Al participar en la reciente Conferencia Presidencial denominada «Mirando al Futuro», pude percibir que muchos adultos se inclinan a añorar el pasado y a quejarse de que fue mejor. A veces también peco de nostalgia y pienso que la preocupación por lo que acontece aquí hace que exagere pintando el pasado de rosa.
También entonces había corrupción e imbecilidad; tampoco hoy no todo es negro. Por ello, deseo analizar cosas realmente importantes que perdimos con el transcurso de los años, imprescindibles para nuestra existencia, y que debemos luchar por ellas.
Extraño la fraternidad, la fe y la ingenuidad de la época del Palmaj, pero sé positivamente que no volverán. Incluso también añoro los días en que no tenía tanto dinero. Un gran capital puede en ocasiones traer aparejado dolor y pérdida de otras vivencias, quizás más importantes.
Mucho cambió para mejor. Emprendedores e importadores gozan de mayor apoyo que antes. ¿Será entonces mi protesta la expresión de un anciano cascarrabias? No pienso así. El gran problema es que el Estado da la espalda al sueño que lo creó; se va convirtiendo en algo diferente. Principalmente en una situación en la que sus vecinos o grupos en su interior, no aceptan su existencia, sólo que en ese caso podría perder su derecho, y a raíz de ello, su capacidad de subsistir.
¿Cuáles son, si así fuere, aquellos viejos valores que considero esenciales tomar del pasado y proyectarlos hacia el futuro?
Uno de los fundamentos básicos del sionismo es el intento revolucionario de crear un judío/hombre nuevo. Promover un cambio radical en el significado de los conceptos como tierra, dinero o trabajo.
Los kibutzim y los moshavim portaron esa bandera y realizaron acciones admirables. A pesar de que tuve grandes divergencias con ellos, no puedo negar que intentaron cear un mundo con concepciones que pusieron de manifiesto valores de producción y educación hacia el trabajo en contraposición a conceptos financieros y materiales que hoy prevalecen.
¿Aún tiene relevancia tratar de que jóvenes estudien profesiones productivas como ingeniería, medicina u oficios diversos en lugar de carreras como abogacía o administración de empresas? Creo que sí.
Otro valor fundamental que debe ser recuperado es la ideología positiva del sionismo. La misma cristalizó su derecho a un Estado propio con el objetivo de crear y construir sin tener que negar derechos a los demás. Es cierto, aquí habían otros habitantes y se desarrolló un conflicto sangriento, pero el objetivo constructivo fundamental prevaleció: la ambición de paz y de lograr acuerdos.
Preservar esencialmente la seguridad adquirió una importancia superlativa desproporcionada, cuando en su nombre se abandonó la seguridad económica de la ciudadanía que trajo como consecuencia un aumento cada vez más peligroso de las brechas sociales. Los años de servicio en el Ejército son críticos en la continuidad del camino de los jóvenes; sería conveniente que las Fuerzas de Defensa de Israel aumenten su inversió en recursos para la capacitación profesional de los soldados con miras a su vida futura.
Cualquier sociedad sana coloca la educación al frente de sus prioridades. El sistema educativo israelí educó hacia los valores de la colonización y el trabajo, incentivó a la producción, la creatividad y el respeto por el prójimo. Eso ya casi no existe, y nada parecido lo reemplazó.
El sistema educativo calla en lugar de explicar al joven porqué le conviene planificar su vida precisamente en este lugar. Es una terrible debilidad. Pienso que los valores preconizados sobre el trabajo y la convivencia, después de adaptarlos a nuestra época, serán los que edifiquen nuestro futuro.
El concepto valorativo y la concepción pragmática no son contradictorios. Bregar por la concreción de los valores de la colonización, el trabajo y la paz surgen de una postura pragmática, que posiblemente a mí me resulte más accesible que a jóvenes que no vivenciaron la Shoá, el antisemitismo y la lucha por el establecimiento del Estado.
Una amplia mayoría judía en el Estado de Israel es una necesidad vital; el prolongado dominio militar de tierras en las cuales la población palestina vive hacinada es peligroso para continuar materializando nuestra visión de futuro. Es necesario renunciar a territorios, asentarnos y profundizar nuestra posición en otros, mientras que en estos últimos debemos otorgar a toda la población igualdad de derechos y plenas oportunidades.
Esa es mi postura pragmática para asegurar nuestro futuro aquí; estos son los valores de colonización y de paz tan relevantes hoy como lo fueron hace sesenta años.
Fuente: Haaretz
Traducción: www.israelenlinea.com