Cuando encontraron a «Jofesh», apenas podía moverse. Estaba atrapada en una red de pesca que, además, le había seccionado parte de sus patas delanteras.
Agonizaba. Apenas podía levantar la cabeza del agua para respirar. Sin embargo, consiguió salir a flote gracias a los voluntarios del Centro de Rescate de Tortugas de Mar de Israel ubicado en la localidad costera de Mijmoret, al norte de la ciudad de Natanya.
Ellos la descubrieron en esa situación desesperada y la rescataron. Ya en el local, se dieron cuenta de que sus lesiones eran muy serias. Sus patas delanteras tuvieron que ser amputadas. No volvería a nadar por sí misma. Ni en la piscina ni en el mar.
Esto ocurrió hace cuatro años. Pero ahora «Jofesh», que es un macho, volvió al agua sin ayuda.
Un estudiante de diseño industrial consiguió unas peculiares prótesis para que la tortuga pueda nadar por sí mismo.
Fue un largo camino con final feliz. Desde que la tortuga llegó, los cuidadores se centraron no sólo en curarle, sino en buscar soluciones a su problema. Hubo varias. Incluso llegaron a utilizar una aleta de un buzo, pero aunque conseguía mantener a flote a la tortuga, no era segura. Podía desprenderse y «Jofesh» se ahogaría.
Sin embargo, un día, llegó Shlomi Gez al centro y se convirtió en el auténtico ángel de la guardia del animal. El joven diseñó una aleta doble que se inspiraba en un avión de combate, el F- 22 Raptor, tal y como él mismo explicó.
Lo hizo en polipropileno, un polímero termoplástico que es excepcionalmente resistente y duradero. Tuvo especial cuidado en el mecanismo de fijación, que le dio algunos problemas y le obligó a rediseñarlo. Ahora, la prótesis aeródinámica e hidrodinámica se fija al caparazón de la tortuga.
Después de algunas pruebas con más o menos suerte - hubo alguna en la que «Jofesh» pasó más que apuros y tuvo que ser reanimado -, hace unos días se obró el milagro: ya podía nadar por sí mismo.
Pese al éxito de la operación, en el centro todavía no festejan demasiado. «Si está estresado o entra en pánico, batea de un lado a otro con la aleta ortopédica, pero acaba inclinándose a 90 grados y corre riesgo de ahogarse», dijo el director del centro, Yaniv Levy.
Por eso, siguen todavía estudiando el método para que la prótesis sirva de verdad al animal para sobrevivir sin ayuda humana en el mar. Sus cuidadores son muy optimistas. «Cada vez va mejor», explicaron. De hecho, ya no se asusta tanto cuando le colocan la ortopedia y puede nadar en un tanque más profundo que al principio.
Mientras encuentran el modo de que «Jofesh» recupere su vida anterior, en el centro ya le construyeron una nueva prótesis y van a intentar que se aparée con otras tortugas del lugar.
Por el momento está con «Tzurit», un especímen que se quedó ciego al ser golpeado por la hélice de un barco y que no puede volver al mar. Sólo tiene 20 años, le quedan 10 para alcanzar la madurez sexual y 60 para llegar al fin de su vida.
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