque los códigos de Hamás no lo permiten".
Amira se siente afortunada al comparar la situación de los cristianos de Gaza con la suya en Belén. "Mi vida es buena", resume. Luego admite: "Eso no significa, sin embargo, que no haya problemas".
Entre la calle y la política
Ante los micrófonos y las cámaras, los cristianos suelen destacar la buena vecindad con los musulmanes y el destino común que comparten en los territorios palestinos. Fuera de las cámaras, hay también testimonios totalmente diferentes de cristianos que se sienten acosados por fundamentalistas musulmanes y jóvenes presionadas para vestirse modestamente, para respetar al Islam.
En opinión del ya citado Dr. Bernard Sabella, un problema básico es que tanto en la sociedad palestina como en la israelí, la religión juega un rol demasiado central. "Si se analiza todo desde el punto de vista religioso, aquí, en Oriente Medio, es de nunca acabar".
Sabella aclara que "los cristianos están en todas las esferas de la vida pública palestina: hay embajadores, ministros, funcionarios en todos los ministerios... y en Belén, aunque son una minoría, controlan de hecho la economía local".
Sacerdotes cristianos que piden no se publiquen sus nombres, confirman que paralelamente a la buena vecindad que suele reinar entre cristianos y musulmanes, también están los conflictos puntuales, en los que los cristianos sienten siempre que llevan las de perder.
Para Amira Farhud, los ejemplos son concretos y recientes: "En Navidad siempre se llena la Plaza del Pesebre y vamos todos a celebrar juntos. Las cristianas vamos por supuesto bien vestidas, porque es fiesta. Y siempre van musulmanes a mirarnos y a decirnos cosas feas. Es muy desagradable, pero a mí no me van a amedrentar aunque sepa que lo hacen porque soy cristiana".
En Israel, "más seguro"
El Padre Diego Sánchez Alcolea (41), Vice Rector del Seminario "Redentoris Mater" en la Galilea, en Israel, se encuentra en el país hace casi once años. "Para mí Israel es de los países más seguros, en comparación con otros", dice cuando se le pregunta cómo resumiría su vivencia como cristiano en la zona. "Lo que veo de la vida de los cristianos en Israel es que es normal. La experiencia que tengo aquí, en Tierra Santa, es que no he tenido nunca problemas especiales que puedan surgir en otros países. Y hago de manera normal la función que desarrollo".
Es consciente de los problemas alrededor. "La situación es delicada porque evidentemente la religión deja de hacer su función y se toma como emblema para una idea política o para empezar una guerra; la cosa se desvirtúa", admite, agregando una esperanza: "Confiemos en que volverán las cosas a su cauce normal".
De todos modos, su convicción es que "más que la política pienso que el problema fundamental de los cristianos de Tierra Santa es volver a las raíces de nuestra religión, qué significa ser un cristiano".
También Amira, la joven de Belén, conoce algo sobre los cristianos del lado israelí, aunque no viva entre ellos. "Me dicen que su vida es totalmente normal, como la de todos; son parte del país".
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay