«La libertad Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos. Con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni cubre el mar; por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida. Y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres».
(Miguel de Cervantes; «Don Quijote de la Mancha»)
¿Qué es Janucá? preguntan los sabios en el segundo libro de la Mishná. Y RaShi (Rabí Shlomó Itzjaki), el comentarista más importante de la Torá y del Talmud amplía aún más el interrogante: «¿En base a qué milagro fué fijada la fiesta de Janucá?».
Está claro que para RaShi Janucá es la «Fiesta del Milagro»; según él, a los sabios sólo les restaría aclarar la naturaleza de este hecho maravilloso.
En cuanto a nosotros, gente común de tolerancia religiosa y de pluralismo cultural, ¿cual es nuestro significado de la fiesta de Janucá? ¿si Janucá simboliza la victoria del judaísmo ortodoxo sobre el helenismo, acaso no nos hubiéramos unido a este último? ¿no hubiésemos preferido una síntesis entre la riqueza cultural griega y la tradición judía de nuestros antepasados a encerrarnos totalmente en los límites estructurales de un judaísmo fundamentalista?
¿Y si, como dice RaShi, Janucá no es la fiesta de la victoria del judaísmo sobre el helenismo, sino la «Fiesta del Gran Milagro» ¿podemos entonces identificarnos plenamente con el cuento de Janucá?
Los primeros jalutzim (pioneros) que con su esfuerzo y entrega sentaron las bases sociales, políticas y económicas para la futura creación del Estado de Israel, responderían racionalmente, cientos de años después, a la pregunta de RaShi sobre el milagro; ellos cantaban: «¡No nos ocurrió ningún milagro, no encontramos ningún frasco de aceite!» (¡Nes lo kará lanu, paj shemen lo matzanu!).
Estas dos concepciones permanecen aún vigentes y exigen nuevas respuestas: ¿Qué significa Janucá? ¿En qué milagro está basada?
La gran mayoría de los investigadores históricos tuvo mucha dificultad para entender qué llevó al rey Antíoco IV Epifanes a prohibir que los hebreos de Jerusalén y de Judea lleven a cabo gran parte de sus preceptos religiosos. Antíoco IV fué educado en los marcos de la tradición pagana helenista; persecusiones religiosas y prohibición de costumbres a otros pueblos o naciones no eran exactamente las características de este tipo de educación.
La investigación histórica contemporanea llegó a la conclusión de que las imposiciones de Antíoco IV no fueron la causa de la rebelión judía sino un resultado de la misma; es decir: en Judea, entre los años 169-167 A.C. se desató una rebelión o, en términos más simples, una guerra civil; el rey Antíoco llegó a Jerusalén para apoyar a las fuerzas judías aristocráticas que le eran fieles y, como parte de esa «ayuda», dictó sus famosas limitaciones religiosas.
La rebelión judía no fué, como se suele creer, una respuesta a esas limitaciones religiosas; las limitaciones religiosas fueron la respuesta a dicha rebelión.
Desde esta perspectiva la pregunta ¿Qué es Janucá? adquiere un nuevo significado histórico: ¿Porqué se desencadenó una guerra civil en Judea entre los años 169-167 A.C.? ¿Quiénes salieron victoriosos de esa guerra? ¿Es dicha victoria el significado que queremos otorgarle a la fiesta de Janucá cuando les relatamos el cuento a nuestros hijos y nietos?
La guerra civil que antecedió a las limitaciones religiosas del rey Antíoco IV fué producto de una rebelión sangrienta de las clases sociales más empobrecidas y humildes contra la aristocracia jerosalemitana. Numerosos aldeanos y campesinos de los alrededores de Jerusalén, comandados por sus líderes religiosos, se aliaron a la población urbana de clase media-baja para combatir el creciente proceso de concentración de las tierras de Judea en manos de unas pocas familias y contra la explotación económica a la cual eran sometidos por dicha oligarquía hebrea.
La rebelión enfrentó a una capa social que se veía a si misma parte del «mundo globalizado», que ejecutaba reformas económicas con el objetivo de concentrar la riqueza en manos de unos pocos, en contra de una numerosa clase popular paupérrima y extenuada por la explotación y la opresión. Esta aristocracia vivía bajo la influencia de la cultura helenista que tenía sus raíces en la antigua Grecia y de la cual no existen dudas sobre su enorme contribución al desarrollo del pensamiento humanista de nuestros días.
En cambio, las clases populares, cansadas de pagar los impuestos para solventar las fecundas relaciones entre los aristócratas de Judea con los de Antioquía, levantaron las banderas del tradicionalismo, del retorno a las raíces y de la guerra total contra el «helenismo globalizador».
Tomando en cuenta estas fuerzas, el significado de la fiesta de Janucá para la sociedad judía pluralista y abierta culturalmente, plantea un desafío complicado: ¿es nuestra intención festejar la victoria de las clases populares sobre sus explotadores a precio de ponernos en contra del desarrollo de una cultura humanista universal?
Antes de dar la respuesta sobre que es Janucá para mí, quisiera abrir un pequeño paréntesis para defender la legitimidad de la comparación entre los hechos de antaño y los de hoy en día.
Debemos tener mucho cuidado; nuestro mundo, a fines de 2012, no se parece al de los pobladores de Judea del año 169 A.C.; las diferencias son abismales. A pesar de todo, pienso que la combinación de clases sociales con orientación aristocrática y su aspecto cultural de orientación globalizadora, es una de las causas que llevaron a la actual crisis económica mundial.
No hay dudas de que en Israel se viene desarrollando desde hace tiempo un proceso de polarización social y económica. Es un hecho que las diferencias sociales entre el reducido número de familias que centralizan en sus manos medios de producción, enormes capitales e incalculables riquezas y la gran mayoría de los ciudadanos son cada vez más amplias. También es un hecho que, como ocurría en los días del rey Antíoco IV, estas diferencias son el resultado de una política económica sostenida mediante acuerdos dracónicos con gobiernos y empresas nacionales e internacionales, así como lo es el continuo desmoronamiento de las clases medias según lo determinan las estadísticas relevantes.
Tal situación nos lleva a comprobar que las numerosas clases sociales dañadas por este proceso social y económico tienden a aferrarse a concepciones tradicionalistas, a restringirse culturalmente, a fortalecer conceptos nacionalistas y a adoptar ideas peligrosas como esa de que «Todo tiempo pasado fue mejor»; «¡Por lo menos antes había orden!»; «Necesitamos un liderazgo con mano dura».
¿Qué es entonces Janucá pará mí? ¿En base a qué milagro fué fijada?
Janucá en la fiesta de la victoria del pueblo contra sus explotadores.
Janucá es la fiesta de la enorme voluntad de los macabeos que escogieron vivir en libertad, lucharon por ella y triunfaron.
Janucá es la fiesta que nos recuerda que en tiempos de guerras y conflictos tendemos a minimalizarnos, a adoptar símbolos ultranacionalistas y a desechar los grandes logros de la amplia cultura humana.
Janucá es la fiesta que nos recuerda que debemos oponernos a toda forma de apertura religiosa fundamentalista que va tomada de la mano con el crecimiento de la xenofobia, las diferencias sociales y la desigualdad.
¿Milagro? Si seguimos creyendo en que algún milagro nos salvará y no adoptamos una acción enérgica de cambio de estructuras políticas y sociales, la situación solo tenderá a empeorar.
Mi deseo es que las velas de Janucá iluminen el camino hacia una sociedad que luche por la igualdad social sin desechar los grandes logros de la cultura occidental.
Mi esperanza es que las velas de Janucá nos ayuden a ver con más claridad las complicadas realidades políticas, sociales y culturales de las que formamos parte.
Por último, mi aspiración es que el mensaje de Janucá nos brinde la posibilidad de poder unir los diferentes aspectos de la lucha por la libertad: liberarnos de la alienación a extrañas costumbres «globales», liberarnos de ideas discriminatorias y liberarnos de la explotación y de la opresión de cualquier clase y por cualquier causa.