El contenido y título de este artículo son una copia exacta de parte del original publicado el 25.1.09, dos semanas antes de los comicios que instauraron a Netanyhau como primer ministro de Israel (10.2.09). Así como el artículo fue actual y visionario en su primera difusión hace un poco más de tres años, también lo pretende ser hoy con el nuevo llamado a elecciones adelantadas tal como los diferentes sectores políticos de Israel decidieron en estos últimos días.
En términos de un par de semanas los ciudadanos de Israel están convocados a elecciones generales anticipadas para instituir un nuevo Parlamento (Knéset). El carácter de anticipadas se debe a que la última coalición en el poder no fue capaz de formar un nuevo gobierno después de la forzada renuncia de Olmert tras tan solo menos de tres años en funciones en una cadencia que tendría que haber llegado a los cuatro años y medio.
Pese a que la democracia israelí renguea en muchos aspectos, no cabe duda que elecciones generales libres son una de sus mayores expresiones y tal vez el momento en que cada ciudadano se debe sentir con la fuerza del poder en sus manos. El proselitismo y la necesidad de singularizarse y sobresalir de los distintos partidos son los motivos por los cuales se crea una situación de tensión, nerviosismo e incertidumbre típica de los momentos de decisiones cruciales.
La realidad política israelí de los últimos años nos demostró, en repetidas oportunidades, que esas decisiones trascendentales generalmente no traen acarreados cambios dramáticos sino que son parte de un proceso de meandros en un mismo círculo cerrado que se repite periódicamente. Estas elecciones, así como las anteriores, no son más que la misma versión dentro de una función de cine continuado, tal como la vivimos en nuestra niñez. La misma película se repite una y otra vez continuamente.
De acuerdo a los sondeos previos a los próximos comicios, el bloque de derecha liderado por el Likud con Netanyahu a la cabeza tiene previsto el triunfo con el logro de 64 a 66 escaños de todos sus partidos versus 56 a 54 del bloque de izquierda, incluyendo los denominados «partidos árabes».
Las excelentes perspectivas de Netanyahu en liderar la formación del próximo gobierno también son validas incluso en caso que el bloque de izquierda logre 60 escaños o un poco más - prácticamente no mas de uno o dos - puesto que tanto Mofaz de Kadima como Yachimovich de Avodá no pueden ser expuestos como «sionistas traidores» al basarse en parlamentarios de «partidos árabes» - aproximadamente 10 escaños - para formar gobierno.
La base primordial de esta nueva coalición estará constituida por el Likud con Kadima y/o Avodá y/o también Yair Lapid versión 2012, aunque nadie se podrá sorprender de una posible coalición compuesta por los tres - o cuatro - partidos juntos. Sobre una de estas bases se acoplarán las demás facciones del bloque de derecha: Liberman, religiosos nacionalistas, ultraortodoxos, etc.
La plataforma política de este nuevo gobierno, tal como ocurrió con la mayoría en los últimos tiempos, será una obra de arte lingüística que dará cabida a aspiraciones de partidos con bases totalmente contradictorias. En ese sentido, la experiencia política israelí nos demuestra que más que una «coalición de unidad nacional» se trata de una «coalición de parálisis nacional».
Los hábitos de los últimos años volverán a las pantallas, de la misma manera que una sesión de cine continuado. Otra vez sincronizaremos los planes para promover la paz con los norteamericanos. Otra vez comenzaremos el diálogo con los sectores pragmáticos de los palestinos y tal vez con Siria con la promesa que estamos dispuestos a concesiones muy serias y dolorosas para el pueblo de Israel; por supuesto sin dar ninguna señal concreta. Otra vez seremos testigos de un sinfín de encuentros, reuniones acompañadas de besuqueos y fastuosas recepciones con un contenido totalmente estéril. Otra vez seremos testigos de como el primer indicio de una posible concesión territorial enardecerá a la población de Cisjordania que «demostrará» su predisposición a la oposición violenta que por supuesto será tratada con guantes de seda por las autoridades de seguridad y no como a los traidores que protestaron pacíficamente contra la guerra de Gaza.
Otra vez los políticos israelíes demostrarán su «conocida valentía» en una clara impotencia de enfrentarse con esos tremendos peligros que acechan a la democracia israelí. Así, otra vez prometeremos a EE.UU y a todo el mundo el desmantelamiento de asentamientos judíos en Cisjordania sobre tierras usurpadas y lo único que observaremos serán nuevas viviendas, nuevos barrios, nuevos asentamientos. Otra vez veremos como los norteamericanos y los europeos hacen la vista gorda de claras transgresiones de leyes internacionales.
Al final, veremos como tras no más de dos a tres años comenzarán nuevamente las pugnas internas de la coalición hasta que esta se desmorone y así se dé la señal al proyector de la sala de poner nuevamente el primer rollo de la misma y repetida película de elecciones anticipadas de este continuado político que no ve su final feliz.
Lo único que se puede vislumbrar en nuestro lento, persistente pero seguro andar, es la clara dirección hacia el abandono de la fórmula de dos Estados para dos pueblos y la obligada adopción del programa un Estado para dos pueblos con las trágicas y conocidas consecuencias para el pueblo judío.
Ojalá me equivoque…