Las librerías israelíes recibieron este mes, mientras sus dirigentes intercambian amenazas con los de Irán, la traducción de dos importantes libros iraníes publicados por editores decididos a desafiar los prejuicios entre ambos pueblos.
El interés fue inmediato por «Mi tío Napoelón», de Iraj Pezeshkzad, y por «El coronel», de Mahmoud Doulatabad, ambos escritores no gratos al régimen de los ayatolás, pero con raíces profundas en la sociedad y la cultura iraníes.
Por lo tanto, resultan particularmente adecuados para despertar en el lector israelí las ganas de hacerse una idea más articulada sobre Irán.
«Cuando los israelíes miran hacia Irán, se nota de inmediato una ignorancia terrible. Frente a una cultura de 6.000 años, todo lo que saben decir es «bomba atómica» y «Ahmadinejad», dijo Orly Noy, traductora de los textos.
«En Israel, es verdad, no hay hostilidad hacia los iraníes como pueblo. Pero la misma reducción de Irán a amenaza existencial implica una deshumanización, a mis ojos injusta, porque prepara el terreno a una guerra», agregó.
«Mi tío Napoleón» es el libro que en 1979 la familia Noy puso en sus valijas antes de escapar de una Teherán sacudida por las manifestaciones y las violencias revolucionarias jomeinistas.
Se trata de una alegre sátira, que a lo largo de 500 páginas quiebra sin cumplidos los rígidos códigos sociales, las hipocresías y las pequeñas miserias humanas.
Tras haber logrado resonantes victorias militares conseguidas por sí solo contra ejércitos enteros de ingleses, el protagonista pasará los últimos años de su vida prisionero de su fantasía enferma en Teherán.
De corte mucho más dramático, «El coronel» - explica Noy - quiebra la dicotomía simplista de la discriminante «Revolución islámica-Sha» y cuenta más bien la parte noble de la sociedad iraní, que al final de los años '70 intentó forjar un sistema más justo y humano pero fue derrotada.
Orly Noy llegó a estas traducciones del farsi tras haber tomado parte activamente en Israel en luchas contra la represión cultural de los judíos orientales.
Retomar los viejos libros de la familia y volver a escuchar la música iraní fue para ella una toma de conciencia, un incentivo para proponer un diálogo a la distancia entre los dos pueblos.
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