Estimados,
En enero de 2012 israelíes y palestinos dialogaron entre sí por primera vez desde septiembre de 2010. Fue durante ese mismo 2010 cuando Netanyahu y Abbás se reunieron en Washington, con grandes expectativas, junto a Obama, el rey Abdullah de Jordania y el todavía presidente egipcio, Hosni Mubarak. Las tratativas fracasaron en pocas semanas y el propio Mubarak tampoco llegó a sobrevivir mucho tiempo más.
¿Por qué debemos esperar algo distinto esta vez? Las recientes reuniones en Ammán ni siquiera pueden denominarse negociaciones. Los palestinos alegaron que se trataba de aclarar si las negociaciones son posibles. Lo máximo que se puede esperar es que se prolonguen algunos meses o que lleven en algún momento a un esporádico encuentro entre Bibi y Abu Mazen. Es una especie de postergación, pero, también, la vía exacta de describir el proceso de paz de modo general.
No importan cuáles sean las expectativas de EE.UU o de la Unión Europea, Israel y la Autoridad Palestina no avanzan hacia un acuerdo. En cambio, sí se dirigen hacia tres campañas electorales: la norteamericana; la de la Autoridad Palestina; y la israelí, que Netanyahu podría anticipar a fin de año.
Desde el punto de vista de Bibi, el interrogante es si la reelección de Obama afectará sus propias probabilidades. La capacidad de arreglarse con la Casa Blanca representa un logro importante para los líderes israelíes que deberán ocuparse cuatro años más de la tensión con el mandatario norteamericano.
Todos saben que Bibi y Obama no son «buenos amigos». Eso podría llevar al premier israelí a adelantar los comicios para el próximo otoño, antes de los de EE.UU, a pesar de que también la decisión de atacar a Irán puede influir sobre dicha coyuntura.
De cualquier maner, grandes concesiones a los palestinos no ocupan la agenda de Netanyahu. ¿Por qué razón estaría Bibi dispuesto a poner en riesgo el final de su coalición gubernamental en un año en el cual es probable que se realicen las elecciones, cuando anteriores e importantes propuestas israelíes fueron rechazadas y sin estar convencido de que Obama lo respaldará? ¿Por qué correr riesgos en el mismo momento en que Abu Mazen invita a Hamás a incorporarse a la OLP, lo que de todos modos conducirá a un punto muerto?
Entonces, en 2012 Bibi dialogará friamente con los palestinos, calculará lo que queda para sus elecciones, esperará que otro candidato triunfe en EE.UU y tomará una importante decisión: atacar, o no, a Irán.
Desde el punto de vista de Abu Mazen, los probables comicios en Israel no le interesan. Tiene la esperanza de que surgirá un gobierno más negociador dado que la derecha se ve mucho más fuerte que la izquierda. Entiende que el fortalecimiento de los partidos islámicos en la «primavera árabe» provocó en la mayoría de los israelíes un temor mayor ante las concesiones que, quizás, influirían en su seguridad.
Abu Mazen no quiere elecciones palestinas en 2012, pero las posibilidades son pocas. Sus esfuerzos, ante la ONU, agonizan dado que fracasó ante el Consejo de Seguridad y quedó aislado tras el «triunfo» en la UNESCO que llevó a la quiebra del organismo cuando EE.UU interrumpió su financiamiento.
Una negociación seria con Israel no lo atrae ya que sabe que Hamás y otros organismos yihadistas se apurarán en definir cualquier acuerdo como traición. Entonces, en lugar de vérselas con Bibi o con a la ONU, mantiene tratativas con Hamás, a quien desprecia, con el conocimiento de que todo pacto puede llevar a elecciones en las que Hamás podría ganar. La lógica indica que se alegrará de ver el trato con Hamás haciéndose añicos tal como sucedió en varias oportunidades.
Para la seguridad de Israel, pero también para la decisión de Bibi de atacar a Irán durante la campaña presidencial en EE.UU, el elector norteamericano verá un hecho difícil y justo. Obama estará obligado a apoyar a Israel y ayudarlo a enfrentarse con las consecuencias. Ese tema puede impulsar al presidente a ser reelecto si hace uso de la fuerza para mantener el Estrecho de Ormuz abierto, permita que el petróleo navegue libremente y garantice la seguridad de Israel.
¿Y qué ocurre con Obama en este año de elecciones? Se pasará el 2012 declarando acerca de compromisos «incuestionables». Pero los dos últimos presidentes que gestionaron durante dos períodos, Bill Clinton y George W. Bush, tomaron parte activa dentro del conflicto en Oriente Medio sólo durante el segundo, cosa que motiva a Abu Mazen y le produce vibraciones a Netanyahu.
En conclusión: en 2012 hablaremos de elecciones. Sobre la paz dialogaremos en otras ocasiones más propicias, si es que para entonces Oriente Medio consigue sobrevivir a guerras nucleares.